«
ID Y HACED DISCÍPULOS
A TODOS LOS PUEBLOS…»
Mt. 28. 16-20
En aquel
tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había
indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a
ellos, Jesús les dijo:
«Se me ha dado todo poder en el cielo y
en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos
los días, hasta el final de los tiempos».
Otras
Lecturas: Deuteronomio 4,32-34; Salmo 32; Romanos 8,14-17
LECTIO:
El
Evangelio de Mateo concluye con un encuentro cara a cara de Jesús con sus
discípulos. Una vez más, los discípulos podían ver a Jesús. De ahora en
adelante, Jesús seguirá estando con ellos pero no podrán verlo más.
Jesús
comunica una triple misión: hacer discípulos por todo el mundo,
bautizar
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñarles a observar
todo lo que Él había mandado.
“…haced discípulos”
El discípulo convive con el maestro y
aprende de él en la convivencia cotidiana. Forma comunidad con el maestro y lo
sigue, tratando de imitar
su modo de vivir y convivir. Discípulo es aquella
persona que no absolutiza su propio pensamiento, sino que está siempre
dispuesto a aprender. Como el “siervo de
Yahvé”, el discípulo afina el oído para escuchar lo que Dios le dice.
“…bautizándolos en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
La Buena Noticia que Jesús nos ha traído
es la revelación de que Dios es el Padre y por tanto todos somos hermanos. Esta
nueva experiencia de Dios, Jesús la ha vivido y nos la ha conseguido con su
muerte y resurrección. Es el nuevo Espíritu que Él ha derramado sobre sus
seguidores en el día de Pentecostés.
Ser bautizado significaba y significa asumir públicamente el compromiso de
vivir la Buena Noticia que Jesús nos ha dado: revelar a través
de la fraternidad que Dios es Padre y luchar porque se superen las divisiones y
las separaciones entre los hombres y afirmar que todos somos hijos e hijas de
Dios.
“…enseñándoles a guardar
todo lo que os he mandado”.
No enseñar doctrinas nuevas, ni nuestras,
sino que revelamos y mostramos el rostro de Dios que Jesús nos ha revelado. De
aquí deriva toda
la doctrina que nos fue transmitida por los apóstoles.
“Yo estoy con vosotros…
hasta el final de los tiempos” Esta es la gran promesa, la síntesis de todo
lo que ha sido revelado desde el comienzo. Es el resumen de todo el Antiguo
Testamento, de todas las promesas, de todas las aspiraciones del corazón
humano. Es el resumen final de la buena Noticia de Dios, trasmitido por el
Evangelio de Mateo.
MEDITATIO:
Hoy
necesitamos oír hablar de Dios con palabras humildes y sencillas que toquen
nuestro corazón, muchas veces confuso y desalentado, y reconforten nuestra fe.
Dios es un foco de amor insondable. Su
intimidad es amor y comunicación. ¿Lo
descubres dando sentido y existencia a toda la realidad?
■ Creo
en Dios Padre.
No estamos solos ante nuestros problemas y conflictos. No vivimos olvidados,
Dios es nuestro Padre. Nos
ha creado a todos sólo por amor y
nos espera con corazón de Padre al final de nuestro caminar
por este mundo. Aunque estés lleno de dudas, preocupaciones y sufrimientos no
pierdas la fe y la confianza en un Dios que es Padre.
■ Creo
en Jesús, nuestro Señor. Es
el gran regalo que Dios ha hecho al mundo. Mirando a Jesús, vemos al Padre: en
sus gestos captamos su ternura y comprensión. En
Él podemos sentir al Dios humano, cercano, amigo. Este
Jesús, el Hijo amado de Dios, nos ha animado a construir una vida más fraterna
y dichosa. Jesús nos ha indicado el camino a seguir:
“Sed compasivos…” Si olvidas a Jesús, ¿qué o quién ocupara
su vacío? ¿Quién te ofrecerá su luz y su esperanza? ¿En quién podrás confiar?
■ Creo
en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida.
Este misterio de Dios no es algo lejano. Está presente
en el fondo de cada uno de nosotros. ¿Lo captas como Espíritu
que alienta tu vida, como Amor que te lleva hacia los que sufren?
ORATIO:
Creo
en Dios Padre, que me ama como hijo.
Creo
en Jesús, el Señor, que infundió su Espíritu en mi vida.
Creo
en la paciencia de Dios.
Espero
en el Amor, la Fuerza, el Espíritu…
El Salmo 34 habla de las promesas eternas
de Dios y su protección.
Dale
gracias a Dios por las promesas que te hace: a medida que los lleves a la
práctica, se irán convirtiendo en una realidad en tu vida.
De la Trinidad brota la fuerza del apostolado como fuerza del amor que
es autocomunicación del bien para todos.
“ Id, pues, y
haced discípulos a todos los pueblos,…
”
CONTEMPLATIO:
La fe en la Trinidad cambia no sólo
nuestra manera de mirar a Dios, sino también nuestra manera de entender la
vida. Confesar la
Trinidad de Dios es creer que Dios es un misterio de comunión y amor.
Todo lo existente viene del Amor.
Contempla
y adora la divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Vida de comunión y amor perfecto, origen y meta de todo lo existente.
Reconoce
en la Trinidad el modelo de la Iglesia a la que hemos sido llamados para
amarnos como Él nos amó. Es el amor el signo concreto que manifiesta la fe en
Dios Padre, Hijo y Espíritu. Es el amor el distintivo del cristiano, como nos dijo
Jesús: “…conocerán que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los
otros”.
… «Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el
final de los tiempos»...