Domingo, 1 de
septiembre de 2013
Queridos hermanos y hermanas: Buenos
días.
Hoy, queridos hermanos y hermanas,
quisiera hacerme intérprete del grito que, con creciente angustia, se levanta
en todas las partes de la tierra, en todos los pueblos, en cada corazón, en la
única gran familia que es la humanidad: ¡el
grito de la paz! Es el grito que dice con fuerza: Queremos un mundo de paz,
queremos ser hombres y mujeres de paz, queremos que en nuestra sociedad,
desgarrada por divisiones y conflictos, estalle la paz; ¡nunca más la guerra! ¡Nunca más la guerra! La paz es un don demasiado
precioso, que tiene que ser promovido y tutelado.
Vivo con particular sufrimiento y
preocupación las numerosas situaciones de conflicto que hay en nuestra tierra,
pero, en estos días, mi corazón está profundamente herido por lo que está
sucediendo en Siria y angustiado por la dramática evolución que se está
produciendo. Hago un fuerte llamamiento a la paz, un llamamiento que nace de lo
más profundo de mí mismo. ¡Cuánto sufrimiento, cuánta destrucción, cuánto dolor
ha ocasionado y ocasiona el uso de las armas en este atormentado país,
especialmente entre la población civil inerme! Pensemos: cuántos niños no
podrán ver la luz del futuro.
Condeno con especial firmeza el uso
de las armas químicas. Les digo que todavía tengo fijas en la mente y en el
corazón las terribles imágenes de los días pasados. Hay un juicio de Dios y
también un juicio de la historia sobre nuestras acciones, del que no se puede
escapar. El uso de la violencia nunca
trae la paz. ¡La guerra llama a la guerra, la violencia llama a la
violencia!...
… ¿Qué podemos hacer nosotros por la paz en
el mundo? Como decía el Papa Juan XXIII, a todos corresponde la tarea de
establecer un nuevo sistema de relaciones de convivencia basadas en la justicia
y en el amor (cf. Pacem in
terris [11 abril 1963]: AAS
55 [1963], 301-302). ¡Que una cadena de
compromiso por la paz una a todos los hombres y mujeres de buena voluntad!
Es una fuerte y urgente invitación que dirijo a toda la Iglesia Católica, pero
que hago extensiva a todos los cristianos de otras confesiones, a los hombres y
mujeres de las diversas religiones y también a aquellos hermanos y hermanas no
creyentes: la paz es un bien que supera cualquier barrera, porque es un bien de
toda la humanidad.
Lo repito alto y fuerte: no es la cultura
de la confrontación, la cultura del conflicto, la que construye la convivencia
en los pueblos y entre los pueblos, sino ésta: la cultura del encuentro, la
cultura del diálogo; éste es el único camino para la paz.
Que el grito de la paz se alce con fuerza
para que llegue al corazón de todos y todos depongan las armas y se dejen guiar
por el deseo de paz. Por esto, hermanos y hermanas, he decidido convocar en toda la Iglesia, el próximo 7
de septiembre, víspera de la Natividad de María, Reina de la Paz, una jornada
de ayuno y de oración por la paz en Siria, en Oriente Medio y en el mundo
entero, y también invito a unirse a esta iniciativa, de la manera que
consideren más oportuno, a los hermanos cristianos no católicos, a los que
pertenecen a otras religiones y a los hombres de buena voluntad…
… Ayúdanos, María, a superar este difícil momento y a
comprometernos, todos los días y en todos los ambientes, en la construcción de
una auténtica cultura del encuentro y de la paz. María, Reina de la Paz, ruega
por nosotros.
Queridos amigos de la Diócesis de Cadiz y Ceuta:
ResponderEliminarOs invito a participar en la jornada de oración y ayuno por Siria, el próximo sábado 7 de septiembre, a la que nos ha convocado el Papa Francisco. Será una jornada de oración y ayuno mundial ofrecida por la paz en Siria, en Medio Oriente y en todo el mundo.
El Santo Padre hizo el pasado domingo en la Plaza de San Pedro un fuerte llamamiento para que no haya más guerras, enormemente preocupado por el "dramático desarrollo que se presenta en Siria", haciéndose eco de cuantos sufren el desastre trágico de la guerra y de una sociedad que reconoce la irracionalidad de la guerra pero no acierta los caminos para evitarla. Ha instado a todas las partes a la búsqueda de la paz por medio del diálogo y la negociación, así como en el resto de países donde hay guerras. "¡Qué no haya más guerras! La paz es un don demasiado precioso que tiene que ser promovido y tutelado", dijo el Papa, quien añadió: "La guerra sólo produce más guerras y la violencia más violencia".
También nosotros queremos con él pedir la paz y la concordia a Dios por la intercesión de María, la Reina de la Paz. El poder de la oración y la intercesión es valioso ante Dios y para el mundo. Además, el hecho de orar escuchando la palabra de Dios nos hace reconocer con realismo el mal que existe en el mundo del que no podemos ser jamás cómplices y recordar que Cristo victorioso es el Señor de la historia y nos pedirá cuenta de nuestras decisiones conforme a la verdad moral que ha inscrito en nuestra conciencia y en la ley de Dios, sus mandamientos. "¡Existe un juicio de Dios y de la historia del que no se puede huir!", nos ha recordado el Santo Padre, y que el camino para la paz es el dialogo y el deseo de encuentro en la búsqueda del bien común.
Os invito a que unamos nuestro grito silencioso al de tantos afligidos para invocar a Dios que cambie los corazones endurecidos por el odio y la pasión, para que "todas las partes de este conflicto escuchen las voces de su propia conciencia, que no se encierren en sus propios intereses y miren al otro como un hermano y comiencen con valor y decisión la vía de las negociación, superando el ciego enfrentamiento". Pediremos también para que los responsables de la política y los gobernantes sepan garantizar la paz y la justicia con altura de miras; y por los heridos y por los que ya han perdido la vida; por sus familias, para que no se dejen encadenar por el odio; por los que asisten a los damnificados por el conflicto; por todos los que buscan la paz.
Las iglesias de nuestra diócesis acogerán a cuantos quieran unirse a la llamada del Santo Padre simultáneamente con toda la Iglesia.
Estáis todos invitados
+ Rafael Zornoza Boy, Obispo de Cádiz y Ceuta