TIEMPO LITÚRGICO

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viernes, 6 de septiembre de 2013

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 8 DE SEPTIEMBRE, 23º DEL TIEMPO ORDINARIO

Lo que exige ser discípulo


Lucas 14:25-33    En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, sí quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: «Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar». ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar sí con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».
Otras Lecturas: Sabiduría 9:13-18; Salmo 89; Filemón 9-10, 12-17

LECTIO:
     Jesús está hablando a la gente que le rodea sobre los desafíos que conlleva el hecho de ser discípulo. Muchos le siguen tan sólo porque es un maestro popular. Pero los discípulos sabían que las dificultades le seguían muy de cerca. Ya estaban experimentando cierto nivel de persecución por parte de las autoridades religiosas.
     En toda relación llega un momento en que es necesario plantearse el seguir adelante en serio o dejarla. Y es precisamente de eso de lo que Jesús nos habla este domingo. La vida cristiana no está hecha para quienes buscan popularidad o desean pasar un buen rato sin asumir responsabilidades. A medida que Jesús explica su postura, ésta se vuelve más exigente. Lo que parece bueno puede dañar nuestra relación con el cielo. Jesús nos insta a que volvamos a pensárnoslo. Nada puede entorpecer nuestra relación con él. Así que el padre o la madre, el esposo o la esposa, nuestros hijos y nuestras propias necesidades y deseos deben ocupar un segundo lugar frente a la voluntad de Jesús. Es así como estaba establecida la relación de Jesús con su amado Padre.
     Sorprendentemente, tenemos que estar deseosos de someter nuestras vidas hasta el punto de ser en cierto modo crucificados. Se trata de algo muy doloroso. Nuestra vocación consiste en llevar a cabo la voluntad de Jesús a pesar de la humillación o el sufrimiento que suponga. Nuestros caminos egoístas deben someterse a la voluntad de Dios. Este género de vida abarca todas las áreas de la existencia y la configura al estilo de Jesús. Y está todo en juego. Por esa razón Jesús utiliza unas imágenes tan fuertes y gráficas para hacer que sopesemos los costes antes de emprender el camino de convertirnos en discípulos suyos.
     En Juan 6:43-71, las gentes se horrorizaron ante ciertos aspectos de la enseñanza de Jesús, de tal manera que muchos le abandonaron. Jesús deja muy claro que, humanamente hablando, es imposible seguirle. Sólo es posible mediante el Espíritu de Dios. Y en Juan 6:65, Jesús afirma que nadie puede venir a mí, si el Padre no le trae.

MEDITATIO:
¿Qué es lo que más te impacta al leer estos versículos? ¿Hay algún aspecto concreto de tu vida que no cuadre con la enseñanza de Jesús?

ORATIO:
     Con toda humildad, pásate cierto tiempo con Dios. Pídele que te ayude a someterle todo cuanto hay en tu vida. Pídele al Espíritu Santo que te conceda la fuerza y la gracia necesarias para seguir a Jesús con todas sus consecuencias. Mantén fijos los ojos en Jesús.  1 Tesalonicenses 5:23-24 nos proporciona mucho ánimo: ‘Que Dios mismo, el Dios de paz, os haga perfectamente santos, y os conserve todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sin defecto alguno, para el regreso de nuestro Señor Jesucristo. El que os ha llamado es fiel, y lo cumplirá.’.

CONTEMPLATIO:
     Piensa en el ejemplo que nos ofrece el mismo Jesús: vivir una existencia sometida por completo a Dios. También conocía el amor absoluto de Dios hacia él.
     Considera los sufrimientos que padeció Jesús en la cruz para que podamos vivir una vida libre de pecado y agradable a Dios.

1 comentario:

  1. No tenía cantera de alevines discípulos. Pero dice el evangelio que “mucha gente acompañaba a Jesús” y tantos de ellos quedaban prendados de un maestro diferente. El paso del Señor, con sus milagros admirables, con su enseñanza sorprendente, con su persona fascinadora, iba arrancando “seguidores”, con toda la carga de entusiasmo y también de ambigüedad. Él criticó el espejismo de una euforia masiva, porque la comprensión de su Mensaje y la adhesión a su Vida no se mide por éxitos estadísticos, sino por la fidelidad del corazón que es completa¬mente transformado. Sí, había mucha gente que iba tras Jesús, pero no todos por la misma razón. Así, toda una gama de pretensiones ante Jesús: los curiosos de toda movida novedosa, los celantes de toda tradicionalista ortodoxia, los proscritos de todos los foros, los pudientes y satisfechos, los parias y empobrecidos... Él se vuelve y pregunta: y tú, ¿por qué me sigues? El seguimiento cristiano y eclesial de Jesús tiene unos claros identificadores:
    Seguir a Jesús posponiendo los afectos, incluso los más sagrados: padres, esposos, hijos, uno mismo. “Post-poner” significa precisamente “poner-des¬pués”. No reprimir, ni sofocar, ni ignorar, sino situarlos después de Jesús, vivirlos en Él y desde Él. Todo lo amable de la vida, hemos de colocarlo en el Amor que el Señor es y que nos ha revelado. Ante Jesucristo, absolutamente todo lo demás será siempre menos importante.
    Seguir a Jesús renunciando a todos los bienes, porque nadie puede servir a dos señores con un corazón partido y dividido; allí donde está el tesoro de una persona, allí es donde ella pone su corazón. Incluso en este nivel meramente humano y administrativo de nuestros asuntos, la primacía de Dios nos humaniza, evita el que fácilmente seamos víctimas, cómplices o gestores de tanta corrupción campeante.
    Y por último, seguir a Jesús por su mismo camino, incluso ir con Él siguiéndole hasta la cruz. Ser cireneos no es seguir a un ausente o a un inexistente, arrastrando masoquistamente todos nuestros dolores y pesares o los de los demás. Ser cireneos es caminar con Alguien que es al mismo tiempo camino y caminante. Con todas las consecuencias, hasta el final.
    Quien se aventura a seguir a Jesús, aceptando su compañía de Maestro y Señor, comprobará que la vida no se le torna sombría y plomiza después de tanta “post-posi¬ción”, sino que tendrá una alegría que nadie le podrá quitar. Seguir a Jesús per¬diéndolo todo, es la apasionante y paradójica forma de encontrarlo todo, porque Jesús no es rival más que de todo lo que pervierte, idolatra y deshumaniza el corazón. Seguimos a un Dios vivo que ama la vida y nos enseña a vivirla.

    + Jesús Sanz Montes, ofm
    Arzobispo de Oviedo

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