Lucas 3:15-16, 21-22 En aquel tiempo, el
pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó
la palabra y dijo a todos: - «Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego».
En un bautismo general, Jesús también se
bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el
Espíritu Santo sobre él en forma de
paloma, y vino una voz del cielo:
- «Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto».
Otras lecturas: Isaías 42, 1-4,6-7; Salmo 28; Hechos 10;
34-38
LECTIO:
Lucas es quien
nos guía por este acontecimiento con el que arranca el ministerio de salvación
de Jesús. El evangelista nos recuerda las enormes expectativas que abrigaba la
nación judía en torno a un Mesías o salvador. En algunos aspectos, el Mesías
les resultaba familiar, ya que todos los grandes profetas hablaban de su
venida. Y el pueblo todavía seguía esperando.
A lo largo de
los años, especialmente en las épocas de inestabilidad, la gente debió de fijar
su atención en numerosos personajes destacados. En aquel momento, se
preguntaban, e incluso llegaron a esperar que Juan fuera el Mesías prometido.
Con toda prontitud, Juan hizo que se desvanecieran aquellas esperanzas y proclamó la inminente llegada del
verdadero Salvador, el que ‘os bautizará con el Espíritu Santo y fuego’. Juan puso de manifiesto que el Salvador habría de ser
un dirigente espiritual, y no político. Bautizaría a las gentes con el Espíritu
Santo. La promesa que hacía era un tanto oscura: ¿cómo responderían a ella los
seguidores de Juan? ¿La entenderían? Y aquí, en la orilla del río Jordán, Jesús es
bautizado junto con todos los demás.
Aunque no había
pecado, está dispuesto a identificarse con el pueblo común y pecador en un acto
público de arrepentimiento y conversión.
Mateo recoge la
reacción asombrada de Juan cuando Jesús se adelanta para bautizarse (Mateo 3:13-15). En cambio, Lucas se fija en Jesús y en el Espíritu
Santo.
Jesús permanece
en oración y contemplación después del bautismo. Y entonces ocurre el milagro:
Jesús ve cómo desciende sobre él el Espíritu Santo en forma de paloma. Y la oración de
Jesús se convierte en comunión cuando el Padre le habla y le confirma.
Algo que podemos
observar es que tan pronto como Jesús se identifica con la humanidad en el
bautismo de arrepentimiento, su Padre proclama bien alto y bien claro: ‘Tú eres mi Hijo amado, a quien
he elegido’....
MEDITATIO:
■ ¿Qué fue lo que
hizo que Juan pareciera ser el Mesías prometido? ¿Y por qué era necesario el
bautismo de Juan? ¿Cómo pudo ayudar todo aquello a que el pueblo se preparase
para recibir a Jesús y su mensaje?
■ El bautismo de
Jesús constituyó una ‘epifanía’, una revelación de Dios en forma de Padre, Hijo
y Espíritu Santo (la paloma). ¿Qué pudo significar para Jesús mismo esta
experiencia y manifestación?
■ Imagina que
estuvieras allí y vieras la paloma y oyeras la voz de Dios. ¿De qué manera influiría
en tu opinión sobre Jesús?
ORATIO:
El Salmo 103 es un vibrante cántico de alabanza. El primer verso proclama: <Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío que grande eres!>
Relee estos
versos lentamente. Escribe luego tu propia lista de razones para dar gloria a
Dios y ofréceselas como oración de alabanza. Puede que incluso quieras
convertirla en tu propio salmo dirigido a Dios.
CONTEMPLATIO:
Considera los
versos de Isaías de este domingo y lo que manifiestan sobre Jesús y Juan
Bautista. Que las promesas contenidas en esos pocos versos penetren
profundamente en tu corazón.
Piensa en las
palabras grandiosas de san Pablo en su carta a Tito. Nuestra salvación se basa
en la misericordia de Dios, y es él quien nos concede la gracia de vivir
nuestras vidas de tal manera que le agraden. Dios quiere que poseamos la vida
eterna con él y todo lo ha hecho para que eso fuera posible. Es esta otra maravillosa promesa llena de esperanza, que deberíamos dejar
que se asentara en nuestros corazones.
Lectio Divina de Sociedad Bíblica España
Le vimos venir a Dios escogiendo su modo de nacer humano y nos dejó sorprendidos. Tanto, tanto que no coincidirá tal vez con nuestros gustos refinados, o con nuestras ideas perfeccionistas, o con nuestras eficacias infalibles. Dios será siempre sorprendente.
ResponderEliminarO ¿es que no nos sorprende que Dios haya querido venir a nosotros desde el “escándalo” de una familia peregrina, sin alojos ni seguridades, al abrigo de la buena-de-Dios? O ¿es que ya no nos conmueve que aquel divino mensajero pasase la mayor parte de su vida “como si nada y como si nadie”, aprendiendo a vivir humanamente, para poder enseñarnos luego para siempre qué es eso de vivir con humana dignidad?
Y así llegó el día, el fruto maduro, el tiempo del estreno. Pero este Jesús hombre-Dios, tampoco ahora realizará algo espectacular para dar comienzo a su ministerio público. No convocará ruedas de prensa ni hará declaraciones. Como uno más de aquel pueblo (aunque su hogar era la humanidad), como uno más entre aquellos pecadores (aunque El no conoció pecado), como uno más de aquellos que oraban al Dios buscado (aunque El era una sola cosa con el Padre). Aparentemente nada especial, pero allí estaba todo en esa triple solidaridad de Dios que se une sin ceremonias a un pueblo, que aparece como un pecador, que tiene necesidad de orar. Y triple será también la respuesta del Padre: abrirá los cielos, bajará el Espíritu, se escuchará la confesión de un amor predilecto.
Por Jesús, en la fila común como uno de tantos, podemos entrar en la morada de Dios, que El abrió para nosotros. Por Jesús, en la fila de los pecadores, el pecado no será la última palabra que nuestra vida podrá escuchar como algo fatal y sin salida. Por Jesús, en la fila de los que buscan a Dios para orarle y escucharle, descenderá el Espíritu como en el día primero de la creación, transformando todos nuestros caos en belleza y armonía.
El bautismo de Jesús, después de aquel primer acto en su Natividad, será el 2º gesto de abrazar a nuestra humanidad. El último acto será la donación suprema de su vida en el drama de la cruz, el testimonio más alto de un amor que no evitó querernos hasta el dolor, hasta la muerte, hasta el final resucitado.
Nosotros, hermanos y discípulos de tal Señor, estamos llamados a hacer cola también, en la comunión solidaria con todos los hombres. Los cristianos también queremos ponernos en la fila de los que no renuncian a la paz. En la espera de algo nuevo que cada día nace, pueda abrirse para todos los hombres los cielos de la luz y de la vida, y su Espíritu nos llene con su fuerza, y su Padre anuncie sobre nosotros el final de todos los lutos y orfandades, porque también cada hombre y cada mujer, somos en Jesús, amados predilectos de un Dios que nos enseña a ser humanos.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo