Los personajes del
adviento
Cuatro son los grandes
personajes del adviento en espera, en preparación y anuncio del
Dios que llega, del Señor que se acerca. El primero de ellos es el profeta Isaías. En el Nuevo Testamento
destacan María de Nazaret y su
esposo José y Juan el Bautista, auténtico prototipo del adviento.
“El gran pedagogo del adviento es Isaías. Habría que leerle con una gran paz interior, dejando que sacuda nuestras
conciencias dormidas, aliente a la esperanza, anime a la conversión, promueva
gestos claros de paz y de reconciliación entre los hombres y entre los pueblos…
Adviento es también el mes de María; es litúrgicamente más mariano que ninguno
otro a lo largo del año. El icono de María gestante, o de la expectación,
personifica a la Iglesia madre que está llena de Cristo y lo pone como luz en
el mundo, para que el resto de sus hermanos habiten tranquilos hasta los
confines de la tierra, pues él será nuestra paz -Miqueas, 5,2-5-”
“María de Nazaret es la
estrella del adviento… Ella llevó en su vientre con inefable
amor de madre a Jesucristo… Ella vivió un adviento de nueve meses en su regazo
materno y virginal, en su mente y en su corazón… ¡Qué largo y hermoso
adviento!… Ella es la “mater spei”, el modelo de la espera y de la esperanza. Supo, como nadie,
preparar un sitio al Señor, el Hijo que florecía en sus entrañas… En Ella se
realizó la promesa de Israel, la esperanza, después, ahora y ya para siempre,
de la Iglesia… ¿No debería ser, pues, diciembre el mes de María?”.
(José Manuel Puente)
Los lugares y los símbolos del adviento
1.- El desierto, el ámbito donde clama la voz del Señor a la conversión, donde mejor escuchar sus designios, el lugar inhóspito que se convertirá
en vergel, que florecerá como la flor del narciso.
2.- El camino, signo por excelencia del adviento, camino que lleva a Belén.
Camino a recorrer y camino a preparar al Señor. Que lo
torcido se enderece y que lo escabroso se iguale.
3.- La colina, símbolo del orgullo, la prepotencia, la vanidad y la “grandeza” de nuestros cálculos y categorías humanas, que son
precisos abajar para la llegada del Señor.
4.- El valle, símbolo de nuestro esfuerzo por elevar la esperanza y mantener
siempre la confianza en el Señor. ¡Qué los valles se levanten para que puedan
contemplar al Señor!
5.- El renuevo, el vástago, que florecerá de su raíz y sobre el que se posará
el Espíritu del Señor.
6.- La pradera, donde habitarán y pacerán el lobo con el cordero, la pantera con el
cabrito, el novillo y león, mientras los pastoreará un muchacho pequeño.
7.- El silencio, en el silencio de la noche siempre se manifestó Dios. En el silencio de la
noche resonó para siempre la Palabra de Dios hecha carne. En el silencio de las
noches y de los días del adviento, nos hablará, de nuevo, la Palabra.
8.- El gozo, sentimiento hondo de alegría, el gozo por el Señor que viene, por el Dios que se acerca. El gozo de salvarnos salvados. El gozo “porque
la vara del opresor, el yugo de su carga, el bastón de su hombro” son
quebrantados como en el día de Madían; el gozo y la alegría “como gozan al
segar, como se alegran al repartirse el botín”.
9.- La luz, del pueblo del caminaba en tinieblas, que habitaba en tierras de sombras, y
se vio envuelto en la gran luz del alumbramiento del Señor. Esa luz expresada hoy día en los símbolos catequéticos y litúrgicos en la corona de adviento, que cada semana del adviento
ve incrementada una luz mientras se aproxima la venida del Señor.
10.- La paz, la paz que es el don de los dones del Señor, la plenitud de las promesas y profecías mesiánicas, el anuncio y certeza de que Quien viene es el Príncipe de la
paz, el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. “De las espadas
forjarán arados; de las lanzas, podaderas”. “¡Qué en sus días florezca la
justicia y la paz abunde eternamente!”
Todos estos lugares, todos estos símbolos, conducirán,
como un peregrinar, al pesebre de Belén, la gran realidad y la gran metáfora del adviento.
(Jesús de las Heras – Revista Ecclesia)
No hay comentarios:
Publicar un comentario