TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 7 de noviembre de 2020

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 8º DE NOVIEMBRE DEL 2020, 32º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)

«VELAD, PORQUE NO SABÉIS EL DÍA NI LA HORA»

 

Mt. 25. 1-13

 

     En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Entonces se parecerá el reino de los cielos a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes. Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.

     El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: “¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!”. Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”. Pero las prudentes contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”.

     Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo: “Señor, señor, ábrenos”. Pero él respondió: “En verdad os digo que no os conozco”. Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».

Otras Lecturas: Sabiduría 6,12-16; Salmo 62; 1Tesalonicenses 4, 13-18

 LECTIO:

     La parábola de las vírgenes necias y las vírgenes prudentes es una escenificación plástica de la doble actitud que podemos adoptar las personas ante el paso del Señor: la vigilancia diligente o la despreocupación indolente.

     La vida cristiana debe estrenarse de continuo, porque no es otra cosa sino un encuentro con Alguien vivo, con Alguien que está viniendo continuamente, ya que sus bodas con la Iglesia y con la humanidad son un eterno presente. Dios no nos ha dado hora para que podamos vivir a nuestro aire –el cual no suele coincidir con el viento del Espíritu –, hasta que se acerque la hora prefijada, antes de la cual nos ponemos en forma, nos ma­quillamos de mejunje cristiano y... ¡al banquete de las bodas de Dios!

   Por el contrario, Jesús con esta parábola no quiere apariencias artificiales sino coherencias verdaderas y sentidas. No hay que vivir en cristiano sólo cuando nos ven, o cuando podemos salir en la foto, o cuando se acercan determinados momentos de la vida o de la muerte en los que "toca" sacar el traje creyente. La hora de Dios no es ésta o aquélla, sino que su hora es siempre. Hace falta tener el aceite suficiente para que cuando continuamente llegue Él, continuamente podamos reconocerle, sabiendo además que la luz con la que vemos a Dios también ilumina los senderos de los hombres herma­nos y nos permite ver sus vidas y sus rostros… (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm. Arzobispo de Oviedo).

 

MEDITATIO:

     ¿Qué quiere enseñarnos Jesús con esta parábola? Nos recuerda que debemos permanecer listos para el encuentro con Él. Muchas veces, en el Evangelio, Jesús insta a velar y lo hace también al final de este relato. Dice así: «Velad pues, porque no sabéis ni el día ni la hora». Pero con esta parábola nos dice que velar no significa solamente no dormir, sino estar preparados; de hecho, todas las vírgenes se duermen antes de que llegue el novio, pero al despertarse algunas están listas y otras no. Aquí está, por lo tanto, el significado de ser sabios y prudentes: se trata de no esperar al último momento de nuestra vida para colaborar con la gracia de Dios, sino de hacerlo ya ahora. Sería hermoso pensar un poco: un día será el último. Si fuera hoy, ¿cómo estoy preparado, preparada? Debo hacer esto y esto… prepararse como si fuera el último día: esto hace bien. (Papa Francisco)

     La lámpara es el símbolo de la fe que ilumina nuestra vida, mientras que el aceite es el símbolo de la caridad que alimenta y hace fecunda y creíble la luz de la fe. La condición para estar listos para el encuentro con el Señor no es solo la fe, sino una vida cristiana rica en amor y caridad hacia el prójimo. Si nos dejamos guiar por aquello que nos parece más cómodo, por la búsqueda de nuestros intereses, nuestra vida se vuelve estéril, incapaz de dar vida a los otros y no acumulamos ninguna reserva de aceite para la lámpara de nuestra fe; y ésta —la fe— se apagará en el momento de la venida del Señor o incluso antes. Si en cambio estamos vigilantes y buscamos hacer el bien, con gestos de amor, de compartir, de servicio al prójimo en dificultades, podemos estar tranquilos mientras esperamos la llegada del novio: el Señor podrá venir en cualquier momento, y tampoco el sueño de la muerte nos asusta, porque tenemos la reserva de aceite, acumulada con las obras buenas de cada día. La fe inspira a la caridad y la caridad custodia a la fe. (Papa Francisco)

 ORATIO:

   Gracias Señor porque cuentas conmigo y quieres que participe de tu Banquete del Reino… Señor que, cuando vengas, encuentres a tu Iglesia vigilante a la luz del Espíritu y despiertes este cuerpo, que yacerá dormido en la tumba.

… la amargura me domina, pero en Ti está la paciencia;

no comprendo tus caminos, 

pero Tú sabes el camino para mí.

  CONTEMPLATIO:

 « ¡Que llega el esposo, salid a su encuentro! »


     La temática de este domingo y de las próximas semanas será algo muy querido y muy presente a lo largo de la historia cristiana: la vigilancia espiritual. De hecho la parábola… es una escenificación plástica de la doble actitud que podemos adoptar las personas ante el paso del Señor: la vigilancia diligente o la despreocupación indolente.

     Quizás alguno podría decir que las prudentes podían haber compartido su aceite con las necias, en vez de mandarlas a comprarlo, cuando a aquellas horas era evidente que no encontrarían ninguna tienda abierta. Pero el objetivo de la parábola no es un dis­curso –justo y lícito– sobre el compartir fraterno, sino sobre la vigilancia ante la imprevi­sible llegada del novio o esposo. Por eso, la parábola, más bien da un apunte clarísimo sobre la responsabilidad personal ante esta llegada. No es que bendiga y propicie un ex­traño egoísmo espiritual, como si las prudentes dijesen a las necias: "es vuestro pro­blema..., buscaos la vida" –actitud imperdonable desde una óptica cristiana–, sino que insiste y recalca el ejemplo puesto por Jesús, por el que se viene a decir que en la vida hay cosas que son completamente personales e intransferibles. Por esta razón, la vigilancia espiritual se aviene tan mal con la inercia, con el ir ti­rando, con la superficialidad y la frivolidad, con el vivir de las rentas… (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm. Arzobispo de Oviedo).

 

  

  Las lámparas que encendiste [inmediatamente después del bautismo] son la imagen de aquel cortejo de luces con las que, como luminosa alma de virgen no adormilada por la pereza y la indolencia, caminaremos al encuentro de Cristo esposo con las lámparas resplandecientes de la fe, no vaya a ser que aquel al que esperamos se nos presente de repente y sin saberlo, y nosotros, desprovistos del aceite y de las buenas obras, nos quedemos excluidos de la sala nupcial.[…] Veo con la mente el triste y lamentable acontecimiento.[…] En efecto, aunque clamen y supliquen, ya no pueden entrar en la sala de bodas; se han quedado fuera por su culpa (Gregorio Nacianceno).

1 comentario:

  1. Poco a poco nos acercamos al final del año litúrgico. Todos los textos evangélicos tocan lo que se llama los novísimos, muerte, juicio y salvación o condenación. Mateo narra la parábola de las diez vírgenes, diez doncellas. Cinco eran sensatas y cinco necias. Es un canto para estar preparados qué es lo que el Señor nos insiste. Es vivir con esperanza.
    El Señor viene en la noche. Su llamada es para que le esperemos como dice un prefacio de Adviento, velando en oración y cantando la alabanza. La actitud de saber esperar es siempre la de un corazón que escucha, como el aceite que ilumina nuestra vida. La enseñanza de esta parábola nos lanza a estar preparados, a vivirlo todo por Cristo con Él y en Él.
    Las cinco sensatas conocen al Esposo que viene en la noche, no para cogernos in fraganti, sino sabiendo que la fidelidad es necesaria en el amor. Tienen el aceite en el corazón que les da la fortaleza para no dormirse en la rutina. Son sensatas porque el amor les mantiene en vela y les hace vivir en la alegría de quien ha conocido el Amor.

    ¿Cuál es el fallo de las necias? Son también cinco. El fallo garrafal es no darse cuenta de que hay que vivir la santidad aquí y ahora. No se puede aplazar la entrega pensando que al final se arreglará. Porque al final ya no hay arreglo. Se han desperdiciado demasiadas gracias. Ya no hay tiempo para más. Al final de la vida el que se salva sabe y el que no, no sabe nada, decía Calderón de la Barca en el gran teatro del mundo.

    + Francisco Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo
    Primado de España

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