JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO
Toca poner el broche de
oro en el Año Litúrgico. Y no se trata de buscar una celebración más, sino
que la clausura de estos 365 día del Año de la Salvación comenzaban con la
Natividad del Señor y se cierran con la Solemnidad de Jesucristo Rey del
Universo que celebramos hoy, Domingo XXXIV del Tiempo Ordinario. La historia de
este día nos traslada al 11 de diciembre de 1925. Ese día el Papa Pío XI
sacaba una Encíclica que llevaba por título Quas Primas -en español,
así como al principio-
La Carta surgía para
conmemorar el XVI Centenario de la celebración del Concilio I de
Nicea. La cuestión es que en ese Concilio tuvo que salir al paso de las
diatribas heréticas en ese tiempo. Situémonos. Habían finalizado las centurias
sangrientas del martirio en la persecución contra la Iglesia y el Edicto de
Milán había otorgado la libertad de culto.
En 1970 el Papa
Pablo VI dio a la fiesta su actual título completo: «Solemnidad de Nuestro
Señor Jesucristo Rey del Universo» y la trasladó al último domingo del año
litúrgico, destacando más el carácter cósmico y escatológico del reinado
de Cristo, apuntando al tiempo de Adviento que anuncia la venida gloriosa del
Señor.
Se le daba también un
sentido nuevo… se resaltaba la importancia de Cristo como centro
de toda la historia universal. Es el alfa y el omega, el principio y
el fin. Por eso esta fiesta tiene ante todo un sentido escatológico, ya
que celebramos a Cristo como Rey de todo el universo.
Encíclica
“Quas Primas” de ss. Pio XI
… En la primera encíclica, que al comenzar
nuestro Pontificado enviamos a todos los obispos del orbe católico, analizábamos
las causas supremas de las calamidades que veíamos abrumar y afligir al género
humano. Y en ella proclamamos Nos, claramente, no sólo que este cúmulo de males
había invadido la tierra, porque la mayoría de los hombres se habían alejado de
Jesucristo y de su ley santísima, así en su vida y costumbres como en la
familia y en la gobernación del Estado, sino también que nunca resplandecería
una esperanza cierta de paz verdadera entre los pueblos mientras los individuos
y las naciones negasen y rechazasen el imperio de nuestro Salvador …
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