« ¡VIGILAD! QUE NO SABEIS CUAL ES EL MOMENTO »
Mc. 13.
33-37
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara.
Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o
al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que
os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!».
Otras Lecturas: Isaías 63,16b-17.19b;64,2b-7; Salmo
79; 1Corintios 1, 3-9
Las palabras que envuelven la Palabra de
Dios de este primer domingo de adviento son la espera y la vigilancia. Una espera que nos asoma al
acontecimiento que –lo sepamos o no- aguardamos que suceda, y una vigilancia
que nos despierta para no estar dormidos cuando le veamos pasar […]
... “Vigilad”, dice Jesús en
el evangelio de este domingo, porque el que ha venido hace veinte siglos y ha prometido
volver al final de los tiempos,
llega incesantemente al corazón y a la vida de quien no se cierra. Vigilad, es
decir, entrad en la sala de espera del adviento, poned vuestras preguntas al
sol, porque va a venir Aquel que únicamente las ha tomado en serio y Aquel que
únicamente las puede responder: Jesucristo, redentor del hombre.
Vigilad, estad despiertos, la espera que os embarga no es una
quimera pasada y cansada sino la verdadera razón que cada mañana pone en pie
nuestra vida para
reconocer a Aquel que cada instante no deja de pasar… (+ Fr. Jesús Sanz
Montes, ofm. Arzobispo de Oviedo)
Comenzamos el camino de Adviento, que
culminará en la Navidad. El Adviento es el tiempo que se nos da para acoger al
Señor que viene a nuestro encuentro, también para verificar nuestro deseo de
Dios, para mirar hacia adelante y prepararnos para el regreso de Cristo. (Papa
Francisco).
Estad atentos, vigilad. La
persona que está atenta es la que, en el ruido del mundo, no
se deja llevar por la distracción o la superficialidad, sino
que vive de modo pleno y consciente, con una preocupación dirigida en primer
lugar a los demás… La persona vigilante es
la que acoge la invitación a velar, es decir, a no
dejarse abrumar por el sueño del desánimo, la falta de esperanza, la
desilusión; y al mismo tiempo rechaza la llamada de tantas vanidades de las que
está el mundo lleno y detrás de las cuales, a veces, se sacrifican tiempo y
serenidad personal y familiar. (Papa Francisco).
La espera de Jesús que viene debe
traducirse, por tanto, en un compromiso de vigilancia. Se
trata, en primer lugar, de maravillarse ante la acción de Dios, ante sus
sorpresas, y de darle a Él la primacía. La vigilancia significa también,
concretamente, estar atentos a nuestro prójimo en dificultades, a dejarnos
interpelar por sus necesidades, sin esperar a que él o ella nos pida ayuda,
sino aprender a prevenir, a anticipar, como hace Dios siempre con nosotros. (Papa
Francisco).
Señor
Jesús, al comenzar este nuevo Adviento, acoge mis limitaciones y temores para
que pueda renacer a una esperanza nueva.
¡Quiero estar en vela, Señor!
Preparado para que, cuando
tu llames, yo te abra.
Despierto, para que cuando
llegues, te deje entrar.
« Vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento »
El año litúrgico comienza con el adviento, con el anuncio de la venida del Señor, para que nos pongamos en actitud de esperarlo y salgamos a su encuentro. Año tras año vayamos preparando ese encuentro definitivo, ese abrazo eterno con el amor de nuestras almas, Jesucristo nuestro Señor. Cada año estamos más cerca de ese encuentro, que debemos desear serenamente. El tiempo de adviento lo celebra y nos lo recuerda… el foco de atención se pone en Jesucristo que llegará para llevarnos con él, y nos alerta en su evangelio de múltiples maneras para que estemos preparados [...]
En este contexto de pandemia, en el que mucha gente vive con el miedo a cuestas, el tiempo de
adviento es ocasión propicia para abrir de par en par el horizonte de
la vida eterna, del cielo, de la venida última del Señor que nos llevará
consigo para hacernos gozar de Dios y de sus dones. Él viene cada
día, en cada persona, en cada acontecimiento, en cada circunstancia. Viene
sobre todo en la Eucaristía, viene en la Palabra, viene en la comunidad donde
vivimos, viene en los pobres que salen a nuestro encuentro o nos encontramos en
el camino de la vida. El tiempo de adviento nos abre los ojos de par en par
para que le veamos allí donde está, aunque esté oculto o disfrazado […] (+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba)
■… Estar
vigilantes. No se trata solamente de creer, sino de estar alerta. ¿Sabéis lo
que significa esperar a un amigo, esperar que llegue cuando se retrasa? ¿Estar
ansiosos por algo que puede suceder o no? Vigilar por Cristo se
asemeja algo a todo esto. Vigilar con Cristo
es mirar hacia delante sin olvidar el pasado. No olvidar lo que ha sufrido por
nosotros es perdernos en contemplación atraídos por la grandeza de la
redención. Es renovar continuamente en el propio ser la pasión y agonía de
Cristo, es revestirse con gozo del manto de aflicción que Cristo quiso llevar y
luego dejarlo subiendo al cielo. Es separación del mundo sensible y vivir en el
mundo invisible con el móvil de que Cristo vendrá como dijo. Es deseo afectuoso
y agradecido de esta segunda venida de Cristo: esto es vigilar (J. H. Newman).