MAYO. LA ORACIÓN VOCAL EN LA
VIDA DE UN ADORADOR:
EL SANTO ROSARIO
Con un artículo preciso del Catecismo de
la Iglesia Católica queremos iniciar la serie de reflexiones dedicadas a
acercarnos –sólo acercarnos- a la importancia de la oración vocal en la vida de
un adorador nocturno.
2699 “El Señor conduce a cada persona por
los caminos que Él dispone y de la manera que Él quiere. Cada fiel, a su vez, le responde según
la determinación de su corazón y las expresiones personales de su oración. No obstante, la tradición cristiana ha conservado
tres expresiones principales de la vida de oración: la oración vocal, la
meditación, y la oración de contemplación. Tienen en común un
rasgo fundamental: el recogimiento del corazón. Esta actitud vigilante para
conservar la Palabra y permanecer en presencia de Dios hace de estas tres
expresiones tiempos fuertes de la vida de oración.”
La oración más universal es la vocal. Tan es así que la palabra
oración deriva del latín (os-oris, que significa boca). Aunque la intención
será “acercarse a Dios y permanecer en su presencia”, la palabra resalta el instrumento
que empleamos, la boca, como órgano de la palabra que es el signo del alma. Ad-orar es más que orar porque el fuelle
surge del amor. De los cuatro modos dedicados en cada
vigilia tres son vocales y sólo uno, no: la lectura meditativa que puede abrirnos por obra de Dios a la
contemplación.
La
oración más sublime de la Iglesia es la celebración eucarística y es oración
vocal. Está claro que no bastará con usar la boca ni sólo con oírla, sino
poniendo alma, vida y corazón.
No
olvidemos, como nos recuerda el profesor Francisco Puy(1), que Don Luis de Trelles tuvo una voluntad
consciente de inculcar a los adoradores una espiritualidad profunda que la
denominaba “alma de la adoración” que no era otra que la de alcanzar la
santidad –la perfección- en medio de las obligaciones ordinarias
de un laico, de un seglar, mediante la fuerza asombrosa que brota de una espiritualidad
eucarística cuya clave, en
palabras del profesor, es
“el diálogo personal con Dios”, es decir, el teresiano “encuentro de amistad con
quien sabemos nos ama”.
Don
Luis de Trelles descubrió en su ajetreado momento histórico, que el remedio de
los males personales y sociales que arrasaban la España, tierra de María, se
encontraba en el prodigio de la Eucaristía, el Dios que se ha quedado,
“Emmanuel”, entre nosotros. La adoración eucarística es el motor de la
renovación espiritual de los creyentes para afrontar la terrible tentación de
apostasía que asola la antigua cristiandad. La
adoración nocturna es una escuela de oración para aprender a amar
con locura al Señor. Es un
ejercicio práctico mensual que te habitúa a convertir toda tu vida -en la
Iglesia y fuera de ella- en adoración eucarística.
Don
Luis de Trelles dedicó una serie profunda y extensa a resaltar la presencia de María en la
Adoración eucarística.
Lleva por título PARTE MARIANO-EUCARÍSTICA y de subtítulo MARÍA ADORADORA, digna de estudio.
Por
ejemplo en el tomo 14 del año 1883 de la Lámpara del Santuario en el artículo
XI de la serie afirma:
“Maravilla el alcance de estas
consideraciones, que elevan a la Señora al rango del sacerdote, y aun en esfera más
alta, toda vez que María
pronunciando su humilde fórmula: “he
aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra, transustanció su carne y su sangre en
carne y sangre del Hijo de Dios, a quien ofreció como víctima que después
recibió, aunque no administró materialmente ella la Sagrada
Hostia, mientras en lo íntimo del alma todo lo hizo para la gloria de Dios y
para redención del mundo.”
No
es de extrañar que el profesor Puy en la cita antes mencionada añada “Don Luis exaltó siempre al frente de
todos a la Virgen María, tiñendo así de un suave marianismo la
entera espiritualidad adoradora”. Para
muestra, EL REZO DEL ROSARIO. Qué
poco sabe de amores quien la acuse de monótona y repetitiva.
Es
la hora de entrar dentro de nosotros mismos y recoger los frutos del alma. El
rosario es ocasión de belleza, en la intimidad del hogar, en el grupo
parroquial, en las capillas, en la cama de hospitales, en medio de agobiantes
tristezas, en el dolor y en la muerte. En medio del estruendo del mundo y del
agobio de los afanes de cada día el rezo del rosario es un oasis en que por medio de María,
madre nuestra, entramos en intimidad con Dios, descanso del corazón. Abrimos en medio de nuestra
cotidianidad una ventana para contemplar el cielo. Y esto ante la custodia, el copón
expuesto u oculto en el sagrario.
Permitidme
una confesión personal: Me imagino el rosario como un templo pequeñito que
levantamos en el alma: La fachada está dedicada a la Trinidad, la señal de la
cruz nos pone en manos del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y en el dintel
está escrito el saludo de bienvenida de María que nos recibe al entrar en su
interior por ser la puerta del cielo. El templo sólo tiene una nave, en la
cabecera se encuentra Dios Padre como majestad, en los laterales diez vidrieras
en cada lado, agrupadas de cinco en cinco, en las que están representados los
misterios de la vida de Jesús, nacimiento, vida pública, muerte y resurrección.
Y de cada vidriera surge un arco que se eleva hasta la piedra clave del techo
donde se glorifica a la Santísima Trinidad.
Ante
cada vidriera, refulgente de luz, María se ilumina con un resplandor distinto,
hasta el extremo de que recitando las mismas palabra en cada avemaría, cada
palabra se impregna de la luz de la vidriera de tal manera que “-la llena de gracia-” en su totalidad,
se tornasola con la encarnación, con el magníficat, con la maternidad con la
espada del anciano Simeón, con el encuentro del Hijo en el templo, con los
misterios de la luz, los del dolor y el triunfo de la resurrección, asunta a
los cielos o coronada como reina de cielos y tierra. Recémoslo pausadamente. La llamaremos Santa, y su
santidad se matiza en cada misterio en el rostro de María y su maternidad se
llena de iridiscencia, como el arco iris, a la luz de cada vidriera. Ante el asombro del prodigio de María,
nos inclinamos reverentes sintiéndonos pecadores e implorándole su ayuda
para ahorita mismo y para la hora definitiva de la muerte. Es un prodigio el
rosario. 200 avemarías, al oído ajeno, iguales; pero al corazón diferentes.
Iniciadas cada diez con el padrenuestro y terminadas en reconocimiento de tanta
maravilla con el gloria a la Trinidad. Lo demás es Tedeum y piropos a la
Virgen, letanías lauretanas, alabanzas y súplicas. Es decir, media hora en que, sacamos la cabeza de
la vida cotidiana, y la metemos -cabeza y corazón- en el cielo.
Bendito sea Dios y bendita la santa madre de Dios, María Santísima. Y todo en
presencia de su Hijo, nuestro Señor.
Preguntas
para el diálogo y la meditación.
■ ¿Puede reducirse la
oración vocal a mover los labios o emitir sonidos monótonamente sin
expresar que estamos hablando en un diálogo personal, aunque sea
colectivo, e íntimo con el Ser –Dios, La Virgen, los ángeles, los santos…- al
que dirigimos nuestras palabras?
■ ¿Por qué decimos que la
Adoración Nocturna es una escuela práctica de oración, un cursillo intensivo
una vez al mes para conseguir que la oración se convierta en un hábito
constante que nos permita vivir en presencia de Dios escondido en
el pan eucarístico?
■ María desde la encarnación
en sus entrañas de Hijo de Dios, se convirtió en modelo de adoradores. ¿Por qué
el rezo del rosario, tan recomendado por la Iglesia, es un práctica de
súplica y de alabanza; y además perfecta para adquirir la oración vocal
en camino hacia la oración de contemplación?
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