TIEMPO LITÚRGICO

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domingo, 19 de mayo de 2019

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 19 DE MAYO DEL 2019, 5º DE PASCUA (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)

«OS DOY UN MANDAMIENTO NUEVO: AMAOS COMO YO OS HE AMADO»



Jn, 13, 31-33ª. 34-35


  Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.
     Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.

Otras lecturas: Hechos 14, 21b-27; Salmo 144; Apocalipsis 21.1-5a

LECTIO:
     El domingo pasado veíamos esa preciosa imagen del Buen Pastor. Toda una parábola de vida en donde se nos asomaba la entraña misericordiosa de Dios. El texto que nos presenta el Evangelio de este domingo es casi una prolongación del anterior... Este texto está tomado del Testamento de Jesús, de su Oración Sacerdotal. Todo a punto de cumplirse, como quien escrupulosamente se esmera en vivir lo que de él esperaba Otro, pero no como si fuera un guión artificial y sin entrañas, sino como quien realiza hasta el fondo y hasta el final un proyecto, un diseño de amor.
     En este contexto de dra­matismo dulce, de tensión serena, Jesús deja un mandato nuevo a los suyos: amarse recíprocamente como Él amó. Porque Jesús amó de otra manera, como nunca antes y nunca después. Esa era la novedad radical y escandalosa: amar hasta el final, a cada persona, en los momentos sublimes y estelares, como en los banales y cotidianos.
     Porque lo apasionante de ser cristiano, de seguir a Jesús, es que aquello que sucedió hace 2000 años, vuelve a suceder[...] cuando por nosotros y por nuestra forma de amar y de amarnos, recono­cen que somos de Cristo. Más aún: que somos Cristo, Él en nosotros. Es el aconte­cimiento que continúa… Este es nuestro santo y seña, nuestro uniforme, nuestra revolución: Amar como Él, y ser por ello reconocidos como pertenecientes a Jesús y a los de Jesús: su Iglesia. (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo)

MEDITATIO:
     Qué gran responsabilidad nos confía hoy el Señor. Nos dice que la gente conocerá a los discípulos de Jesús por cómo se aman entre ellos. En otras palabras, el amor es el documento de identidad del cristiano, es el único “documento” válido para ser reconocidos como discípulos de Jesús. Si este documento caduca y no se renueva continuamente, dejamos de ser testigos del Maestro. (Papa Francisco)
     Ante todo, amar es el camino para ser felices. Pero no es fácil, es desafiante, supone esfuerzo… amar quiere decir dar, no sólo algo material, sino algo de uno mismo: el tiempo personal, la propia amistad, las capacidades personales. El amor se alimenta de confianza, de respeto y de perdón. El amor no surge porque hablemos de él, sino cuando se vive… es una opción de vida que se ha de poner en práctica. (Papa Francisco)
     ¿Cómo podemos crecer en el amor? El secreto está en el Señor: Jesús se nos da a sí mismo en la Santa Misa, nos ofrece el perdón y la paz en la Confesión. Allí aprendemos a acoger su amor, hacerlo nuestro, y a difundirlo en el mundo. Y cuando amar parece algo arduo, cuando es difícil decir no a lo que es falso, mirad la cruz del Señor, abrazadla y no dejad su mano, que os lleva hacia lo alto y os levanta cuando caéis. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Dios, Padre nuestro, haz que te pertenezcamos cada vez más y acudamos a ti, unidos a tu Hijo, llevando en los brazos todo este mundo que amas y quieres salvar.
El Amor, es lo único que no se engríe
con la felicidad propia.
Es lo único a lo que no punza la mala conciencia,
porque no obra el mal.

CONTEMPLATIO:
 «Amaos los unos a los otros como yo os he amado».

     Jesús sitúa precisamente en este mandamiento del amor la señal preferente de la identidad de un cristiano: “En esto conocerán que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros”. Se trata, por tanto, no de un amor pasajero ni de un amor interesado. Se trata de un amor permanente, de un amor oblativo, de un amor que supera incluso las barreras humanas. El amor humano se mueve frecuentemente por el interés que reporta, y no es malo que funcione así; pero se queda corto. Ese amor no transforma la persona, ni transforma la historia. Otras veces se detiene ante las deficiencias del otro; amamos lo que nos atrae espontáneamente, amamos por las cualidades que vemos en el otro, pero no amamos cuando no vemos cualidades ni atractivo. Tampoco es malo ese amor, pero se queda corto también.
     El amor al que nos invita Jesús, el mandamiento nuevo del amor cristiano, es un amor que se mueve por la acción del Espíritu Santo, busca hacer el bien a los demás, es generoso sin mirar el propio interés y llega incluso al amor a los enemigos. Cuando el amor llega a estas cotas, ciertamente es un amor que viene de Dios y no de nuestro natural, aunque sea bueno[...] Es un amor que llena el corazón humano elevándolo a la categoría de amor divino. Es un amor con marca propia, es la marca cristiana… (+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba)



  «Os doy un mandamiento nuevo.» Como era de esperar que los discípulos, al oír esas palabras y considerarse abandonados, fueran presa de la desesperación, Jesús les consuela proveyéndoles, para su defensa y protección, de la virtud que está en la raíz de todo bien, es decir, la caridad. Es como si dijera: «¿Os entristecéis porque yo me voy? Pues si os amáis los unos a los otros, seréis más fuertes». ¿Y por qué no lo dijo precisamente así? Porque les impartió una enseñanza mucho más útil: «Por el amor que os tengáis los unos a los otros reconocerán todos que sois discípulos míos». Con estas palabras da a entender que su grupo elegido no hubiera debido disolverse nunca, tras haber recibido de él este signo distintivo. Él lo hizo nuevo del mismo modo que lo formuló. De hecho, precisó: «Como yo os he amado» (Juan Crisóstomo).

1 comentario:

  1. El fruto de Cristo Resucitado es el Espíritu Santo que nos lanza a vivir en la caridad. La clave es siempre vivir con los sentimientos del Corazón de Cristo y esto no se puede realizar sin el Espíritu Santo, que nos ayuda para aterrizar en la caridad, que se hace servicio en los que sufren.
    En el cenáculo con Cristo muerto y resucitado, en la Eucaristía, estamos llamados a vivir la caridad con estas claves. Primero ser de Dios. Este es el fruto de la unión con Dios, tener los sentimientos de su Corazón, ser de Dios, pertenecerle en la vida y en la muerte. Vivir con la inmensa alegría de que somos de la Trinidad. De un amor total. De una alegría que no tiene final. Ser de Dios es la fuente de la caridad. Es de su Corazón abierto, de donde brota la fuente de la salvación.
    Segundo, del cenáculo aprendemos de su Corazón a no ser de uno mismo. Es en el olvido de si, el inicio y la culminación de toda santidad. Mientras que no recibamos esta gracia que debemos pedir, de olvidarnos de nosotros mismos estaremos en el balbuceo de la vida cristiana. Es necesario acudir y recurrir a la Misericordia del Señor para la transformación de nuestro corazón, que no se realizara sin el olvido de sí, es decir, si no somos de nosotros mismos, que es la manera de vivir la caridad con todos. Es ser buenos con todos y siempre. Esta es la clave de la santidad que brota del cenáculo, de la lógica, del don.
    Tercero, ser para los demás. En el cenáculo Jesús siempre se arrodilla a los pies de la humanidad. Nos lava con su sangre. Nos recuerda tener caridad con los pobres, con los que sufren. Todo discípulo de Jesús es trasformado por el Espíritu Santo para ser caridad y ser para los demás. Amar a todos y amar siempre.
    Magnifico programa de vida. No irnos por las ramas. La prueba de algodón de que uno está en las entrañas de misericordia del Señor, es cuando somos capaces de vivir con corazón bueno como él. Aquí tenemos en el cenáculo en este domingo de pascua las claves de la santidad; ser de Dios, no ser de uno mismo y ser para los demás.

    + Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

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