«EL QUE
ME AMA GUARDARÁ MI PALABRA, MI PADRE LO AMARÁ, Y VENDREMOS A ÉL»
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El
que no me ama no guarda mis palabras. Y la
palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a
vuestro lado, pero el Paráclito, el
Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y
os vaya recordando todo lo que os he dicho.
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la
doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Me
habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais, os
alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo. Os lo he
dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis».
Otras lecturas: Hechos 15, 1-2.22-29;
Salmo 66; Apocalipsis 21.10-14.22-23
LECTIO:
Ya estamos concluyendo el tiempo de
pascua. Nos disponemos a dos citas importantes como es la Ascensión y
Pentecostés. Pero queda todavía saborear algunas despedidas de Jesús ante sus
discípulos.
Los discípulos
saben que a Jesús le queda poco tiempo para seguir con ellos. Se sienten abatidos, tristes. Jesús lo sabe porque conoce
bien a sus discípulos y quiere animarlos, por ello decide confiarles su deseo:
que su palabra, el mensaje de salvación que Él trae, no se pierda. Jesús les dice, y nos dice: «el que me ama
guardará mi palabra, el que no me ama no la guardará» quiere que seamos fieles
a su palabra y que seamos testimonio del amor de Dios entre los hombres.
Dios no quiere
dejarnos solos, por ello, nos envía al
Espíritu Santo para que nos ayude en el camino y nos dé cada día la fuerza
necesaria para trabajar por la paz, la justicia y el amor.
MEDITATIO:
En el momento en el que está por regresar
al Padre, Jesús anuncia la
venida del Espíritu que enseñará a los discípulos a comprender cada vez más
plenamente el Evangelio, a acogerlo en su existencia y a hacerlo
vivo y operante con el testimonio. ... Estará con ellos el Espíritu Santo, el
Paráclito para defenderlos y sostenerlos. Jesús regresa al Padre pero continúa
acompañando y enseñando a sus discípulos mediante el don del Espíritu Santo. (Papa Francisco)
Nosotros no estamos solos: Jesús está
cerca de nosotros, en medio de nosotros, dentro de nosotros. Su nueva presencia en la historia se
realiza mediante el don del Espíritu Santo, por medio del cual
es posible instaurar una relación viva con Él, el Crucificado Resucitado. (Papa Francisco)
No estamos solos. Y el signo de la
presencia del Espíritu Santo es también la paz que Jesús dona a sus discípulos:
«Mi paz os doy». La paz de Jesús brota de la victoria sobre el pecado, sobre el
egoísmo que nos impide amarnos como hermanos. Es don de Dios y signo de su
presencia. Todo discípulo, llamado hoy a seguir a Jesús cargando la cruz,
recibe en sí la paz del Crucificado Resucitado con la certeza de su victoria y
a la espera de su venida definitiva. (Papa
Francisco)
ORATIO:
Concédenos el deseo ardiente de estar a la
escucha de toda palabra tuya, para estar siempre dispuestos a realizar lo que
tú nos confíes, sin contar con nuestras fuerzas, sino con el poder de tu
Espíritu, que habita en nosotros.
Envíanos,
Padre, tu Espíritu Santo
para vivir
plenamente tus enseñanzas,
para dar
testimonio de ti
para hacer
vida tus Palabras…
CONTEMPLATIO:
«El Espíritu Santo, que enviará el Padre,
será quien os lo enseñe todo»
Jesús hace una promesa fundamental: el
Padre enviará en su nombre un Consolador (un Paráclito), el Espíritu Santo, para que enseñe y recuerde todo cuanto
Jesús ha ido mostrando y diciendo, y
que no siempre ha sido comprendido, ni guardado. Justamente, la vida
“espiritual” es acoger a este Espíritu prometido por Jesús, para que en
nosotros y a nosotros enseñe y
recuerde, tantas cosas que no acabamos de ver ni comprender en nuestra vida, tantas cosas que no hacemos
en “memoria de Jesús”, y por eso las vivimos distraídamente, en un olvido que
nos deja el corazón tembloroso y acobardado también, como el de aquellos
discípulos, dividido por dentro y enfrentado por fuera. (+Fr. Jesús Sanz
Montes, ofm, arzobispo de Oviedo)
El Espíritu nos ayudará a conocer mejor la
Palabra de Dios y a ponerla en práctica. Veintiún siglos después, ¿seguimos con
fidelidad la Palabra que Jesús nos dejó? ¿Somos realmente dignos de llamarnos
sus seguidores? ¿Nos dejamos guiar por el Espíritu Santo?
■… El Espíritu nos
hace conformes en lo íntimo al Evangelio de Jesucristo y nos hace capaces de
anunciarlo al exterior (con la vida). El viento del Señor, el Espíritu Santo,
pasa sobre nosotros y debe imprimir a nuestros actos cierto dinamismo que le es
propio, un estímulo al que nuestra voluntad no permanece extraña, sino que la
trasciende. Dios nos dará el Espíritu Santo en la medida en que acojamos la
Palabra allí donde la oigamos. (Madeleine Delbrél)