RECUPERAR EL VIACRUCIS
Queridos hermanos y hermanas:
… El Señor nos invita en esta Cuaresma a rasgar los corazones y no las vestiduras, como nos decía el profeta Joel en el pasado Miércoles de Ceniza, a convertirnos, a cambiar nuestros criterios y actitudes y a volver a Él y a nuestros hermanos con la decisión y la humildad del hijo pródigo, que se levanta con determinación de la tristísima situación en que se encuentra, para volver a la casa del Padre, solicitar su perdón y reencontrar la paz y la alegría.
Una práctica piadosa, de gran riqueza espiritual, que puede ayudarnos mucho en nuestro camino de
conversión en esta Cuaresma es el ejercicio de Viacrucis, bendecido secularmente por la Iglesia y primado con
numerosas indulgencias. La práctica del Viacrucis ha hecho muchísimo bien a
generaciones y generaciones de cristianos, que ya en la Edad Antigua y en la alta Edad Media
peregrinaban a los santos lugares de Palestina y recorrían con piedad, fervor y
compunción de corazón los escenarios de la Pasión del Señor, meditando cada uno de los acontecimientos redentores.
Aunque parece que el primero en erigir un
Viacrucis en España fue el Beato dominico Álvaro de Córdoba en el convento de
Scala Coeli, en la Sierra cordobesa, a la vuelta de una peregrinación a Tierra
Santa, a Sevilla le cabe el honor de haber popularizado esta devoción que
pertenece a la entraña más profunda de la religiosidad sevillana. En efecto
desde aquí fue llevada a la América recién descubierta y aquí arraigó como en
ningún otro lugar a partir del año 1521, cuando don Fadrique Enríquez de
Ribera, primer marqués de Tarifa y Adelantado mayor de Andalucía, inicia el Viacrucis
a la Cruz del Campo, que según los historiadores locales, es el punto de
partida de la Semana Santa sevillana, tal y como hoy la conocemos.
Os invito a recuperar esta devoción allí donde se haya perdido y practicarla con fervor
creciente allí donde no ha desparecido del todo. La contemplación de las distintas escenas del camino
de Jesús hacia el Calvario, revividas con la lectura
de los textos bíblicos correspondientes y la apoyatura de la cálida reflexión
de un buen autor ascético, nos ayudará a penetrarnos, como nos pide san Pablo, de
los mismos sentimientos de Cristo, el cual siendo de
condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, tomó la
condición de esclavo, abajándose hasta la muerte y una muerte de cruz (Fil 2, 5-8).
De eso se trata en el ejercicio del
Viacrucis, en el que nos adentramos en la meditación de la Pasión de nuestro
Señor Jesucristo y admiramos la infinitud
de su amor por la humanidad y por cada uno de nosotros. Al contemplar los
momentos estelares de la epopeya de nuestra salvación, al meditar en su
humildad y silencio en el juicio inicuo de los sumos sacerdotes; al considerar
la cobardía cómplice de Pilatos, al que tantas veces emulamos; al verle cargar
resueltamente con la cruz, aceptando amorosamente la voluntad del Padre
celestial; al verle desplomarse por tres veces, hundido por el peso de la cruz
y de nuestros pecados; al meditar en los dolores acerbísimos de la flagelación
y de la coronación de espinas, de la crucifixión y de la lanzada del soldado
que abre su corazón; al contemplar, en suma, su muerte redentora por nuestros
pecados, hemos de movernos a la conversión, al cambio de vida y a la vuelta a
Dios.
Al mismo tiempo, hemos de decidirnos de
una vez por todas a responder con amor a su entrega generosa y preguntarnos,
como hace San Ignacio en sus Ejercicios Espirituales: “Qué he hecho por Cristo,
que hago por Cristo, qué debo hacer por Cristo”. Del mismo modo, la
contemplación del amor inmenso de Jesús por nosotros debe llevarnos a renovar y
fortalecer nuestra fraternidad, a amar y servir a nuestros hermanos, especialmente
los más pobres y necesitados, con los que él se identifica. Así nos lo dice el
apóstol San Juan: “Si Dios nos ha amado de esta manera, también nosotros
debemos entregar la vida por nuestros hermanos” (1 Jn
4,11).
Dios quiera que la práctica del Viacrucis
aliente nuestra conversión y nos ayude a prepararnos a las celebraciones de la
Pasión y Muerte de nuestro Señor.
Para todos, mi saludo fraterno y mi
bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina - Arzobispo de Sevilla
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