“¡Que toda la creación cante
la gloria de dios!”
Hemos
comenzado el tiempo de cuaresma, tiempo para volver a lo esencial de nuestra fe, para
acercarnos a Dios y purificar nuestra conciencia con el perdón para seguirlo
como auténticos hijos. Intensifiquemos la vida en el Señor y los frutos
inagotables que de la unión con Él se despliegan en nuestro día a día. No
dejemos pasar esta oportunidad en la que Dios acontece en medio de su pueblo.
El Santo
Padre, nos hace este año una llamada en su mensaje a
“abandonar el
egoísmo, la mirada fija en nosotros mismos”,
y “dirigirnos a
la Pascua de Jesús”, bajo el
tema La creación, expectante, está
aguardando la manifestación de los hijos de Dios (Rm 8,19). “Si el hombre
vive como persona redimida, beneficia también a la creación”. La “Cuaresma” del
Hijo de Dios fue un “entrar en el desierto de
la creación para hacer que volviese a ser aquel jardín de
la comunión con Dios que era antes del pecado original” y desea que “nuestra
Cuaresma suponga recorrer ese mismo camino, para llevar también la esperanza de
Cristo a la creación”. “No dejemos transcurrir
en vano este tiempo favorable. Pidamos a Dios que nos ayude a emprender un
camino de verdadera conversión”. Así, el
Santo Padre exhorta: “Hagámonos prójimos de nuestros hermanos y hermanas que
pasan dificultades, compartiendo con ellos nuestros bienes espirituales y
materiales”.
Cuando se
abandona la ley de Dios, la ley del amor, acaba
triunfando la ley del más fuerte sobre el más débil. El pecado que anida en el corazón del hombre “lleva
a la explotación de la creación, de las personas y del medio ambiente, según la
codicia insaciable que considera todo deseo como un derecho y que antes o
después acabará por destruir incluso a quien vive bajo su dominio”. El camino hacia la Pascua nos llama
precisamente a “restaurar nuestro rostro y nuestro corazón de cristianos,
mediante el arrepentimiento, la conversión y el perdón, para poder vivir toda la riqueza de la gracia del
misterio pascual”. Si el hombre vive como hijo de Dios –propone el Sucesor de
Pedro– si vive como persona redimida, que se deja llevar por el Espíritu Santo,
y sabe reconocer y poner en práctica la ley de Dios, comenzando por la que está
inscrita en su corazón y en la naturaleza, beneficia
también a la creación, cooperando en su redención”.
Dejemos que
Dios restaure nuestras relaciones en el amor: con uno mismo,
con los otros y con la creación entera. El amor, que es fruto de la acción del
Espíritu Santo, nos guía por un camino de entrega a Dios y a los demás que
transforma el mundo. Como enseñó el Papa San Pablo
VI en la encíclica Populorum progressio, es el anuncio de Cristo el primer y principal factor
de desarrollo (cf. n. 16). La verdad
originaria del amor de Dios por nosotros, vivida y anunciada, abre nuestra
existencia a aceptar este amor haciendo posible el desarrollo integral de la
humanidad y de cada hombre (cf. Caritas en
veritate, 8).
La Cuaresma nos
invita precisamente a alimentar la fe a través de
una escucha más atenta y prolongada de la Palabra de Dios y la participación en
los sacramentos y, al mismo tiempo, a crecer en la caridad, en el amor a Dios y
al prójimo, también a través de las indicaciones concretas del ayuno, de la
penitencia y de la limosna.
La relación
íntima con Jesucristo nos sitúa con sinceridad ante nosotros mismos, nos abre a
Dios y también a los demás. Y la creación entera
se reorienta a su fin y se beneficia. Siempre rezo por vosotros. No os olvidéis
de rezar por mí.
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