«SEÑOR,
DÉJALA TODAVÍA ESTE AÑO… A VER SI DA FRUTO»
Lc 13, 1–9
En aquel momento se presentaron algunos a
contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilatos con la de
los sacrificios que ofrecían.
Jesús respondió: «¿Pensáis que esos
galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo
esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O
aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, ¿pensáis
que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no;
y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera».
Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una
higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.
Dijo entonces al viñador: “Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en
esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el
terreno?”. Pero el viñador respondió: “Señor, déjala todavía este año y
mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en
adelante. Si no, la puedes cortar”».
Otras lecturas: Éxodo 3, 1-8a.13-15;
Salmo 102; 1Corintios 10, 1-6.10-12
LECTIO:
En el Evangelio de este domingo propone Jesús una
parábola, que llena de misericordia, es una invitación a convertirse. Ante la
desproporción entre la vida a la que somos llamados y la realidad nuestra de
cada día, podemos vernos reflejados en esa historia que cuenta Jesús de la viña
que no daba el fruto esperado. Es la imagen de nuestra torpeza y lejanía del
designio de Dios. Pero también Jesús es imagen del viñador bueno, con cuya
paciencia llegará a salvar la vida de su viña.
Convertirse es aceptar ese cuidado, esa espera y esa
atención. Convertirse es
dejarse llevar por Otro, hablar en su Nombre, continuar su Buena Noticia, dar
la vida por, con y como Él.
La conversión no es tanto protagonizar
nuestras gestas salvadoras, cuanto dejarse mirar, dejarse conducir, y asistir
al milagro de que en la convivencia misericordiosa con Él, nuestra viña
perdida, puede ser salvada, y dar el fruto debido. Esta
es la esperanza que nos anuncia Cristo y que en su Iglesia nos
anida. (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo
de Oviedo)
MEDITATIO:
Jesús nos llama a cambiar el corazón, a hacer un cambio
radical en el camino de nuestra vida, abandonando las componendas con el mal, las hipocresías para
emprender con firmeza el camino del Evangelio. Pero, he aquí de nuevo la
tentación de justificarnos: «¿De qué deberíamos convertirnos? (Papa Francisco)
Lamentablemente, cada uno de nosotros se
parece mucho a un árbol que, durante años, ha dado múltiples pruebas de su
esterilidad. Pero, afortunadamente, Jesús se parece a ese campesino que, con
una paciencia sin límites, obtiene una vez más una prórroga para la higuera
infecunda: «Déjala por este año todavía por si da fruto en adelante». (Papa Francisco)
Un
«año» de gracia: …el
tiempo de nuestra vida, marcado por un cierto número de Cuaresmas, que se nos ofrecen como
ocasiones de revisión y de salvación... La
invencible paciencia de Jesús. ¿Habéis pensado en la paciencia de Dios? ¿Habéis
pensado también en su obstinada preocupación por los pecadores? ¡Cómo es que
aún vivimos con impaciencia en relación a nosotros mismos! (Papa Francisco)
Nunca es demasiado tarde para convertirse.
Hasta el último momento: la
paciencia de Dios nos espera. (Papa Francisco)
ORATIO:
Dulce Cristo, Jesús bueno, luz eterna e
indefectible, pan de vida que nos fortaleces: resplandece en mí, inflámame,
ilumina y santifica a tu criatura, vacíala de su malicia, llénala de gracia y …para
que comiéndote viva de ti, camine por ti, llegue a ti, descanse en ti
Señor,
quiero aprender a tener paciencia
conmigo
mismo y con los demás.
Aprender a escuchar tu voluntad,
Aprender a escuchar tu voluntad,
CONTEMPLATIO:
El
mensaje que Jesús quiere transmitir a sus oyentes es la necesidad de la
conversión. No la propone en términos moralistas, sino realistas, como
la única respuesta adecuada a acontecimientos que ponen en crisis las certezas
humanas. Ante ciertas desgracias —advierte— no se ha de atribuir la culpa a las
víctimas. […]
La conversión, aunque no libra de los
problemas y de las desgracias, permite afrontarlos de "modo" diverso.
Ante todo, ayuda a prevenir el mal, desactivando algunas de sus amenazas.
Y, en todo caso, permite vencer el mal con el bien, si no siempre en el plano
de los hechos —que a veces son independientes de nuestra voluntad—, ciertamente
en el espiritual. En síntesis: la conversión vence el mal en su raíz, que es el pecado, aunque no siempre puede evitar sus
consecuencias. (Benedicto XVI, pp emérito)
■… Convertirse es ceder
al dominio insistente de Dios, es abandonarse a la primera señal de amor que
percibimos como procedente de Él. Abandono en el sentido de capitulación. Si
capitulamos ante Dios, nos entregamos a Él. Todas nuestras resistencias se
funden ante el fuego consumidor de su Palabra y ante su mirada; no nos queda ya
más que la oración del profeta Jeremías: "Haznos volver a ti, Señor, y volveremos" (André Louf).
Caminando hacia la Pascua se nos vuelve a insistir en la necesidad de convertirse para no perecer.
ResponderEliminarLa conversión en la Sagrada Escritura tiene como dos pulmones por donde respirar y hacer que el Corazón se transforme en sintonía con el Corazón de Cristo.
El primer pulmón por el que respirar la esperanza de la conversión es de san Juan. Convertirse está en la contemplación, en los ojos asombrados de tanto amor. Es como narra el prólogo de Juan, convertirse es como estaba el Verbo en el seno del Padre embebido contemplando el rostro de la Misericordia entrañable.
El otro pulmón de la conversión está en San Pablo, convertirse es arrancar el corazón de piedra para tener un corazón con los sentimientos del Corazón de Cristo
La conversión en clave paulina enlaza con los profetas y las promesas del Antiguo Testamento, arrancare de cuajo el corazón de piedra y te daré un corazón de carne, capaz de asombrarse y estremecerse. La nueva alianza no estará escrita en la piedra, sino en el Corazón del Señor, cien por cien divino y cien por cien humano; por ello se le revolvían las entrañas cuando veía a las ovejas que abandonadas vagaban sin sentido por peligros y oscuridades.
Siempre la conversión a la santidad será nuestra asignatura pendiente. La advertencia de Jesús sigue siendo válida, sino os convertís pereceréis de la misma manera.
+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres