TIEMPO LITÚRGICO

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viernes, 22 de marzo de 2019

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 24 DE MARZO DEL 2019, 3º DE CUARESMA (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)

«SEÑOR, DÉJALA TODAVÍA ESTE AÑO… A VER SI DA FRUTO»


Lc 13, 1–9


     En aquel momento se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilatos con la de los sacrificios que ofrecían.
     Jesús respondió: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera».
     Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?”. Pero el viñador respondió: “Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”».

Otras lecturas: Éxodo 3, 1-8a.13-15; Salmo 102; 1Corintios 10, 1-6.10-12

LECTIO:
En el Evangelio de este domingo propone Jesús una parábola, que llena de misericordia, es una invitación a convertirse. Ante la desproporción entre la vida a la que somos llamados y la realidad nuestra de cada día, podemos vernos reflejados en esa historia que cuenta Jesús de la viña que no daba el fruto esperado. Es la imagen de nuestra torpeza y lejanía del designio de Dios. Pero también Jesús es imagen del viñador bueno, con cuya paciencia llegará a salvar la vida de su viña.
Convertirse es aceptar ese cuidado, esa espera y esa atención. Convertirse es dejarse llevar por Otro, hablar en su Nombre, continuar su Buena Noticia, dar la vida por, con y como Él.
     La conversión no es tanto protagonizar nuestras gestas sal­vadoras, cuanto dejarse mirar, dejarse conducir, y asistir al milagro de que en la convivencia misericordiosa con Él, nuestra viña perdida, puede ser salvada, y dar el fruto debido. Esta es la esperanza que nos anuncia Cristo y que en su Iglesia nos anida. (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo)
           
MEDITATIO:
     Jesús nos llama a cambiar el corazón, a hacer un cambio radical en el camino de nuestra vida, abandonando las componendas con el mal, las hipocresías para emprender con firmeza el camino del Evangelio. Pero, he aquí de nuevo la tentación de justificarnos: «¿De qué deberíamos convertirnos? (Papa Francisco)
     Lamentablemente, cada uno de nosotros se parece mucho a un árbol que, durante años, ha dado múltiples pruebas de su esterilidad. Pero, afortunadamente, Jesús se parece a ese campesino que, con una paciencia sin límites, obtiene una vez más una prórroga para la higuera infecunda: «Déjala por este año todavía por si da fruto en adelante». (Papa Francisco)
     Un «año» de gracia: …el tiempo de nuestra vida, marcado por un cierto número de Cuaresmas, que se nos ofrecen como ocasiones de revisión y de salvación... La invencible paciencia de Jesús. ¿Habéis pensado en la paciencia de Dios? ¿Habéis pensado también en su obstinada preocupación por los pecadores? ¡Cómo es que aún vivimos con impaciencia en relación a nosotros mismos! (Papa Francisco)
     Nunca es demasiado tarde para convertirse. Hasta el último momento: la paciencia de Dios nos espera. (Papa Francisco)

ORATIO:
   Dulce Cristo, Jesús bueno, luz eterna e indefectible, pan de vida que nos fortaleces: resplandece en mí, inflámame, ilumina y santifica a tu criatura, vacíala de su malicia, llénala de gracia y …para que comiéndote viva de ti, camine por ti, llegue a ti, descanse en ti
Señor, quiero aprender a tener paciencia
conmigo mismo y con los demás.
Aprender a escuchar tu voluntad,

CONTEMPLATIO:
     El mensaje que Jesús quiere transmitir a sus oyentes es la necesidad de la conversión. No la propone en términos moralistas, sino realistas, como la única respuesta adecuada a acontecimientos que ponen en crisis las certezas humanas. Ante ciertas desgracias —advierte— no se ha de atribuir la culpa a las víctimas. []
     La conversión, aunque no libra de los problemas y de las desgracias, permite afrontarlos de "modo" diverso. Ante todo, ayuda a prevenir el mal, desactivando algunas de sus amenazas. Y, en todo caso, permite vencer el mal con el bien, si no siempre en el plano de los hechos —que a veces son independientes de nuestra voluntad—, ciertamente en el espiritual. En síntesis:  la conversión vence el mal en su raíz, que es el pecado, aunque no siempre puede evitar sus consecuencias. (Benedicto XVI, pp emérito)


 Convertirse es ceder al dominio insistente de Dios, es abandonarse a la primera señal de amor que percibimos como procedente de Él. Abandono en el sentido de capitulación. Si capitulamos ante Dios, nos entregamos a Él. Todas nuestras resistencias se funden ante el fuego consumidor de su Palabra y ante su mirada; no nos queda ya más que la oración del profeta Jeremías: "Haznos volver a ti, Señor, y volveremos" (André Louf).  

1 comentario:

  1. Caminando hacia la Pascua se nos vuelve a insistir en la necesidad de convertirse para no perecer.
    La conversión en la Sagrada Escritura tiene como dos pulmones por donde respirar y hacer que el Corazón se transforme en sintonía con el Corazón de Cristo.
    El primer pulmón por el que respirar la esperanza de la conversión es de san Juan. Convertirse está en la contemplación, en los ojos asombrados de tanto amor. Es como narra el prólogo de Juan, convertirse es como estaba el Verbo en el seno del Padre embebido contemplando el rostro de la Misericordia entrañable.
    El otro pulmón de la conversión está en San Pablo, convertirse es arrancar el corazón de piedra para tener un corazón con los sentimientos del Corazón de Cristo
    La conversión en clave paulina enlaza con los profetas y las promesas del Antiguo Testamento, arrancare de cuajo el corazón de piedra y te daré un corazón de carne, capaz de asombrarse y estremecerse. La nueva alianza no estará escrita en la piedra, sino en el Corazón del Señor, cien por cien divino y cien por cien humano; por ello se le revolvían las entrañas cuando veía a las ovejas que abandonadas vagaban sin sentido por peligros y oscuridades.
    Siempre la conversión a la santidad será nuestra asignatura pendiente. La advertencia de Jesús sigue siendo válida, sino os convertís pereceréis de la misma manera.

    + Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

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