«ESTE ES MI HIJO, EL ELEGIDO, ESCUCHADLO»
Lc 9, 28b – 26
En aquel tiempo, tomó Jesús a Pedro, a
Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el
aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor. De repente,
dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con
gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero
se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a
Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para
ti, otra para Moisés y otra para Elías». No sabía lo que decía. Todavía estaba
diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de
temor al entrar en la nube. Y una voz desde la nube decía: «Este
es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo».
Después de oírse la voz, se encontró Jesús
solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada
de lo que habían visto.
Otras lecturas: Génesis 15, 5-12.17-18;
Salmo 26; Filipenses 3, 17-4.1
LECTIO:
En
un atardecer cualquiera, Jesús llevará a Pedro, Juan y Santiago a orar al monte
Tabor. Acaso fuera la oración de la tarde, como era costumbre
entre los judíos. Y
entonces ocurre lo inesperado. La
triple actitud ante lo sucedido, es tremendamente humana, y en la que
fácilmente nos podemos reconocer: el
cansancio, el delirio, y el temor.
También nosotros, como aquellos tres
discípulos, experimentamos un sopor cansino ante la desproporción entre la
grandeza de Dios y nuestro permanecer como ajenos, “se caían de sueño”…
Pedro
propondrá hacer del Tabor un oasis, donde descansar sus
sueños, entrar en corduras, y sacudirse sus miedos. Pero
Jesús invitará a bajar al valle de lo cotidiano, donde
en el cada día se nos reconcilia con lo extraordinario con implacable realismo.
La fidelidad de Dios seguirá rodeándonos, con nubes o con soles, dirigiéndonos
su Palabra que seguirá resonando en la Iglesia , en el corazón y en la vida. (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo
de Oviedo)
MEDITATIO:
Jesús toma la decisión de mostrar a Pedro,
Santiago y Juan una anticipación de su gloria
para confirmarlos en la fe y alentarlos a seguirlo en el camino de la prueba,
en el camino de la Cruz. Y así sobre un monte alto, en profunda oración, se
transfigura delante de ellos: su rostro y toda su persona irradian una luz
resplandeciente. (Papa
Francisco)
Jesús
se revela como el icono perfecto del Padre, la irradiación de su gloria. Es el cumplimiento de la revelación; por ello junto a Él
transfigurado aparecen Moisés y Elías, que representan la Ley y los Profetas.
Esto significa que todo termina e inicia en Jesús, en su Pasión y en su Gloria.
(Papa Francisco)
El mensaje para los discípulos y para
nosotros es este: “!Escuchémoslo!”. Escuchar a Jesús. Es Él el Salvador: síganlo. Escuchar
a Cristo, de hecho, significa asumir la lógica de su misterio pascual, ponerse
en camino con Él para hacer de la propia existencia un don de
amor para los demás, en dócil obediencia a la voluntad de Dios, con una actitud
de desapego de las cosas mundanas y de libertad interior. (Papa Francisco)
ORATIO:
Oh Cristo, icono de la majestuosa gloria
del Padre, belleza incandescente por la llama del Espíritu Santo, luz de luz,
rostro del amor, dígnate hacernos subir a tu presencia en el monte santo de la
oración.
Señor. Quiero experimentar tu amor que sana,
sentir hoy,
a través de tu perdón,
que
transfiguras mi alma y mi corazón,
que me haces resplandecer de alegría y sentirme
amado.
CONTEMPLATIO:
El
evangelista san Lucas subraya que Jesús subió a un
monte "para orar" (Lc 9, 28) juntamente con los
apóstoles Pedro, Santiago y Juan y, "mientras oraba" (Lc 9, 29), se verificó el luminoso misterio de su transfiguración. Por tanto, para los tres
Apóstoles subir al monte significó participar en la
oración de Jesús. Pero sólo aquella
vez, en el monte, quiso manifestar a sus amigos la luz interior que lo colmaba
cuando oraba […]
La
transfiguración es, paradójicamente, la verificación de la agonía en Getsemaní (cf. Lc 22, 39-46). Ante la inminencia de la Pasión, Jesús
experimentará una angustia mortal, y aceptará la voluntad divina; en ese
momento, su oración será
prenda de salvación para todos nosotros […]
La
oración no es algo accesorio, algo opcional; es cuestión de vida o muerte. En efecto, sólo quien ora, es decir, quien se
pone en manos de Dios con amor filial, puede entrar en la
vida eterna, que es Dios mismo.
(Benedicto XVI, pp emérito)
■… No hay que
engañarse en esto: el ser mismo de Cristo hace presente al Dios tres veces
santo de la zarza ardiente y al Dios íntimo y cercano del Horeb. Sin embargo,
hay que aprehender toda la dimensión de la gloria de Jesús, que brilla de
una manera misteriosa en su éxodo a Jerusalén, es decir, en su
Pasión. En el centro mismo de su muerte gloriosa es donde Jesús libera esta
intensidad de vida divina escondida en él. La contemplación de la
transfiguración te hace penetrar en el corazón del misterio trinitario, del
cual la nube es el símbolo más brillante. Si aceptas en Jesús el entregar tu
vida al Padre por amor, participas del beso de amor que el Padre da al Hijo (Jean Lafrance).
Hoy tendemos a visibilizar nuestra vida, nuestras convicciones, nuestras conductas, en la versión de la Transfiguración lucana que nos ayuda a poner el acento en ser transfigurados, ser vidriera a través de la cual pase la luz del amor de Dios. No somos solos nosotros protagonistas de nuestra vida y nuestra historia. Contamos siempre con el Señor.
ResponderEliminarPara poder aceptar el escándalo de la cruz es necesario pasar por la subida al monte de la contemplación. Subir para bajar. De la transfiguración a la desfiguración del calvario. La subida a la contemplación nos da la certeza de que con su gracia seremos capaces de digerir la cruz como camino hacia la resurrección.
No nos podemos quedar en el lamento estéril de quien se queja continuamente de los planes incomprensibles de Dios. Muchos se pasan la vida preguntado a Dios el porqué, sin recibir respuesta. Hay que preguntar al Señor el para qué y nos responderá con el tiempo, aunque casi siempre se ha esperar.
Los que suben al Tabor entraran en el huerto de Getsemaní y se les pedirá permanecer en su Amor. Tienen que experimentarse en el monte alto que son amados de Dios, predilectos de su Corazón y sobre todo llamados a identificarse, como todos nosotros en el misterio de su pasión, muerte y resurrección qué celebramos en la eucaristía, misterio de fe.
La Iglesia siempre ha vivido la cuaresma como un camino hacia la Pascua. Estamos subiendo a Jerusalén con Jesús y sabemos que debemos identificarnos con el mismo amor que llevo a Jesús a la cruz, como expresión de su amor que ama hasta el extremo y que no se echa atrás ante los peligros y dificultades.
+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres