TIEMPO LITÚRGICO
domingo, 31 de marzo de 2019
sábado, 30 de marzo de 2019
LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 31 DE MARZO DEL 2019, 4º DE CUARESMA - DOMINGO DE LAETARE (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)
Lc 15,
1-3. 11-32
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús
todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los
escribas murmuraban, diciendo: «Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre
tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que
me toca de la fortuna”. El padre les repartió los bienes. No muchos días
después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y
allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino
por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue
entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a
sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían
los cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo: “Cuántos
jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de
hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré:
Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo:
trátame como a uno de tus jornaleros”.
Se levantó y vino adonde estaba su padre;
cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas;
y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. Su hijo le
dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme
hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus criados: “Sacad enseguida la mejor túnica
y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el
ternero cebado y sacrificadlo; comamos
y
celebremos un banquete, porque este hijo mío
estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”. Y empezaron
a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando
al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de
los criados, le preguntó qué era aquello. Este le contestó: “Ha vuelto tu
hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con
salud”. Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba
persuadirlo. Entonces él respondió a su padre: “Mira: en tantos años como te
sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito
para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo
tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero
cebado”. Él le dijo: “Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo;
pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque
este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos
encontrado”».
Otras lecturas: Josué 5, 9a.10-12; Salmo
33; 2Corintios 5, 17-21
LECTIO:
Era una escena complicada, que Jesús
resolverá con una parábola impresionante[…]
El protagonismo no recae en los hijos ni en
sus representados, sino en
el padre y en su misericordia. Sorprende
la actitud del padre en el encuentro con su hijo[…] “cuando estaba lejos, su padre lo vio; y echando a correr, se le
echó al cuello y se puso a besarlo”.
El
error que le condujo a la fuga hacia los espejismos de una falsa felicidad y de
una esclavizante independencia, será transformado por el padre en encuentro de
alegría inesperada e inmerecida. La
última palabra dicha por ese padre, sobresale sobre todas las
penúltimas dichas por el hijo, es
el triunfo de la misericordia, la
gracia y la verdad.
Triste es la actitud del otro hijo, cumplidor,
sin escándalos, pero resentido y vacío[...]
Cuando la fidelidad no produce felicidad, no se es fiel por amor sino por
interés o por miedo. Él se había quedado con su padre poniendo precio a su
gesto. Pudo tener más… pero sus ojos torpes y su corazón duro, fueron incapaces
de ver y de gozar: “tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo”, le dijo el
padre. (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo
de Oviedo)
MEDITATIO:
El Evangelio nos presenta la parábola del
padre misericordioso... Sorprende su tolerancia ante la decisión del hijo más
joven de irse de casa… Le permite marchar, aún previendo los posibles riesgos. Así actúa Dios con nosotros:
nos deja libres, también para equivocarnos, porque al crearnos nos ha hecho el
gran regalo de la libertad. (Papa
Francisco)
La separación de ese hijo es sólo física;
el padre lo lleva siempre en el corazón; espera
con confianza su regreso,
escruta el camino con la esperanza de verlo. Y un día lo ve aparecer a lo
lejos… Entonces se conmueve al verlo, corre a su encuentro, lo abraza y lo
besa. ¡Cuánta ternura! ¡Y este hijo había hecho cosas graves! Pero el padre lo
acoge así. (Papa
Francisco)
La figura del padre de la parábola
desvela el corazón de Dios. Él
es el Padre misericordioso que en Jesús nos ama más allá de cualquier medida,
espera siempre nuestra conversión cada vez que nos equivocamos; espera nuestro
regreso cuando nos alejamos de Él pensando que podemos prescindir de Él; está
siempre preparado a abrirnos sus brazos pase lo que pase. (Papa Francisco)
En este tramo de la Cuaresma que aún nos
separa de la Pascua, estamos llamados a intensificar el camino interior de
conversión. Dejémonos alcanzar por la mirada llena de amor de nuestro Padre, y
volvamos a Él con todo el corazón, rechazando cualquier compromiso con el
pecado. (Papa Francisco)
ORATIO:
Oh Dios, alejarse de ti es caer, volver a
ti es resurgir, permanecer en ti es construirse sólidamente; oh Dios, salir de
ti es morir, encaminarse a ti es revivir, habitar en ti es vivir…
Te doy gracias por tu bondad y misericordia.
He sido y soy el hijo pródigo
que no acaba nunca de volver a tu Casa,
y, a veces, soy como el hijo mayor.
y, a veces, soy como el hijo mayor.
CONTEMPLATIO:
“tú estás
siempre conmigo y todo lo mío es tuyo”
Teniéndolo todo, se quejaba de la falta de
un cabrito. Quien vive calculando, no puede entender, ni siquiera puede ver,
lo que se le ofrece gratuitamente, en una cantidad y calidad infinitamente
mayor de lo que su actitud rácana puede esperar.
La
trama de esta parábola es la trama de nuestra posibilidad de ser perdonados. Dios con esta parábola ha
ido a donde nunca antes se había atrevido, acompañándonos más allá de cuanto
nos acompaña con otras palabras también suyas.
El
sacramento de la Penitencia que de un modo especial recibimos en
estos días cuaresmales, es
el abrazo de este Padre que viéndonos en todas nuestras
lejanías se nos acerca, nos abraza, nos besa y nos invita a la fiesta de su
perdón, con misericordia entrañable. (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo)
■… Observando
al Padre logro distinguir tres caminos que llevan a una auténtica paternidad
misericordiosa: el dolor, el perdón y la generosidad. Puede parecer extraño que
el dolor conduzca a la misericordia. Pero así es. El dolor me lleva a dejar que
los pecados del mundo -incluidos los míos- desgarren mi corazón y me hagan
derramar lágrimas, muchas lágrimas por ellos. Si no son lágrimas que brotan de
los ojos, por lo menos son lágrimas del corazón. Este dolor es oración[…] Por el perdón constante es como
vamos llegando a ser como el Padre. Él perdón es el camino para superar el muro
y acoger a los demás en el corazón sin esperar nada a cambio[…] Cada vez que doy un paso
en dirección a la generosidad, me muevo del temor al amor. (H. Nouwen).
¿QUÉ TAL EL AYUNO Y LA
ABSTINENCIA DE LOS MALOS PENSAMIENTOS?
Al hablar de Cuaresma muchos se acuerdan del
ayuno y la abstinencia. Creen que, por reducir un poco los alimentos del Miércoles
de Ceniza y el Viernes Santo, y porque los viernes en lugar de comer carne
toman pescado, ya son penitentes.
La
verdad es que hacer eso no cuesta gran cosa; pero, ¿qué tal el ayunó y la
abstinencia de los malos pensamientos, el ayuno de las malas palabras y las malas acciones? Eso ya es otra cosa, que cuesta inmensamente más.
Y se
trata de seguir esta rigurosa dieta más que la de los alimentos.
Ayunar de los malos pensamientos. Cuantas malas ideas circulan con semáforo verde por
la vía pública de nuestro cerebro, como son:
las etiquetas que les ponemos a los demás, la pornografía, las intenciones malévolas,
esos resentimientos largamente alimentados, etc.
Ayunar de las palabras malas. Un
buen porcentaje de nuestra mercancía verbal es de muy mala calidad. Las murmuraciones,
las críticas son un manjar envenenado
con el que se alimentan muchas personas. El que no critica a su prójimo es una
maravilla del universo; y estas maravillas se dan muy poco. Lo normal es
criticar, murmurar, comerse al prójimo. Se critica todo y a todos con desvergüenza.
En una
ocasión encontré a una persona que me pidió sinceramente un consejo: ¿que podía
hacer para erradicar su hábito de murmurar?. Le aconseje que rezara un avemaría
cada vez que se le escapara una crítica. Tomó el consejo muy en serió, y el resultado
fue que el primer día tuvo que rezar casi tres rosarios completos. Luego, poco
a poco, fueron disminuyendo las avemarías, hasta que no tuvo que rezar ninguna,
porque había vencido el habito de murmurar. El consejo es válido, y el que
desee dejar de ser un murmurador, puede intentarlo.
Podemos
intentar también el ayunó de palabras sonoras, chistes de doble sentido, etc.
Hay mucho de que ayunar, por
ejempló, de las malas acciones. Ayuna de verdad el que deja de cometer
maldades. Ayunar de las bebidas alcohólicas; ayunar del robó, las injusticias,
fraudes, peleas, adulterios, infidelidades; ayunar de películas pornográficas,
de envidias, malos deseos contra los demás y tantas cosas más.
Si
durante este ayunó y abstinencia del mal, se toma una dieta abundante de
caridad con el prójimo, de sacramentos, de renovación espiritual, de buenas obras,
entonces tendrá sentido la Cuaresma. De
lo contrario, será una comedia aquello de correr a la Iglesia a que me pongan
ceniza o asistir a los Oficios. Algunos están
seguros de que ya se les borraron sus maldades, porque les impusieron la
ceniza; como si fuera así de fácil. Más bien, el ir a recibir ceniza significa comprometerse
a hacer ayunó y abstinencia de alguna de aquellas cosas malas que se dan en mi
vida. ¿En qué va a consistir mi ayuno y abstinencia durante esta Cuaresma?
Del
Padre Mariano de Blas
miércoles, 27 de marzo de 2019
viernes, 22 de marzo de 2019
LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 24 DE MARZO DEL 2019, 3º DE CUARESMA (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)
«SEÑOR,
DÉJALA TODAVÍA ESTE AÑO… A VER SI DA FRUTO»
Lc 13, 1–9
En aquel momento se presentaron algunos a
contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilatos con la de
los sacrificios que ofrecían.
Jesús respondió: «¿Pensáis que esos
galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo
esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O
aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, ¿pensáis
que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no;
y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera».
Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una
higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.
Dijo entonces al viñador: “Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en
esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el
terreno?”. Pero el viñador respondió: “Señor, déjala todavía este año y
mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en
adelante. Si no, la puedes cortar”».
Otras lecturas: Éxodo 3, 1-8a.13-15;
Salmo 102; 1Corintios 10, 1-6.10-12
LECTIO:
En el Evangelio de este domingo propone Jesús una
parábola, que llena de misericordia, es una invitación a convertirse. Ante la
desproporción entre la vida a la que somos llamados y la realidad nuestra de
cada día, podemos vernos reflejados en esa historia que cuenta Jesús de la viña
que no daba el fruto esperado. Es la imagen de nuestra torpeza y lejanía del
designio de Dios. Pero también Jesús es imagen del viñador bueno, con cuya
paciencia llegará a salvar la vida de su viña.
Convertirse es aceptar ese cuidado, esa espera y esa
atención. Convertirse es
dejarse llevar por Otro, hablar en su Nombre, continuar su Buena Noticia, dar
la vida por, con y como Él.
La conversión no es tanto protagonizar
nuestras gestas salvadoras, cuanto dejarse mirar, dejarse conducir, y asistir
al milagro de que en la convivencia misericordiosa con Él, nuestra viña
perdida, puede ser salvada, y dar el fruto debido. Esta
es la esperanza que nos anuncia Cristo y que en su Iglesia nos
anida. (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo
de Oviedo)
MEDITATIO:
Jesús nos llama a cambiar el corazón, a hacer un cambio
radical en el camino de nuestra vida, abandonando las componendas con el mal, las hipocresías para
emprender con firmeza el camino del Evangelio. Pero, he aquí de nuevo la
tentación de justificarnos: «¿De qué deberíamos convertirnos? (Papa Francisco)
Lamentablemente, cada uno de nosotros se
parece mucho a un árbol que, durante años, ha dado múltiples pruebas de su
esterilidad. Pero, afortunadamente, Jesús se parece a ese campesino que, con
una paciencia sin límites, obtiene una vez más una prórroga para la higuera
infecunda: «Déjala por este año todavía por si da fruto en adelante». (Papa Francisco)
Un
«año» de gracia: …el
tiempo de nuestra vida, marcado por un cierto número de Cuaresmas, que se nos ofrecen como
ocasiones de revisión y de salvación... La
invencible paciencia de Jesús. ¿Habéis pensado en la paciencia de Dios? ¿Habéis
pensado también en su obstinada preocupación por los pecadores? ¡Cómo es que
aún vivimos con impaciencia en relación a nosotros mismos! (Papa Francisco)
Nunca es demasiado tarde para convertirse.
Hasta el último momento: la
paciencia de Dios nos espera. (Papa Francisco)
ORATIO:
Dulce Cristo, Jesús bueno, luz eterna e
indefectible, pan de vida que nos fortaleces: resplandece en mí, inflámame,
ilumina y santifica a tu criatura, vacíala de su malicia, llénala de gracia y …para
que comiéndote viva de ti, camine por ti, llegue a ti, descanse en ti
Señor,
quiero aprender a tener paciencia
conmigo
mismo y con los demás.
Aprender a escuchar tu voluntad,
Aprender a escuchar tu voluntad,
CONTEMPLATIO:
El
mensaje que Jesús quiere transmitir a sus oyentes es la necesidad de la
conversión. No la propone en términos moralistas, sino realistas, como
la única respuesta adecuada a acontecimientos que ponen en crisis las certezas
humanas. Ante ciertas desgracias —advierte— no se ha de atribuir la culpa a las
víctimas. […]
La conversión, aunque no libra de los
problemas y de las desgracias, permite afrontarlos de "modo" diverso.
Ante todo, ayuda a prevenir el mal, desactivando algunas de sus amenazas.
Y, en todo caso, permite vencer el mal con el bien, si no siempre en el plano
de los hechos —que a veces son independientes de nuestra voluntad—, ciertamente
en el espiritual. En síntesis: la conversión vence el mal en su raíz, que es el pecado, aunque no siempre puede evitar sus
consecuencias. (Benedicto XVI, pp emérito)
■… Convertirse es ceder
al dominio insistente de Dios, es abandonarse a la primera señal de amor que
percibimos como procedente de Él. Abandono en el sentido de capitulación. Si
capitulamos ante Dios, nos entregamos a Él. Todas nuestras resistencias se
funden ante el fuego consumidor de su Palabra y ante su mirada; no nos queda ya
más que la oración del profeta Jeremías: "Haznos volver a ti, Señor, y volveremos" (André Louf).
PARA EL DIALOGO Y LA MEDITACIÓN
MARZO. NATURALEZA
DE LA ADORACIÓN NOCTURNA:
ESCUELA PRÁCTICA DE ORACIÓN PARA APRENDER A AMAR COMO RAZÓN DE VIVIR
De la mano de San José, custodio del
Salvador y de la Iglesia, quisiéramos que nos llevara a cada adorador por
la senda de la oración, maestro como es
de la vida interior. Preguntádselo a Teresa de Jesús. Nuestro propósito es así
mismo avanzar en el camino de la oración de la mano de nuestro fundador, el
Venerable Luis de Trelles. No, no es en nada audaz ni arriesgado. Él fue
un enamorado apasionado del Señor. Algo nos dicen todas sus actividades por
extender la adoración, la comunión continua y fervorosa, la difusión de la
doctrina sobre el Santísimo Sacramento, el decoro en los ornamentos que, en los
diversos organismos que creó, dan fe de su entrega. Don Luis fue además
un hijo fiel de la Iglesia, como su maestra Santa Teresa, también él quiso
morir como hijo de la Iglesia y mira que le tocó padecer lo indecible por
alguno de sus superiores.
Precisamente para mostrar la sintonía que
existe entre la Adoración nocturna española y la doctrina oficial recogida en
el Catecismo de la Iglesia Católica, queremos aprovechar, como lo hubiera hecho
Don Luis, algunos de los números en los que profundiza sobre la oración. Son
una maravilla, que un Adorador tiene el deber de conocer.
LA ORACIÓN ES EL PRINCIPIO VITAL DE TODO CREYENTE
¿No escuchamos casi a diario en
la liturgia eucarística de la misa: «En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y
salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor Padre Santo, Dios
todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor»? Siempre y en todo lugar ha de dar cada
ser humano alabanzas y acción de gracias a nuestro Dios, siempre y en todo
lugar.
El
catecismo de la iglesia católica nos enseña:
(2697) La oración es
la vida del corazón nuevo. Debe animarnos en todo momento. Nosotros, sin
embargo, olvidamos al que es nuestra Vida y nuestro Todo. Por eso, los Padres
espirituales, en la tradición del Deuteronomio y de los profetas, insisten en la
oración como un «recuerdo de Dios», un frecuente
despertar la «memoria del corazón»: «Es necesario acordarse de Dios más a
menudo que de respirar» (San Gregorio
Nacianceno, Oratio 27 [teológica 1], 4).
Os subrayo lo que parece decírsenos a los adoradores: Pero no se puede orar «en todo tiempo» si no se
ora, con particular dedicación, en algunos momentos: son los tiempos fuertes de
la oración cristiana, en intensidad y en duración.
Se pregunta en el número (2558)
¿QUÉ ES LA ORACIÓN?
Y recuerda la dada por otra hija de Teresa, Santa Teresita del Niño
Jesús, también doctora de la Iglesia, quien la asume como propia: «Para
mí, escribe Teresita, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada
lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro
de la prueba como en la alegría (Santa Teresa
del Niño Jesús, Manuscrito C, 25r)
La oración es un don de Dios
(2559) “La oración es
la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes” (San Juan Damasceno)
¿Desde dónde hablamos cuando oramos? ¿Desde la altura de nuestro
orgullo y de nuestra propia voluntad, o desde “lo más profundo” (Sal 130, 1) de un corazón
humilde y contrito? El que se humilla es ensalzado (cf Lc 18, 9-14). La humildad es la base de la oración. “Nosotros no sabemos pedir como conviene” (Rm 8, 26). La humildad es una
disposición necesaria para recibir
gratuitamente el don de la oración: el hombre es un mendigo de Dios (San Agustín, Sermón 56, 6, 9). Don Luis llamaba al
ser humano “la frontera de la nada” donde el Todo es nuestro Dios y
nosotros la nada.
«La maravilla de la oración se revela precisamente
allí, junto al pozo donde vamos a buscar nuestra agua: allí Cristo va al
encuentro de todo ser humano, es el primero en buscarnos y el que nos pide de beber.
Jesús tiene sed, su petición llega desde las profundidades de Dios que nos
desea. La oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de la
sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él» (San Agustín,
De diversis quaestionibus octoginta tribus 64, 4).
La oración como Alianza
(2562) ¿De dónde viene
la oración del hombre? Cualquiera que
sea el lenguaje de la oración (gestos y palabras), el que ora es todo el hombre. Sin embargo,
para designar el lugar de donde brota
la oración, las sagradas Escrituras hablan a veces del alma o del espíritu, y
con más frecuencia del corazón (más de mil veces). Es el corazón el que ora. Si éste está alejado de Dios, la expresión de la
oración es vana.
(2563) El corazón es
la morada donde yo estoy, o donde yo habito (según la expresión semítica o
bíblica: donde yo “me adentro”). Es nuestro centro escondido, inaprensible, ni
por nuestra razón ni por la de nadie; sólo el Espíritu de Dios puede sondearlo
y conocerlo. Es el lugar de la decisión, en lo más profundo de nuestras
tendencias psíquicas. Es el lugar de la verdad, allí
donde elegimos entre la vida y la muerte. Es el lugar del encuentro, ya que a
imagen de Dios, vivimos en relación: es el lugar de la Alianza.
Termino con unas palabras de Don Luis del
año 1889:
«“La adoración ha de revestir la doble forma de ser al propio tiempo acto del alma y tener algo
de la manifestación externa. La obra
externa del Guardia nocturno de S. D. M. consiste en la recitación de los
Salmos, en la actitud reverente, en la compostura y ademán respetuoso, y en la
pronunciación clara y distinta de las voces que se usan en el Oficio Divino o
en las oraciones vocales.
El culto interno, a su vez, impone la humildad
sincera, la atención e intención y advertencia de lo que se hace con el
recuerdo de la real presencia, y sobre todo
en la aplicación de la mente a pensamientos y discursos, que engendran en el
corazón sentimientos de temor, amor, compasión, arrepentimiento, etc., que
conduzcan en fin a acrecentar el amor de Dios, y a cumplir su voluntad.” »
Preguntas para el diálogo y la meditación.
■ ¿Si los Santos Padres al ser humano que descubre la
presencia de Dios en nuestro vivir de cada día le recomendaban la oración
con la misma frecuencia que la respiración por qué tenemos que ser adoradores
eucarísticos nocturnos, si sólo se nos exige acudir a la vigilia una vez al
mes?
■ ¿Por qué podemos decir que somos unos mendigos de Dios
y que nuestro corazón es el espacio real del encuentro y de la Alianza?
■ ¿Por qué la oración ha de ser a la vez una
manifestación externa y una vivencia interior que conduce a acrecentar el
amor de Dios y el cumplimiento de su voluntad?
RECUPERAR EL VIACRUCIS
Queridos hermanos y hermanas:
… El Señor nos invita en esta Cuaresma a rasgar los corazones y no las vestiduras, como nos decía el profeta Joel en el pasado Miércoles de Ceniza, a convertirnos, a cambiar nuestros criterios y actitudes y a volver a Él y a nuestros hermanos con la decisión y la humildad del hijo pródigo, que se levanta con determinación de la tristísima situación en que se encuentra, para volver a la casa del Padre, solicitar su perdón y reencontrar la paz y la alegría.
Una práctica piadosa, de gran riqueza espiritual, que puede ayudarnos mucho en nuestro camino de
conversión en esta Cuaresma es el ejercicio de Viacrucis, bendecido secularmente por la Iglesia y primado con
numerosas indulgencias. La práctica del Viacrucis ha hecho muchísimo bien a
generaciones y generaciones de cristianos, que ya en la Edad Antigua y en la alta Edad Media
peregrinaban a los santos lugares de Palestina y recorrían con piedad, fervor y
compunción de corazón los escenarios de la Pasión del Señor, meditando cada uno de los acontecimientos redentores.
Aunque parece que el primero en erigir un
Viacrucis en España fue el Beato dominico Álvaro de Córdoba en el convento de
Scala Coeli, en la Sierra cordobesa, a la vuelta de una peregrinación a Tierra
Santa, a Sevilla le cabe el honor de haber popularizado esta devoción que
pertenece a la entraña más profunda de la religiosidad sevillana. En efecto
desde aquí fue llevada a la América recién descubierta y aquí arraigó como en
ningún otro lugar a partir del año 1521, cuando don Fadrique Enríquez de
Ribera, primer marqués de Tarifa y Adelantado mayor de Andalucía, inicia el Viacrucis
a la Cruz del Campo, que según los historiadores locales, es el punto de
partida de la Semana Santa sevillana, tal y como hoy la conocemos.
Os invito a recuperar esta devoción allí donde se haya perdido y practicarla con fervor
creciente allí donde no ha desparecido del todo. La contemplación de las distintas escenas del camino
de Jesús hacia el Calvario, revividas con la lectura
de los textos bíblicos correspondientes y la apoyatura de la cálida reflexión
de un buen autor ascético, nos ayudará a penetrarnos, como nos pide san Pablo, de
los mismos sentimientos de Cristo, el cual siendo de
condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, tomó la
condición de esclavo, abajándose hasta la muerte y una muerte de cruz (Fil 2, 5-8).
De eso se trata en el ejercicio del
Viacrucis, en el que nos adentramos en la meditación de la Pasión de nuestro
Señor Jesucristo y admiramos la infinitud
de su amor por la humanidad y por cada uno de nosotros. Al contemplar los
momentos estelares de la epopeya de nuestra salvación, al meditar en su
humildad y silencio en el juicio inicuo de los sumos sacerdotes; al considerar
la cobardía cómplice de Pilatos, al que tantas veces emulamos; al verle cargar
resueltamente con la cruz, aceptando amorosamente la voluntad del Padre
celestial; al verle desplomarse por tres veces, hundido por el peso de la cruz
y de nuestros pecados; al meditar en los dolores acerbísimos de la flagelación
y de la coronación de espinas, de la crucifixión y de la lanzada del soldado
que abre su corazón; al contemplar, en suma, su muerte redentora por nuestros
pecados, hemos de movernos a la conversión, al cambio de vida y a la vuelta a
Dios.
Al mismo tiempo, hemos de decidirnos de
una vez por todas a responder con amor a su entrega generosa y preguntarnos,
como hace San Ignacio en sus Ejercicios Espirituales: “Qué he hecho por Cristo,
que hago por Cristo, qué debo hacer por Cristo”. Del mismo modo, la
contemplación del amor inmenso de Jesús por nosotros debe llevarnos a renovar y
fortalecer nuestra fraternidad, a amar y servir a nuestros hermanos, especialmente
los más pobres y necesitados, con los que él se identifica. Así nos lo dice el
apóstol San Juan: “Si Dios nos ha amado de esta manera, también nosotros
debemos entregar la vida por nuestros hermanos” (1 Jn
4,11).
Dios quiera que la práctica del Viacrucis
aliente nuestra conversión y nos ayude a prepararnos a las celebraciones de la
Pasión y Muerte de nuestro Señor.
Para todos, mi saludo fraterno y mi
bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina - Arzobispo de Sevilla
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