TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 30 de junio de 2018

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 1º DE JULIO DEL 2018, 13º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)

«CONTIGO HABLO, NIÑA, LEVÁNTATE»
Mc. 5. 21- 43

        En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor y se quedó junto al mar. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva». Se fue con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba.
     Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando: «Con solo tocarle el manto curaré». Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado.
     Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente y preguntaba: «¿Quién me ha tocado el manto?». Los discípulos le contestaban: «Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”». Él seguía mirando alrededor, para ver a la que había hecho esto. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que le había ocurrido, se le echó a los pies y le confesó toda la verdad. Él le dice: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad».
     Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?». Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe». No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta; está dormida». 
     Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: Talitha qumi (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»). La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

Otras Lecturas: Sabiduría 1,13-15;2.23-24; Salmo 29; 2Corintios 8,7.9.13-15

LECTIO:
     La Palabra de Dios de este domingo comienza haciendo una proclama a favor de la vida, diciendo que el Creador ama a su criatura, que no quiere que perezca ni se malogre en ningún sentido… Más allá de todas nuestras trampas e incoherencias, seguimos soñando con el proyecto de Dios, tantas veces truncado y censurado: hemos sido creados para la vida y para el amor, para ser felices, dichosos, bienaventurados.
     La escena de hoy nos habla de fe: la de un jefe de la sinagoga, y la de la mujer que sufría hemorragias. La hemorroísa quedará curada por la fe y también será la fe de Jairo, el padre de la pequeña, la que obtendrá el milagro de su resurrección: "no temas, basta que tengas fe" dirá Jesús a Jairo cuando le comunican el fatal desenlace.
     Hay un pequeño grupo de personas muy significativas en la casa de Jairo, que pertenecían a la usanza y folklore judíos: los flautistas y las plañideras. Su labor constituía en crear un ambiente dramático al del por sí drama de la muerte. Al entrar Jesús, estas personas tienen que salir: son incompatibles quienes cantan a la vida y quienes plañen a la muerte.
     En nuestro mundo de cada día, hay muchas muertes de tantas formas, naturales y artificiales, manifiestas y aterciopeladas, y abundan también las plañideras y flautistas de turno que crean y fomentan el terror, la corrupción en todas sus variantes, la tristeza y el desencanto, pero también hay gente que generan alegría, esperanza, vida.
     Los testigos de la fe hemos de pedir incesantemente la ayuda del Señor para que desaloje la muerte y a sus músicos y plañideros, y trabajar para que nuestra presencia sea prolongación de la de Jesús, porque la sanación y vivificación de Jesús pasa por nuestras manos a través de las cuales Él bendice, amonesta, acoge y acaricia. (Jesús Sanz Montes - Arzobispo de Oviedo)

MEDITATIO:
     Jesús está siempre en medio de la muchedumbre… Muchedumbre que envuelve a Jesús, que «le estrecha». Y Él se queda ahí. Y, es más, cada vez que Jesús salía, había más que una muchedumbre… Él buscaba a la gente. Y la gente le buscaba a Él: la gente tenía los ojos fijos sobre Él y Él tenía los ojos fijos sobre la gente. (Papa Francisco)
     «¿Quién me ha tocado?» Jesús estaba en medio de esa gente, que le estrechaba pero estaba seguro: «¡alguien me ha tocado!». Efectivamente, «en medio de esa muchedumbre Jesús se fijó en esa viejecita que le había tocado. Y la curó». Había «mucha gente», pero Él prestó atención precisamente a ella, «una señora, una viejecita». (Papa Francisco)
     La narración evangélica continúa con el episodio de Jairo. También en esta situación Jesús se encuentra en medio de la muchedumbre, con mucha gente que lloraba, gritaba en el velatorio y a ellos Jesús dice: «estad tranquilos, la niña duerme». Y «resucita a la niña». Jesús en esa confusión se preocupa de decir “¡dadle de comer”!». Es la atención,  «la mirada de Jesús sobre el pequeño. ¿Pero no tenía otras cosas de las que preocuparte, Señor? No, de esto». (Papa Francisco)
     «¿Qué nos ocurrirá si tenemos la mirada fija en Jesús?». Nos ocurrirá  lo que le ocurrió a la gente después de la resurrección de la niña: «ellos se quedaron con gran estupor». Ocurre efectivamente que «yo voy, miro a Jesús, camino delante, fijo la mirada en Jesús y ¿qué encuentro? Que Él tiene la mirada fija sobre mí. Y esto me hace sentir gran estupor. (Papa Francisco)
     «El estupor del encuentro con Jesús». Pero para experimentarlo, no hay que tener miedo, «como no tuvo miedo esa viejecita para ir a tocar el bajo del manto». ¡No tengamos miedo! Corramos por este camino, con la mirada siempre fija sobre Jesús. Y tendremos esta bonita sorpresa: nos llenará de estupor. El mismo Jesús tiene la mirada fija sobre mí. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Oh Padre, reconocemos que tú has creado todo para la vida: transfórmanos, día tras día, a la medida de tu Hijo sacrificado, para que podamos saborear la bondad infinita de la vida.

Sana, Jesús,  mi enfermedad,
limpia mi suciedad, alumbra mi ceguedad,
enriquece mi pobreza, viste mi desnudez…

CONTEMPLATIO:
«No temas; basta que tengas fe»
     Contempla a un hombre y una mujer postrados a los pies de Jesús. Saben que puede solucionar su problema. Jairo anhela que su hija no muera. “Mi hija está enferma. Ven a imponerle las manos para que se salve y viva”. La mujer quiere verse curada de su enfermedad. “Si sólo tocara su vestido, quedaré sana”. Cuando Jesús descubre su fe, no se puede resistir. “La niña no ha muerto, está dormida... Levántate”. “Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y que se cure tu mal”.
«Hija, tu fe te ha salvado»
     Qué grande es el hombre cuando, consciente de su pequeñez y de su indigencia, sabe buscar lo que necesita en Aquel que es verdaderamente grande. El corazón del mismo Dios se conmueve al ver la actitud de sus hijos que acuden a Él como verdadero Padre. El que ama y se sabe amado, no tiene miedo de pedir y no se reserva nada cuando se trata de dar. Seamos conscientes de que Dios nos ama, aunque no lo merezcamos. Aún más, nos ama en nuestra debilidad, que nos acerca a Él. Sepamos ofrecerle nuestra fe y nuestra confianza total.


    Los mismos paganos, que tampoco creen en la resurrección, acaban por encontrar argumentos de consolación y dicen: «Soporta con coraje; no es posible eliminar cuanto ha sucedido, y con las lágrimas no ganas nada». Y tú, que escuchas palabras tanto más sublimes y consoladoras que éstas, ¿no te avergüenzas de comportarte de un modo más inconveniente que los paganos? [] Nosotros no te exhortamos a soportar la muerte con firmeza, dado que ésta es inevitable e irremediable; al contrario, te decimos: «Ánimo, es absolutamente cierto que existe la resurrección: la niña duerme, no está muerta; reposa, no está perdida para siempre». Están dispuestas, efectivamente, para acogerla la resurrección, la vida eterna, la inmortalidad y la heredad misma de los ángeles. ¿No oyes el salmo que dice: «Alma mía, recobra la calma, que el Señor te ha agraciado » (Sal 116,7) Llama Dios «gracia» a la muerte ¿y te lamentas? (Juan Crisóstomo).

1 comentario:

  1. Jesús sigue recorriendo los caminos, haciendo el bien y sembrando de vida y esperanza lugares de tristeza y muerte.
    El jefe de la sinagoga, Jairo, se acerca a Jesús a pedirle que cure a su niña, que está en las últimas. A Jesús le conmueve siempre el Corazón, el sufrimiento. Ante un padre de familia la ternura de Jesús se desborda en comprensión, en no parar hasta llevarle el consuelo que brota de su Corazón de oro.
    Al caminar hacia la niña que está muriéndose se encuentra con otro episodio de compasión, de ternura, de cercanía hacia los que sufren.
    Aún en medio de una multitud que le apretuja descubre que alguien le “ha tocado” con fe y con deseo de ser curada. El Señor sabe distinguir entre la cercanía que se tiene a veces cuando estamos con mucha gente, como cuando vamos en el autobús, o la cercanía del corazón, cuando alguien se acerca y busca en nosotros la sanación, la curación de tantas enfermedades que desangran el corazón. Sólo por tocar su manto con fe queda curada aquella mujer buscadora de sanación, de ternura, de ser reconciliada en el Amor. Aquí alaba la fe de aquella mujer que con este gesto de tocarle con fe es capaz de conmover el Corazón de Cristo.
    Cuando llega a la casa de Jairo y le anuncian que la niña ha muerto, también a Jesús le puede la fe de aquel hombre y la fe hace siempre milagros. El Señor no quiere nunca que nos quedemos en todas las experiencias de muerte, ante el dolor, la enfermedad, el pecado…Siempre nos lleva a que nos abramos a la Misericordia que es siempre vida. Siempre que nos cerramos al Amor de Dios, es muerte; cuando nos abrimos a su Misericordia, recuperamos la vida y se dan en nosotros signos de vida y resurrección como se refleja en este pasaje del Evangelio. Donde se abre el Amor de Dios, se vence toda la oscuridad de dolor, de enfermedad, de muerte, y se vive en quien dijo que Él era “la resurrección y la vida”.
    Detrás de cada experiencia de dolor y muerte, el Señor nos coge de la mano y nos dice como a aquella niña: “levántate” ¿De qué nos tenemos nosotros que levantar?

    +Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres


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