«JUAN ES SU NOMBRE»
Lc. 1, 57-66. 80
A Isabel se le cumplió el tiempo del parto
y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le
había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella.
A los ocho días vinieron a circuncidar al
niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino
diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan». Y le dijeron: «Ninguno
de tus parientes se llama así».
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió
una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Y todos se quedaron maravillados.
Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a
Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por
toda la montaña de Judea. Y todos los que los oían reflexionaban diciendo: «Pues
¿qué será este niño?». Porque la mano del Señor estaba con él.
El niño crecía y se fortalecía en el
espíritu, y vivía en lugares desiertos hasta los días de su manifestación a
Israel.
Otras Lecturas: Isaías 41,1-6; Salmo 138; Hechos 13,22-26
LECTIO:
El evangelista Lucas nos recuerda cómo se
cumple la promesa del profeta Zacarías. Unos padres mayores se ven llenos de la
alegría y del gozo de que van a ser padres y esto lo comparten con los vecinos
y familiares.
Vemos
en la narración evangélica dos aspectos importantes: la misericordia
que hace que unos padres estériles y mayores puedan concebir y tener un hijo, y también el nombre elegido
para este hijo, Juan,
que significa “Dios muestra su amor”,
“Aquel que es misericordioso, compasivo, dar gracias“.
Juan
va creciendo y descubre que él tiene una misión que cumplir, se retira al
desierto y vive en el silencio como asceta, allí empieza a preparar la
venida del Mesías, convence y mueve a la conversión. Juan es humilde, sencillo,
sabe que es un instrumento
para anunciar la Palabra, pero él no es la Palabra. Denuncia la
injusticia, la falta de amor… Él sabe que su
misión es allanar el camino,
para que llegue quien quitará el pecado, la corrupción, quien sembrará el amor,
la solidaridad y la esperanza entre los más rechazados de la sociedad.
MEDITATIO:
Preparar, discernir, disminuir. En estos
tres verbos se encierra la experiencia espiritual de san Juan Bautista, aquel
que precedió la venida del Mesías «predicando el bautismo de conversión» al
pueblo de Israel. (Papa
Francisco)
Juan trabajó sobre todo para preparar, sin
coger nada para sí, la gente lo buscaba, lo seguía… Y si quizá tuvo la
tentación de creer que era importante, no cayó en ella, como demuestra la
respuesta dada a los doctores que le preguntaban si era el Mesías: «Yo soy solamente voz, pero he venido
para preparar el camino al Señor». Su primera tarea, por lo
tanto, es «preparar el corazón del pueblo para el encuentro con el Señor». (Papa francisco)
Pero ¿quién es el Señor? En la respuesta a
esta pregunta se encuentra «la segunda vocación de Juan: discernir, entre tanta
gente buena, quién era el Señor». Y el Espíritu se lo reveló: “Es éste. Este es
el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Mientras en la preparación
Juan decía: “Tras
de mí viene uno...”,
en el discernimiento, sabe discernir y señalar al Señor: “Delante de mí... ese
es”. (Papa Francisco)
Aquí se inserta «la tercera vocación de
Juan: disminuir». Desde ese momento su vida comenzó a decrecer, a disminuir
para que creciera el Señor, hasta anularse a sí mismo. Esta fue la etapa más
difícil de Juan, porque en la cárcel sufrió no sólo la oscuridad de la celda,
sino la oscuridad de su corazón. (Papa
Francisco)
Es bello pensar así la vocación del
cristiano. Un cristiano no se anuncia a sí mismo, anuncia a otro, prepara el
camino a otro: al Señor. Es más debe saber discernir, debe conocer cómo
discernir la verdad de aquello que parece verdad y no es: hombre de
discernimiento. Y finalmente debe ser un hombre que sepa abajarse para que el
Señor crezca, en el corazón y en el alma de los demás. (Papa Francisco)
ORATIO:
Oh Dios de nuestros
padres, tú nos llamas a ser «voz»: concédenos reconocer tu Palabra, reconocer
la única Palabra de vida eterna, para que anunciemos esta sola Verdad a los
hermanos.
Señor, me has llamado, como a Juan,
para que, a pesar de mi pequeñez y mis pecados,
sea una bendición para mi familia y mis amigos,
para mi comunidad cristiana y para el mundo.
CONTEMPLATIO:
«Pues
¿qué será este niño?»
Contempla algunos rasgos de la vida del
Bautista y cómo se reflejan en tu vida.
Juan
llama a la conversión:
Convertíos porque ha llegado el Reino de Dios. Dad, pues, fruto digno de conversión.
No busca
protagonismos: Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él. El
que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le
oye, se alegra mucho con la voz del novio. Esta es, pues, mi alegría, que ha
alcanzado su plenitud. Es preciso que él crezca y que yo disminuya.
Anuncia la venida del Mesías y señala su presencia: Yo os bautizo en agua para la conversión; pero aquel que
viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las
sandalias. He ahí el Cordero de Dios. He visto al Espíritu que bajaba como una
paloma del cielo y se quedaba sobre él.
No tiene miedo: Herodes había prendido a Juan, le había encadenado y puesto
en la cárcel, por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo.
Porque Juan le decía: «No te es lícito tenerla.»
Vivió la pobreza y la
austeridad: Juan llevaba un vestido
de pie de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre.
Es curioso, pero San Juan Bautista no recibió el mismo nombre que su padre Zacarías, que quiso y tenía que ponerlo él, sino que el nombre fue Juan que significa “fiel a Dios”. Al coincidir este domingo con el nacimiento de San Juan Bautista la Iglesia lo celebra como “el mayor nacido de mujer” que dirá Jesús.
ResponderEliminarLa Iglesia sólo celebra la Natividad de Jesús (25 de diciembre), la Natividad de María (8 de septiembre), y la Natividad de San Juan Bautista. Esto nos sugiere la importancia y la clave del precursor del Mesías que es como el que cierra el Antiguo Testamento y nos invita a vivir el inicio del Nuevo Testamento que tiene a Jesús Redentor del hombre como su centro y cumbre.
Tres características nos pueden ayudar en este pasaje de Lucas que nos lanzan como a Juan Bautista a vivir preparando siempre el camino del Señor y a ser fieles a los proyectos de su Corazón:
1. La espiritualidad de San Juan Bautista no es todavía plenamente de Jesús de Nazaret. Juan Bautista es profundamente humilde y ahí radica su grandeza, pero tendrá que recorrer caminos áridos hasta que llegue a dar la vida por la Verdad, que es Cristo. Después de pasar por la noche oscura del calabozo y de las dificultades para creer en el mesianismo de Jesús, cuando se da cuenta que aparentemente el Señor no cumple sus promesas y nos deja en la estacada pues en su vida no se cumplió que el Mesías venía a librar a los encarcelados de las prisiones injustas.
Juan Bautista es persona humana, Jesús es persona divina, es “grito” que a veces da miedo y asusta. Jesús es “la Palabra” que nos enamora con su ternura y que hasta los niños se acercan porque no transmite miedo ni angustia. Juan provoca el grito, la denuncia, el ponerle las pilas a todos, Jesús es siempre buena noticia para el que sufre.
2. El Bautista, que sobre todo es denuncia, que vive en el desierto, viste extravagantemente y se alimenta de un modo llamativo, no es Jesús, que vive entre la gente en Nazaret, aunque vaya al desierto a la oración, viste con normalidad, “pasó por uno de tantos” y come con normalidad en la mesa de la gente hasta ser tachado de “comilón y bebedor”
3. Por último Juan es grito, es balbuceo, pero no es la Palabra que “se hizo carne y habitó entre nosotros” Jesús es el que indica Juan Bautista como “Cordero que quita el pecado del mundo”. Debemos mirar al Señor que indica Juan con el dedo, pero no nos quedemos mirando al dedo que indica. Miremos y contemplemos al que Juan con su vida y su testimonio nos lanza, a Jesús, que nos abre su Corazón como Redentor del mundo y nos lanza a vivir sembrando la tierra de la alegría del Evangelio que es la Buena Noticia a los pobres y que viven sin esperanza.
+Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres