TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 7 de mayo de 2016

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 8 DE MAYO, SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DE NUESTRO SEÑOR (Comentario de Mons. Demetrio Fernández González.-Obispo de Cordoba)

«Y MIENTRAS LOS BENDECÍA… SUBIÓ AL CIELO»

Lc. 24,46-53
            En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. 
       Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto."
       Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

Otras Lecturas: Hechos 1,1-11; Salmo 46; Hebreos 9,24-28; 10,19-23

LECTIO:
                Después de la  Resurrección de Jesús empezará la llamada a los hombres para que se conviertan, para que vuelvan a Dios. En su nombre, se predicará también el perdón de los pecados.  Él regresa hoy a su Padre. Esa predicación se hará en su nombre y con la fuerza de su Espíritu, pero serán los suyos los que la tengan que llevar adelante. Esta predicación será “a todos los pueblos”. La buena noticia ya no se puede identificar con ningún pueblo determinado, es para todas las naciones.
       Jesús pide a sus discípulos  que hasta que no hayan recibido al Espíritu Santo no salgan a la misión: no se puede ir a predicar a Jesús de cualquier manera. El testigo debe ser humilde, debe saber que actúa en nombre de Otro.
       Después Jesús les invita a que le acompañen. Salen fuera de Jerusalén, hasta Betania. Y allí se produce la ascensión de Jesús al cielo. Los discípulos se postraron para recibir la bendición de Jesús y regresaron a Jerusalén con gran alegría y se dedicaron a bendecir a Dios.
       Se alegraron porque habían, finalmente, entendido a Jesús. No os dejo. Seguiré estando con vosotros. Todavía no podían empezar a predicar, debían esperar el don del Espíritu santo, pero en los corazones de aquellos hombres no cabía ninguna duda. Sentían a Jesús tan profundamente como cuando lo habían acompañado por los caminos de Israel. Y eso, lo tenían que contar.

MEDITATIO:
     La Ascensión de Jesús ocurre en el Monte de los Olivos, cerca del lugar donde se había retirado en oración antes de la pasión para permanecer en profunda unión con el Padre: una vez más, vemos que la oración nos da la gracia de vivir fieles al proyecto de Dios. (Papa Francisco)
     Durante la Ascensión Jesús cumple el gesto sacerdotal de la bendición: Jesús es el único y eterno Sacerdote, que con su pasión atravesó la muerte y el sepulcro y resucitó y ascendió a los cielos; está con Dios Padre, donde intercede por siempre en nuestro favor.  Como afirma San Juan en su primera epístola Él es nuestro abogado. (Papa Francisco)
     Nosotros tenemos un abogado que nos defiende siempre, nos defiende de las insidias del diablo, nos defiende de nosotros mismos, de nuestros pecados. No tengamos miedo de acudir a él para pedir perdón, pedir la bendición, pedir misericordia. Él nos perdona siempre,  nos defiende siempre. (Papa Francisco).
“… se volvieron a Jerusalén con gran alegría”.
     El evangelista pone de relieve la profunda alegría de los Apóstoles. ¿Por qué? Porque, con la mirada de la fe, entienden que, aunque no está ante sus ojos, Jesús permanece con ellos para siempre, no los abandona y, en la gloria del Padre los conforta, los guía e intercede por ellos. (Papa Francisco)
     En nuestra vida nunca estamos solos: tenemos este abogado que nos espera, que nos defiende. El Señor crucificado y resucitado nos guía. Con nosotros hay muchos hermanos y hermanas que en el silencio y la oscuridad, en la vida familiar y laboral, en sus problemas y dificultades, en sus alegrías y esperanzas, viven cotidianamente la fe y llevan al mundo el amor de Dios, en Cristo resucitado, ascendido al Cielo, nuestro abogado. (Papa Francisco)
                                                                                                                                                                     
ORATIO:
     No permitas, Señor, que las tinieblas del olvido ofusquen la esperanza que hoy se ha encendido en nuestros corazones: que en la oscuridad de la noche su luz resplandezca más viva.

Haznos, Señor, creer verdaderamente en tu amor
para caminar en fidelidad y ser testigos en el mundo.
Queremos escucharte siempre, Señor,
hacer vida tu Palabra…

     Que nuestro deseo, como hijos agradecidos, sea dejarnos atraer cada vez más hacia ti y hacia el Padre con el vínculo del amor.

CONTEMPLATIO:

        “Yo me voy al Padre… os conviene que yo me vaya para que recibáis el Espíritu Santo”.

     La fiesta de la Ascensión del Señor nos recuerda que, terminada la presencia histórica de Jesús, vivimos "el tiempo del Espíritu", tiempo de creatividad y de crecimiento responsable. El Espíritu nos da luz y aliento para ir buscando caminos siempre nuevos para reproducir hoy su actuación. Así nos conduce hacia la verdad completa de Jesús.

“Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo”.

     Cuando un día abandonemos esta vida, no partiremos hacia lo desconocido, sino hacia un hogar en el que nos espera ese Jesús al que hemos querido tanto en esta vida y esas personas a las que hemos querido. Allí nos volveremos a encontrar y nos sentiremos para siempre en nuestra verdadera casa.

Tenemos, pues, en el cielo la prenda de nuestra vida: hemos sido asumidos junto con Cristo. Es cierto que seremos arrebatados también entre las nubes si somos encontrados dignos de ir a su encuentro (…) Por eso, carísimos, oremos todos para poder estar entre los que irán a su encuentro, aunque sea entre los últimos. (Juan Crisóstomo).

1 comentario:

  1. La fiesta de la Ascensión del Señor señala la entronización de Jesús como Señor y Rey a la derecha del Padre para interceder por nosotros y para venir glorioso al final de los tiempos, cuando todo le sea sometido, incluso la muerte. Es una fiesta de gloria, es una fiesta de victoria, es una fiesta muy gozosa.
    A los cuarenta días de su resurrección, Jesús subió al cielo. Es decir, dejó de ser visto por sus apóstoles, que nos enseñaron a esperarlo hasta su venida gloriosa. La ascensión de Jesús al cielo inaugura una etapa de comunicación fluida entre el cielo y la tierra. Desde entonces, el cielo no es algo lejano. Tenemos allí, junto al Padre, a uno de nuestra propia carne, el enviado del Padre para redimir a los hombres por su sangre en la Cruz.
    Y desde el cielo tira de todos nosotros como hacia la patria que nos espera. Pensar en el cielo no nos hace ajenos a la tierra, no nos distrae de los problemas de este mundo, no nos hace extraños a la misión que se nos ha encomendado. Pensar en el cielo es vivir en la realidad, hemos nacido para el cielo. Por el contrario, prescindir de este aspecto de nuestra existencia es como si nos aserraran la cabeza para caber en las medidas de este mundo, es como achatar nuestra figura para quedar reducidos a lo puramente mundano.
    La ascensión del Señor nos hace mirar a lo alto, mirar al cielo a donde Jesús se ha ido para atraernos a todos hacia él. Mirar al cielo es levantar el vuelo de nuestras aspiraciones y ensanchar el horizonte de nuestra vida. Mirar al cielo es lo propio de quien espera una vida mejor después de la vivida en la tierra, el que espera la vida eterna.
    María santísima ya está con su hijo Jesús en el cielo, en cuerpo y alma. Celebramos esta fiesta el 15 de agosto. Y no podía ser de otra manera, que la que nos ha dado la alegría de la salvación no conociera la tristeza del sepulcro. Los demás santos han volado en el espíritu hasta el cielo, mientras su cuerpo espera la resurrección gloriosa en el último día. La muerte señala el paso de la tierra al cielo, no es por tanto el final, sino el tránsito doloroso hacia una situación mejor, el cielo que nos espera.
    Si somos, por tanto, ciudadanos del cielo que todavía viven en la etapa terrena, debemos vivir con Cristo que está sentado junto al Padre. Esa es nuestra morada. Con esta certeza y con esta esperanza, nos ponemos a la tarea de cada día, cuya meta es llevar a Jesucristo a todos los hombres e ir transformando este mundo, haciéndolo cada vez más parecido al cielo. Las ideas marxistas dicen que si miramos al cielo, nos desentendemos de la tierra. Nada más falso. Precisamente los santos son los que han tenido más capacidad para transformar la historia y llenarla de amor, porque su corazón ha estado lleno de Dios. Otras ideologías de hoy prescinden de esta dimensión, que la consideran ilusoria o como muy a largo plazo. Y sin embargo, cada uno de nuestros actos adquiere una dimensión inmensa si actuamos en la perspectiva del cielo, como nos enseñan los santos.
    Fiesta de la Ascensión, para subir al cielo con Jesús. Que esta fiesta ensanche nuestro corazón, lo llene de esperanza y nos abra un horizonte que no tiene fin. Cristo ha vencido la muerte y nos garantiza la victoria sobre todos los males de nuestro mundo. Él es nuestra esperanza. Su victoria es nuestra victoria. Gocemos con él por su triunfo en este día y sepamos descubrir esta victoria en los múltiples contratiempos de la vida.
    Recibid mi afecto y mi bendición:
    + Demetrio

    ResponderEliminar