TIEMPO LITÚRGICO

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viernes, 13 de mayo de 2016

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 15 DE MAYO, SOLEMNIDAD EN LA PASCUA DE PENTECOSTÉS (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

«Y EXALÓ SU ALIENTO… RECIBID EL ESPÍRITU SANTO»

Jn. 20,19-23
            Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros.
       Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
       Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

Otras Lecturas: Hechos 2,1-11; Salmo 103; Romanos 8,8-17

LECTIO:
                Con este texto concluimos las fiestas de Pascua. A los discípulos, reunidos por el miedo, se les convierte en testigos dándoles el don del Espíritu Santo y además los dones de la paz, de la alegría, de la misión, de la comunión, del perdón.
       La nueva comunidad de testigos de la resurrección continuará la misión de Jesús con la fuerza y el amor de su Espíritu. Jesucristo, el enviado del Padre, ahora envía a sus testigos que no estarán solos.
       Él, que murió para el perdón del pecado del mundo, ahora les da a sus testigos el poder de perdonar los pecados por el Espíritu Santo para que todos vuelvan al Padre.
       De este modo, el primer hombre que por el pecado había abandonado al Padre y rechazado la fraternidad; ahora por el Resucitado y su Espíritu, es recreado y reconciliado.
       El ser humano, por la aceptación del evangelio, podrá volver al Padre que lo creó en comunión con sus hermanos.

 MEDITATIO:
     En este día, contemplamos y revivimos en la liturgia la efusión del Espíritu Santo que Cristo resucitado derramó sobre la Iglesia, un acontecimiento de gracia que ha desbordado el cenáculo de Jerusalén para difundirse por todo el mundo.
     A la luz de este texto  de los Hechos de los Apóstoles (Hch. 2.1-11), deseo reflexionar sobre tres palabras relacionadas con la acción del Espíritu: novedad, armonía, misión. (Papa Francisco)
En  toda la historia de la salvación, cuando Dios se revela ofrece siempre novedad, trasforma y pide confianza total en Él. La novedad que Dios trae a nuestra vida es lo que verdaderamente nos realiza, lo que nos da la verdadera alegría, la verdadera serenidad, porque Dios nos ama y siempre quiere nuestro bien.
     Preguntémonos hoy: ¿Estamos abiertos a las “sorpresas de Dios”? ¿O nos encerramos, con miedo, a la novedad del Espíritu Santo?        
En la Iglesia, la armonía la hace el Espíritu Santo… Si nos dejamos guiar por el Espíritu, la riqueza, la variedad, la diversidad nunca provocan conflicto, porque Él nos impulsa a vivir la variedad, la diversidad en la comunión de la Iglesia.
…la Eclesialidad es una característica fundamental para los cristianos, para cada comunidad, para todo movimiento. La Iglesia es quien me trae a Cristo y me lleva a Cristo…
     Preguntémonos: ¿Estoy abierto a la armonía del Espíritu Santo, superando todo exclusivismo? ¿Me dejo guiar por Él viviendo en la Iglesia y con la Iglesia?
Lo que sucedió en Jerusalén hace casi dos mil años no es un hecho lejano, es algo que llega hasta nosotros, que cada uno de nosotros podemos experimentar… Es el Espíritu Paráclito el que da el valor para recorrer los caminos del mundo llevando el Evangelio. El Espíritu Santo nos muestra el horizonte y nos impulsa a las periferias existenciales para anunciar la vida de Jesucristo.
     Preguntémonos si tenemos la tendencia a cerrarnos en nosotros mismos, en nuestro grupo, o si dejamos que el Espíritu Santo nos conduzca a la misión. 
                                                                                                                                                                      
ORATIO:
“Ven Dios Espíritu Santo”,
   …Y envíanos desde el cielo tu luz para iluminarnos. Sin tu inspiración divina, las gentes, nada podemos y el pecado nos domina.
   …Lava nuestras inmundicias, fecunda nuestros desiertos y cura nuestras heridas.
   …Doblega nuestra soberbia, calienta nuestra frialdad, endereza nuestras sendas.
“Ven Dios Espíritu Santo”,
   …Concede, a quienes ponemos en ti nuestra fe y nuestra confianza, tus siete sagrados dones.
   …Danos virtudes y méritos, danos una buena muerte y contigo el gozo eterno".
Amen.

CONTEMPLATIO:
      Ven Espíritu creador de Dios. En tu mundo no hay paz… Despierta en nosotros el respeto a todo ser humano. Haznos constructores de paz. No nos abandones al poder del mal.
      Ven Espíritu liberador de Dios. Libera en nosotros la fuerza para trabajar por un mundo más justo. Haznos más responsables y solidarios. No nos dejes en manos de nuestro egoísmo.
     Ven Espíritu renovador de Dios. Despierta en nosotros la compasión que lucha por la justicia. Enséñanos a defender siempre a los últimos. No nos dejes vivir con un corazón enfermo.
     Ven Espíritu consolador de Dios. Reaviva en nosotros la atención a los que viven sufriendo. Enséñanos a estar más cerca de quienes están más solos. Cúranos de la indiferencia.
     Ven Espíritu bueno de Dios. Despierta en nosotros la fe y la confianza en Ti. Haznos portadores de tu Buena Noticia. No nos dejes huérfanos.
     Ven Espíritu vivificador de Dios. Tus hijos e hijas no sabemos cuidar la vida… Infunde en nosotros tu aliento creador. Haznos caminar hacia una vida más sana.  No nos dejes solos. ¡Sálvanos!

El Espíritu Santo, aun siendo uno solo, único e indivisible en el aspecto, confiere, pese a todo, a cada uno la gracia según su voluntad (cf. 1 Cor 12,11). (…) Y del mismo modo que quienes, sumergidos antes en las tinieblas, han visto de improviso el sol que ilumina el ojo de su cuerpo, pueden ver lo que antes no veían, así quien ha sido hecho digno de recibir el Espíritu Santo queda iluminado en el alma y ve en el orden sobrenatural todo lo que antes no conseguía ver (Cirilo de Jerusalén).

1 comentario:

  1. Hemos ido recorriendo las grandes etapas de la vida del Señor al compás de la liturgia. El domingo pasado celebrábamos la Ascensión del Señor. Impresiona sobremanera el ver que esta “última Palabra” que Dios envía, la de su Hijo, sea dicha con tanta precariedad. Porque no será este hablar postrero de Dios una Palabra apabullante y tumbativa, sino humilde y libre como todas las suyas. Acampó su Palabra en nuestras tierras condenadas a tantos exterminios, y abrió su Tienda para encontrarse con noso¬tros en el Encuentro más estremecedor y decisivo, a fin de estrenar la felicidad, la verda¬dera humanidad y la dicha bienaventurada de un amor sin precio ni ficción.
    ¿Podemos tener acceso a cuanto dijo Jesús en su arameo, en su oriente medio, hace tantos años ya? Aquí nos lo jugamos todo. Porque este «todo» se reduce a saber si aquello que ocurrió entonces, es posible que vuelva a suceder hoy, aquí y ahora. Y Pentecostés es la gracia de perpetuar día tras día, lugar tras lugar, lengua tras lengua, la Palabra y la Presencia de Jesús.
    Así lo prometió Él: “os he dicho todo estando entre vosotros, pero mi Padre os en-viará al Espíritu Santo para que os enseñe y os recuerde todo lo que yo os he dicho”. Esta ha sido la promesa cumplida de Jesús. Y la historia cristiana da cuenta que en todo tiempo, en cada rincón de la tierra, y en todas las len¬guas, Jesús se ha hecho presente y audible cuando ha habido un cristiano y una comuni¬dad que ha dejado que el Espíritu Santo enseñe y recuerde lo que el Padre nos dijo y mos¬tró en Jesús.
    El Espíritu prometido por Jesús, nos hace continuadores de aquella maravilla, cuando hombres asustados y fugitivos pocos días antes, comienzan a anunciar el paso de Dios por sus vidas en cada una de las lenguas de los que les escuchaban. Quiera Dios que podamos prolongar tal Acontecimiento, siendo portadores de otra Presencia y portavoces de otra Palabra, más grandes que las nuestras, si consentimos que también en nosotros el Espíritu enseñe y recuerde a Jesús, de modo que podamos ser tes¬tigos de su Reino, de la Bondad y Belleza propias de una nueva creación, en donde la vida de Dios y la nuestra pueda brindar en copa de bienaventuranzas.


    + Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo

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