TIEMPO LITÚRGICO

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domingo, 22 de mayo de 2016

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 22 DE MAYO, SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

«SANTÍSIMA TRINIDAD… MISTERIO DE AMOR»
Jn. 16,12-15

            En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
       Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará».

Otras Lecturas: Proverbios 8,22-31; Salmo 8; Romanos 5,1-15

LECTIO:
            En pocos versículos el autor del cuarto evangelio nos presenta y nos pone en estrecha relación a las tres personas de la Trinidad, fiesta litúrgica que celebramos en este domingo. Estamos dentro del núcleo de las enseñanzas de Jesús durante la última Cena.
       Jesús podría haberles explicado a sus discípulos más cosas sobre lo que iba a suceder, pero sabe que no podrían recibir más. Por eso opta por ofrecerles algunos retazos  de la obra del Espíritu Santo.
      Después de la resurrección de Jesús, el Espíritu Santo ayudará a los discípulos a entender lo que necesitan saber para vivir en relación con Dios y les concederá el poder que precisan para llevarlo a cabo.
       Jesús explica algo más sobre la relación existente entre el Espíritu Santo, el Padre y él mismo. El Espíritu Santo nos conduce y ayuda a entender y a ver la verdad respecto a Dios. De este modo da gloria al Padre y al Hijo. Los tres miembros de la Santísima Trinidad son un solo Dios en unidad plena.
       La Trinidad es misterio de amor. Por amor Dios Padre creó el mundo, la naturaleza y el hombre. Por amor, Dios lo redimió a través de su Hijo Jesucristo. Por amor, Dios continúa asistiéndonos con la fuerza de su Espíritu Santo.

  MEDITATIO:
      “El camino de la vida cristiana es un camino esencialmente ‘trinitario” en el que “el Espíritu Santo nos guía a la plena conciencia de las enseñanzas de Cristo, de su Evangelio; y Jesús, a su vez, vino al mundo para hacernos conocer al Padre, para guiarnos a Él, para reconciliarnos con Él”. (Papa Francisco)
     Estamos llamados a vivir los unos con los otros, por los otros y en los otros.  Esto significa acoger y testimoniar de acuerdo a la belleza del Evangelio; vivir el amor recíproco y hacia todos, compartiendo alegrías y sufrimientos, aprendiendo a pedir y conceder el perdón, valorizando los diversos carismas… (Papa Francisco)
     Se nos ha confiado la tarea de edificar comunidades eclesiales que sean siempre más familia, capaces de reflejar el esplendor de la Trinidad y de evangelizar no solo con las palabras, sino con la fuerza del amor de Dios que habita en nosotros. (Papa Francisco)
      En este mes de mayo nos encomendamos a la Virgen María. Que Ella nos guíe de la mano; nos ayude a percibir, en los acontecimientos del mundo, los signos de la presencia de Dios, Padre Hijo y Espíritu Santo; nos conceda amar al Señor Jesús con todo el corazón, para caminar hacia la visión de la Trinidad, meta maravillosa a la cual tiende nuestra vida. Pidámosle que ayude a la Iglesia a ser misterio de comunión y comunidad hospitalaria, donde toda persona, especialmente pobre y marginada, pueda encontrar acogida y sentirse hija de Dios, querida y amada. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Dios, que eres Padre, te agradezco que me hayas llamado a mi historia y dentro de mi historia… Concédeme creer en ti, confiarte todo mi tránsito, todo mi deseo, a fin de conseguir estar de verdad en tus manos.
¡Señor, Dios nuestro,
qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

     Dios, que eres Hijo, has entrado en mi historia y me has salvado… Concédeme vivir de tu libertad de acción y de palabra, concédeme comprender cómo la verdad puede hacerme realmente libre frente al pecado y frente a los demás.

¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano, para mirar por él?

     Dios, que eres Espíritu Santo, es tu fuerza la que abre mis ojos para ver la historia verdadera que está detrás de la fachada de cada día… Concédeme tus dones, a fin de afrontar mi camino con los ojos bien abiertos y los oídos en condiciones de oír la voz que me llama de nuevo a la vida…

¡Señor, Dios nuestro,
que admirable es tu nombre en toda la tierra!

CONTEMPLATIO:
     Jesús invita a sus seguidores a relacionarse de manera confiada con Dios Padre, a seguir fielmente sus pasos de Hijo de Dios encarnado, y a dejarnos guiar y alentar por el Espíritu Santo. Nos enseña así a abrirnos al misterio santo de Dios.
     Jesús invita a sus seguidores a vivir como hijos e hijas de un Dios cercano, bueno y entrañable, al que todos podemos invocar como Padre. Con su grupo de seguidores, Jesús quiere formar una familia nueva donde todos busquen "cumplir la voluntad del Padre"
     Para esto necesitan acoger al Espíritu que alienta al Padre y a su Hijo Jesús.  Éste Espíritu es el amor de Dios, el aliento que comparten el Padre y su Hijo Jesús, la fuerza, el impulso y la energía vital que hará de los seguidores de Jesús sus testigos y colaboradores al servicio del gran proyecto de la Trinidad santa.


Pues, según esto, bienaventurado aquel que assí anda hirviendo día y noche en el amor de Dios, como un furioso enamorado del mundo anda perdido por lo que ama; bienaventurados aquellos que assí temen a Dios, como los malhechores sentenciados a muerte temen al juez y al executor de la sentencia; bienaventurado aquel que anda tan solícito en el servicio de Dios, como algunos prudentes criados andan en el servicio de sus señores; bienaventurado aquel que con tan grande zelo vela y está atento en el estudio de las virtudes, como el marido zeloso en lo que toca a la honestidad de su muger; bienaventurado aquel que de tal manera assiste al Señor en su oración, como algunos ministros assisten delante de su rey… (Juan Clímaco).

1 comentario:

  1. La Santísima Trinidad no es un crucigrama para cristianos eruditos ni ningún raro teorema de tres-en-uno con nombre de lubricante. La Trinidad es esa casa de Dios que los hombres -sin Él- no logran construir. “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles”. Y es que, es imposible que se levante un casa cuando quienes la diseñan, la financian, la construyen y la venden, han despreciado la única piedra angular posible: “Jesús es la piedra que desechasteis vosotros los arquitectos y que se ha convertido en piedra angular”. Por eso sorprende ver que haya cristianos que sean tan incondicionalmente acríticos y tan sumisamente disciplinados para con los diseños y dictámenes de quienes hacen un mundo sin Dios o contra Él (y por tanto sin humanidad o contra ella), y sigan sospechando y vociferando contra quienes con verdad y libertad son las nuevas voces de los que siguen sin tener voz en los foros de nuestro mundo.
    Jesús nos ha abierto la puerta que un pecado cerró fatalmente. Él es la primera piedra de un edificio nuevo, el hogar de la Trinidad ya entre nosotros. No es una casa terminada, sino que nos llama Él a cada uno a ser piedras vivas de ese nuevo hogar. El Padre, el Hijo y el Espíritu con quienes hacemos nuestra señal cristiana, en cuyos nombres comenzamos la Eucaristía y con cuya bendición la terminamos... ellos son nuestra casa, nuestra nostalgia, nuestro origen y también nuestro destino. La Trinidad como casa de amor, de paz y concordia; como casa de belleza y bondad, de justicia y verdad, de luz y de vida.
    “Jesús no perdió sus años en gemir e interpelar a la maldad de la época. Él zanjó la cuestión de manera muy sencilla: haciendo el cristianismo” (Ch.Péguy). Hay tanto que hacer, que no podemos perder el tiempo en lamentos y acusaciones. Las babeles, sus proyectos y proclamas, siempre han tenido fecha de caducidad. Nosotros hagamos el cristianismo, seamos el cristianismo, dejando que el Espíritu nos lleve hasta la verdad plena. Y que nuestro corazón y nuestras comunidades cristianas, como parte de la Trinidad, como piedras vivas de su casa estrenada en la historia de cada día, puedan mostrar el espectáculo de la bienaventuranza, el de la gracia, el de la felicidad.

    + Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo

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