«SANTÍSIMA TRINIDAD… MISTERIO DE AMOR»
Jn. 16,12-15
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por
deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará
hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia,
sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo
anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá
y tomará de lo mío y os lo anunciará».
Otras Lecturas: Proverbios 8,22-31; Salmo 8; Romanos
5,1-15
LECTIO:
En
pocos versículos el autor del cuarto evangelio nos presenta y nos pone en
estrecha relación a las tres personas de la Trinidad, fiesta litúrgica que
celebramos en este domingo. Estamos
dentro del núcleo de las enseñanzas de Jesús durante la última Cena.
Jesús podría haberles explicado a sus
discípulos más cosas sobre lo que iba a suceder, pero sabe que no podrían
recibir más. Por eso opta por ofrecerles algunos retazos de la obra del Espíritu Santo.
Después de la resurrección de Jesús, el Espíritu Santo ayudará a los
discípulos a entender lo que necesitan saber para vivir en relación con Dios y
les concederá el poder que precisan para llevarlo a cabo.
Jesús explica algo más sobre la relación existente entre el Espíritu
Santo, el Padre y él mismo. El Espíritu Santo nos conduce y ayuda a entender y
a ver la verdad respecto a Dios. De este modo da gloria al Padre y al Hijo. Los tres
miembros de la Santísima Trinidad son un solo Dios en unidad plena.
La Trinidad es misterio de
amor. Por amor Dios Padre creó el mundo, la naturaleza y el hombre. Por amor,
Dios lo redimió a través de su Hijo Jesucristo. Por amor, Dios continúa
asistiéndonos con la fuerza de su Espíritu Santo.
MEDITATIO:
“El camino de la vida cristiana es un
camino esencialmente ‘trinitario” en el que “el Espíritu
Santo nos guía a la plena conciencia de las enseñanzas de Cristo, de su
Evangelio; y Jesús, a su vez, vino al mundo para hacernos conocer al Padre,
para guiarnos a Él, para reconciliarnos con Él”. (Papa
Francisco)
Estamos llamados a vivir los unos con los
otros, por los otros y en los otros.
Esto significa acoger y testimoniar de acuerdo a la belleza del
Evangelio; vivir
el amor recíproco y hacia todos, compartiendo alegrías y
sufrimientos, aprendiendo a pedir y conceder el perdón, valorizando los
diversos carismas… (Papa
Francisco)
Se nos ha confiado la tarea de edificar comunidades eclesiales que
sean siempre más familia, capaces de reflejar el esplendor de la Trinidad y de evangelizar no solo con las palabras, sino con la fuerza del
amor de Dios que habita en nosotros. (Papa
Francisco)
En este mes de mayo nos encomendamos a la Virgen María.
Que Ella nos guíe de la mano; nos ayude a percibir,
en los acontecimientos del mundo, los
signos de la presencia de Dios, Padre Hijo y Espíritu Santo;
nos conceda amar al Señor Jesús con todo el corazón, para caminar hacia la
visión de la Trinidad, meta maravillosa a la cual tiende nuestra vida.
Pidámosle que ayude a la Iglesia a ser misterio de comunión y comunidad
hospitalaria, donde toda persona, especialmente pobre y marginada, pueda
encontrar acogida y sentirse hija de Dios, querida y amada. (Papa Francisco).
ORATIO:
Dios, que eres Padre, te agradezco
que me hayas llamado a mi historia y dentro de mi historia… Concédeme creer en
ti, confiarte todo mi tránsito, todo mi deseo, a fin de conseguir estar de
verdad en tus manos.
¡Señor,
Dios nuestro,
qué
admirable es tu nombre en toda la tierra!
Dios, que eres Hijo, has entrado en
mi historia y me has salvado… Concédeme vivir de tu libertad de acción y de palabra, concédeme
comprender cómo la verdad puede hacerme realmente libre frente al pecado y
frente a los demás.
¿Qué es
el hombre para que te acuerdes de él,
el ser
humano, para mirar por él?
Dios, que eres Espíritu Santo, es tu fuerza la que abre mis ojos para ver la historia verdadera que
está detrás de la fachada de cada día… Concédeme tus dones, a fin de afrontar mi camino con los ojos bien
abiertos y los oídos en condiciones de oír la voz que me llama de nuevo a la
vida…
¡Señor,
Dios nuestro,
que
admirable es tu nombre en toda la tierra!
CONTEMPLATIO:
Jesús invita a sus seguidores a
relacionarse de manera confiada con Dios Padre, a seguir fielmente sus pasos de
Hijo de Dios encarnado, y a dejarnos guiar y alentar por el Espíritu Santo. Nos
enseña así a abrirnos al misterio santo de Dios.
Jesús invita a sus seguidores a vivir como
hijos e hijas de un Dios cercano, bueno y entrañable, al que todos podemos
invocar como Padre. Con su grupo de seguidores, Jesús quiere formar una familia
nueva donde todos busquen "cumplir la voluntad del Padre"…
Para
esto necesitan acoger al Espíritu que alienta al Padre y a su Hijo Jesús. Éste Espíritu es el amor de Dios, el aliento
que comparten el Padre y su Hijo Jesús, la fuerza, el impulso y la energía
vital que hará de los seguidores de Jesús sus testigos y colaboradores al
servicio del gran proyecto de la Trinidad santa.
■… Pues, según esto, bienaventurado aquel que assí anda hirviendo día
y noche en el amor de Dios, como un furioso enamorado del mundo anda perdido
por lo que ama; bienaventurados aquellos que assí temen a Dios, como los
malhechores sentenciados a muerte temen al juez y al executor de la sentencia;
bienaventurado aquel que anda tan solícito en el servicio de Dios, como algunos
prudentes criados andan en el servicio de sus señores; bienaventurado aquel que
con tan grande zelo vela y está atento en el estudio de las virtudes, como el
marido zeloso en lo que toca a la honestidad de su muger; bienaventurado aquel
que de tal manera assiste al Señor en su oración, como algunos ministros
assisten delante de su rey… (Juan Clímaco).
La Santísima Trinidad no es un crucigrama para cristianos eruditos ni ningún raro teorema de tres-en-uno con nombre de lubricante. La Trinidad es esa casa de Dios que los hombres -sin Él- no logran construir. “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles”. Y es que, es imposible que se levante un casa cuando quienes la diseñan, la financian, la construyen y la venden, han despreciado la única piedra angular posible: “Jesús es la piedra que desechasteis vosotros los arquitectos y que se ha convertido en piedra angular”. Por eso sorprende ver que haya cristianos que sean tan incondicionalmente acríticos y tan sumisamente disciplinados para con los diseños y dictámenes de quienes hacen un mundo sin Dios o contra Él (y por tanto sin humanidad o contra ella), y sigan sospechando y vociferando contra quienes con verdad y libertad son las nuevas voces de los que siguen sin tener voz en los foros de nuestro mundo.
ResponderEliminarJesús nos ha abierto la puerta que un pecado cerró fatalmente. Él es la primera piedra de un edificio nuevo, el hogar de la Trinidad ya entre nosotros. No es una casa terminada, sino que nos llama Él a cada uno a ser piedras vivas de ese nuevo hogar. El Padre, el Hijo y el Espíritu con quienes hacemos nuestra señal cristiana, en cuyos nombres comenzamos la Eucaristía y con cuya bendición la terminamos... ellos son nuestra casa, nuestra nostalgia, nuestro origen y también nuestro destino. La Trinidad como casa de amor, de paz y concordia; como casa de belleza y bondad, de justicia y verdad, de luz y de vida.
“Jesús no perdió sus años en gemir e interpelar a la maldad de la época. Él zanjó la cuestión de manera muy sencilla: haciendo el cristianismo” (Ch.Péguy). Hay tanto que hacer, que no podemos perder el tiempo en lamentos y acusaciones. Las babeles, sus proyectos y proclamas, siempre han tenido fecha de caducidad. Nosotros hagamos el cristianismo, seamos el cristianismo, dejando que el Espíritu nos lleve hasta la verdad plena. Y que nuestro corazón y nuestras comunidades cristianas, como parte de la Trinidad, como piedras vivas de su casa estrenada en la historia de cada día, puedan mostrar el espectáculo de la bienaventuranza, el de la gracia, el de la felicidad.
+ Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo