TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 4 de julio de 2015

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 5 DE JULIO, 14º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

« ¿NO ES ÉSTE EL CARPINTERO…? »

Mc. 6.1-6

            En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
       «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?».Y se escandalizaban a cuenta de él.
       Jesús les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa». No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañaba de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

Otras Lecturas: Ezequiel 2, 2-5; Salmo 122; 2Corintios 12,7-10

LECTIO:
            Los vecinos se asombran ante la enseñanza de Jesús. Al parecer, no les interesa el mensaje de la Palabra. Buscan algún milagro a favor de su pueblo y de sus familias.
       Sólo conocen de Jesús la relación humana de su familia y del ambiente popular de Nazaret. Le ven sólo desde el lado humano: ¿No es éste el carpintero?
       La pregunta inquietante es: ¿quién es Jesús? Quedaron desconcertados los paisanos de Nazaret. No acertaban a dar con la respuesta. En vez de mirarle como el enviado de Dios, el Mesías, sólo le quieren interpretar desde sus coordenadas humanas. En definitiva, los vecinos de Jesús no supieron ver más allá, mirarlo como el profeta esperado. Les falló, una vez más, la fe.
       Y es que Dios se presenta calladamente, en lo más rutinario y normal de la existencia humana. La raíz de la incredulidad está en la incapacidad de descubrir y ver a Dios en lo ordinario de cada día.
       La incredulidad rechaza la salvación que ofrece el Señor. Y esto sucede, no sólo en Nazaret, sino en todo lugar y en todo tiempo. Hay personas que sólo piden a Dios bienes materiales: salud, trabajo, prosperidad… No van más allá.
       Jesús viene ofreciendo y dando la vida verdadera. La fe pequeña de muchos cristianos se ve estrellada cuando no consiguen de Dios, a pesar de sus oraciones, lo que le piden.
                         
MEDITATIO:                      
     De alguna manera somos “vecinos” de Jesús: conoces su vida, su enseñanza, crees en Él… Ante la escucha de su Palabra no te quedes indiferente. Después de haberla contemplado en la oración, esfuérzate por llevarla a la práctica en tu vida. Es necesario purificar nuestra fe, que  frecuencia, no es más que un barniz de religiosidad. 
En nuestra relación con el Señor, en el diálogo de la oración, en la fe, ¿no te estarás comportando como los paisanos de Nazaret? ¿Qué pides en la oración, hacer la voluntad de Dios o que el haga tu voluntad?
     Al Señor lo rechazaron en su pueblo y dudaron de sus enseñanzas. Aplicando este pasaje a tu vida, ¿qué puntos en común existen?
¿Cuáles son las excusas y los pretextos que se colocan para dudar y desconfiar, o para no implicarse en las cosas de Dios’? ¿Cómo reaccionas ante las objeciones y el rechazo que puedes tener en tu ámbito laboral, familiar, de amistades…? 
                                                                
ORATIO:
     Señor, cambia nuestro corazón, transforma nuestras debilidades, nuestros cansancios, nuestros miedos y fragilidades. Sé Tú el que nos fortalezca con tu gracia, con tu paz, con tu bondad, con tu misericordia.

Jesús estoy aquí, ¿qué esperas de mí?
Mis manos están vacías, ¿qué puedo ofrecerte?
                                                      ¿Qué esperas de mí?

CONTEMPLATIO:
     Acoger a Jesús como profeta significa estar dispuesto a escuchar el mensaje que nos trae en nombre de Dios. La vida profética de Jesús nos obliga a transformar profundamente nuestra vida.
« ¿De dónde saca todo eso? »

     El evangelista Marcos narra este episodio para advertir a las comunidades cristianas que Jesús puede ser rechazado precisamente por quienes creen conocerlo mejor: los que se encierran en sus ideas preconcebidas sin abrirse a la novedad de su mensaje ni al misterio de su persona.

« ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? »


     En medio de un mundo que se ha hecho adulto, ¿no es nuestra fe demasiado infantil y superficial? A Jesús no se le puede entender desde fuera. Hay que entrar en contacto con Él, dejar que vaya introduciendo poco a poco en nosotros Dejar que nos enseñe a vivir en la presencia amistosa y cercana de Dios. Cuando uno se acerca a Jesús, no se siente atraído por una doctrina, sino invitado a vivir de una manera nueva.

1 comentario:

  1. Hay personas, con tono de añoranza, que afirman que habrían sido muy afortunadas si hubieran podido conocer personalmente a Jesús. Y añaden que su fe sería mucho más fuerte y firme, más contagiosa y misionera, si hubiera sido alimentada por la experiencia incluso física y sensible de haber visto y oído al Señor. Es fácil adivinar lo gratificante que sería para todo cristiano el poder escuchar a Jesús y caminar a su lado y tras Él, como lo hicieron sus inmediatos discípulos, compartiendo sus andanzas, sus signos y milagros. Sería muy gratificante, sí, pero esto no da la fe.
    El Evangelio de este domingo nos habla precisamente de cómo Jesús no fue aceptado ni creído por los suyos, por sus paisanos. Allá en la sinagoga de su pueblo, al llegar el sábado la multitud se aprestó a escucharle. Pero se preguntaba con asombro: ¿de dónde saca todo eso que nos dice? ¿pero no es el carpintero, el hijo de la señora María...? Y no le creyeron. Llega a decir el Evangelio que no pudo hacer milagros, por la falta de fe de aquellos oyentes y videntes. Dirá entonces Jesús una frase célebre, que ha pasado al decir popular: nadie es profeta en su tierra, ni en su casa, ni entre su gente.
    Lo que hay de fondo en toda esta cuestión, es la cotidianeidad, la sencillez de cada día en la que Dios se ha querido manifestar y revelar. Acaso si el Mesías se hubiera presentado de un modo estrafalario, estrambótico, con mucha parafernalia, a bombo y platillo, con alharaca y tronío..., entonces habrían aceptado su palabra. De hecho así esperaban algunos grupos al Mesías.
    La respuesta de Dios entonces y siempre, suele tener ese tono sencillo y cotidiano. Él puede responder en un momento dado a través de lo extraordinario y excepcional, pero suele responder, más bien, en los avatares y personas del cada día. Quienes le esperaban en la prepotencia y notoriedad política, religiosa, terrorista (que para todo había), fueron incapaces de reconocer el Rostro de Dios y su Palabra en Jesús. Santa Teresa lo dirá con su acostumbrado gracejo diciendo que “Dios está entre los pucheros”. Y eso es lo que nos dice el Evangelio de este domingo: descubrirle en los entresijos de nuestros días laborables y festivos, en los momentos sublimes o vulgares, en los esperados o sorpresivos. Jesús está mucho más cerca de lo que pensamos, porque también Él es “paisano” nuestro, y camina en nuestras calles, y nos habla en nuestros lenguajes. Pero también hoy, como siempre, sólo los de corazón sencillo y pura mirada, son capaces de reconocer a quien nunca se marchó de nuestro lado.

    + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
    Arzobispo de Oviedo

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