Viernes, 17 de Octubre de 2014
10:39 Carta semanal del Obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández González.
"La alegría del Evangelio nace del encuentro con Cristo y del compartir con los pobres. Animo, por tanto, a las comunidades parroquiales, asociaciones y grupos a vivir una vida fraterna intensa, fundada en el amor a Jesús y atenta a las necesidades de los más desfavorecidos. Donde hay alegría, fervor, deseo de llevar a Cristo a los demás, surgen las verdaderas vocaciones" (Mensaje del Papa Francisco, 2014).
La alegría del Evangelio surge del
encuentro con Cristo, y no tanto de la búsqueda por nuestra parte, sino porque
en esa búsqueda de sentido para nuestra vida, él nos ha salido al encuentro. La
fe se produce en ese encuentro, que llena nuestro corazón de alegría. No podemos guardarnos la
buena noticia que hemos recibido, y por
eso salimos al encuentro de otros para hacerles partícipes de esa misma
alegría. En la salida hacia los demás, los pobres son los privilegiados a
quienes llega primero el Evangelio. Quienes están llenos de cosas y distraídos
por otros afanes, el Evangelio les resbala. Quienes, por el contrario, se
sienten pobres, están despojados, viven el sufrimiento, etc. ésos son
privilegiados para el encuentro con Cristo. La Iglesia lleva a Jesucristo hasta
los pobres y los que están disponibles para acogerle. Y en ese anuncio la
alegría se multiplica.
Celebrar el DOMUND es
recordar esta dimensión esencial de la Iglesia. La Iglesia es misionera por naturaleza. No puede
guardarse el Evangelio, no puede ocultar a Jesucristo, no puede retardar el
anuncio para que otros tengan esa misma alegría. Por eso, es urgente la tarea
misionera de la Iglesia, en la que todos estamos comprometidos. No se trata
sólo de recordar el bien social que nuestros misioneros realizan por todo el
mundo, un bien inmenso. Se trata de recordar en primer lugar el anuncio de
Jesucristo. Es Jesucristo quien llama, es Jesucristo quien envía, es de Jesucristo de quien damos testimonio, es
Jesucristo el que cambia los corazones y los llena de alegría. Y ese encuentro
con Jesucristo se convierte en ayuda a todos los necesitados.
Llegado
este domingo, tenemos ocasión de agradecer a Dios la entrega generosa de tantos
hombres y mujeres que han dado su vida al Señor para hacerlo presente entre sus
contemporáneos, especialmente entre los más pobres. Son los misioneros que
están por todo el mundo, (…) han dejado su tierra y su gente para compartir su
vida llevando a otros la alegría del Evangelio.
Agradezco a todos los que desde nuestra
delegación diocesana de misiones entregan su tiempo voluntariamente para este
servicio misionero. Y agradezco a todos los fieles cristianos, niños, jóvenes y
adultos, que se comprometen en esta bonita tarea. La Iglesia no impone a nadie
su mensaje, no obliga a creer, no hace proselitismo. La evangelización se
realiza por atracción. ¡Es tan bonito creer! Tener como amigo nada menos que a
Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre. Y es tan atrayente la vida de quienes se
han encontrado de veras con Jesús. El problema misionero no es de carencias
materiales, sino de falta de testigos. Por eso, todos estamos llamados a ser misioneros, es decir, a ser testigos de Jesucristo con nuestra
vida, en nuestro ambiente, con el corazón ensanchado al mundo entero. La misión
no excluye a nadie, sino que va preferentemente a los más pobres. Y con misioneros entregados y entusiasmados
brotan vocaciones en esa dirección.
Que el DOMUND de este año sea un motivo de alegría
para todos. Hemos conocido a Jesús y
no podemos callarlo ni ocultarlo, aunque al dar testimonio de él nos
encontremos con el rechazo, la marginación e incluso la persecución. Esto mismo
será una señal inequívoca de que estamos anunciando al que por nosotros se entregó
voluntariamente a la cruz y ha vencido el mal, el pecado y la muerte con su
resurrección.
Recibid mi afecto y mi
bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba
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