TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 8 de marzo de 2014

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 9 DE MARZO, 1º DE CUATRESMA

NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN
      
     Mt. 4, 1-11.         En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. 
     El tentador se le acercó y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes».  Pero él le contestó: «Está escrito: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”».
     Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo  y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”».  Jesús le dijo: «También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”».
     Después el diablo lo llevó a un monte altísimo y le mostró los reinos del mundo y su gloria,  y le dijo: «Todo esto te daré, si te postras y me adoras».  Entonces le dijo Jesús: «Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”». Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que se acercaron los ángeles y lo servían.

Otras Lecturas: Génesis 2,7-9; 3-1-7; Salmo 50; Romanos 5,12.17-19


LECTIO:
            Comenzamos el fuerte tiempo litúrgico de la Cuaresma. Caminamos hacia la Pascua de Resurrección. Es tiempo de conversión, de salir de nuestras rutinas y perezas. Tiempo de cambio en nuestro modo de entender la vida en el Espíritu. Es Tiempo de conversión a la vida de confianza, optimismo, alegría, que el Resucitado nos ofrece.
       Los acontecimientos que hoy leemos tuvieron lugar a comienzos del ministerio de Jesús y se desarrollaron según los planes de Dios.
       Mateo nos presenta a Jesús como el nuevo Moisés, al citar el ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, y la mención del "monte altísimo" desde donde el diablo le muestra todos los reinos de la tierra. Estos cuarenta días en el desierto preparan a Jesús para que asuma la guía del nuevo pueblo de Dios, a quien ofrece la Ley nueva.
       Mateo solamente menciona tres tentaciones concretas. En la primera, el Diablo tienta a Jesús para que utilice sus poderes sobrenaturales a fin de satisfacer sus propias necesidades físicas. Jesús lo rechaza, identificándose con nosotros: necesitamos algo más que la sola comida material. A continuación, el Diablo tienta a Jesús para que demuestre su naturaleza divina tirándose desde lo alto del templo para que Dios envíe a sus ángeles a rescatarlo. Por último, ofrece a Jesús el poder sobre las naciones si le adora. Es cierto que Jesús ha venido a salvar a su pueblo del poder del Diablo, pero no de aquella manera.
       Los tres ejemplos ilustran el núcleo de cualquier tentación: el deseo de “ser como Dios”, de considerarle como algo secundario y superfluo, de apoyarnos tan sólo en nuestras propias fuerzas para arreglar el mundo sin Dios.

MEDITATIO:
            Las tentaciones que sufrió Jesús son las que tienen las personas, especialmente las que quieren seguir a Jesús con fidelidad.
     ¿Cuáles son mis tentaciones más fuertes: dinero, ambición vanidad, soberbia, sensualidad, insensibilidad ante el dolor ajeno…?
     ¿Ante las tentaciones que tengo en mi vida, suelo proclamar como Jesús, desde lo profundo de mi corazón y vida, “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”?
     ¿Considero la palabra de Dios como parte esencial de mi alimento cotidiano para vencer el mal? ¿De qué manera dejo que me nutra la palabra de Dios?

ORATIO:
     Suplica al Señor desde el fondo de tu corazón: No nos dejes caer en tentación.
     Pide a Jesús que sea Él tu fuerza para vencer toda tentación.
     Confía en Dios que perdona y repite: Padre, “Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

CONTEMPLATIO:
     Contempla como Jesús no se deja arrastrar por la tentación: de tener o poseer en vez del ser; del placer: corrupción, injusticia, vida fácil… del Poder o dominio de los demás.    
     Reflexiona como Jesús a las tentaciones opone otros criterios y otras normas: No se puede servir a Dios y al dinero (Mt 6, 24); El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir (Mc 10. 45); Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él le darás culto (Mt 4, 10).

1 comentario:

  1. Antes de la escucha de la Palabra de Dios, antes de las ofrendas, antes de la comunión, la misa tiene un comienzo humilde: recordarnos que somos pecadores. No es una humillación que te aplasta, sino que es la que te permite recomenzar. La liturgia de cuaresma comienza con una afirmación impopular, que es quizás la que nos ha colgado a los cristianos el sambenito de tener una fe oscuran¬tista. La afirmación es que necesitamos convertirnos porque somos indigentes. El salmo responsorial del primer domingo de cuaresma dice preci¬samente: “reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado” (Sal 50). Y sin em¬bargo si el pecado (y todos nuestros fracasos y limitaciones) tuviese la palabra última y fatal, eso sería lo triste.
    Eso del pecado y eso de ser pecadores, no es un “tic” cristiano, sino una realidad patente. El cristiano le pone nombre, lo reconoce, y le ofrece una solución, pero el pecado no es invención del Cristianismo. Pensemos en la generosa gama de corrupciones, inmoralidades, violaciones, robos, homicidios, injus¬ticias, depravaciones... Pensemos en todos esos sucesos que llenan hoy día las páginas luctuosas. Estas cosas son pecado, pero no existen porque los cristia¬nos las cataloguemos como tales, sino justamente al revés: porque se dan por eso las llamamos pecado y las ponemos un nombre.
    No obstante, si sólo llegásemos a denominar nuestro fracaso, nuestros fallidos intentos de ser felices sin ofender, sin manchar, sin machacar, el Cristianismo sería cruel por advertirnos anticipadamente de un mal que no tiene cura, de algo que realmente no tiene solución. Pero este es precisamente el núcleo del acon¬tecimiento cristiano: que la salvación, la felicidad, la superación de todo pecado, de todo fracaso y de toda muerte se llama Jesucristo.
    Por eso el salmo 50 continúa diciendo: “crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme... devuélveme la alegría de tu salvación”. Efectivamente, el mensaje de la cuaresma cristiana no es la condena a un terrible paredón, sino precisa¬mente la más grande, la más inesperada y la más inmerecida de las amnistías.
    Comienza la cuaresma. Es el desierto de todas nuestras tentaciones en donde se nos salva de la soledad librándonos de nuestras seducciones funestas. Comienza un tiempo de penitencia, de ayuno y de oración, para prepararnos a la acogida renovada de la Luz pascual que viene a iluminar todas nuestras oscuridades, la acogida de la salvación del Hijo de Dios en cuyas heridas todas las nuestras han sido curadas, la acogida de la victoria del Resucitado que viene a triunfar sobre todas nues¬tras muertes. Por eso, paradójicamente... la cuaresma es camino de alegría.


    + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
    Arzobispo de Oviedo

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