tiempo ordinario
En este caso, “ordinario” no quiere decir
que se trate de un tramo del año donde impere lo vulgar o lo menos digno. Por
el contrario, este tiempo está hecho del
día a día que jalona el año y lo colma de ofrendas amorosas, discretas, gratuitas,
laborales, amigas, orantes y a menudo recias.
Para este tiempo largo, a veces costoso y empinado, es bueno descubrir algunas consignas que
sirvan de alivio en el posible desierto, de sombra en el estío, de sosiego
en la fatiga. Propongo algunas referencias, por si te pueden animar, sobre todo
al comienzo de este nuevo tiempo, tan distinto al vivido en los días de
Navidad.
■ El alimento mejor en el día a
día es el pan cotidiano, pedido y agradecido al Dador de todo bien.
■ Una fuente de energía se descubre al hacerse consciente del don que
significa tener capacidad para trabajar, dotes y dones que te convierten en
samaritano para los que menos pueden.
■ La luz más transformadora de la realidad se encuentra al relacionar la Palabra de Dios con la
historia, porque de esta manera todo se convierte en historia de salvación.
■ El trabajo diario profesional y bueno te permite pertenecer al grupo
de los que acrecientan la creación con el bien hacer.
■ En los momentos de posible tedio, el recuerdo de los años de vida oculta
de Jesús en Nazaret estimula para no perecer en el desánimo.
■ Gracias al tiempo discreto, laborioso, gratuito, se consolidan los
tiempos estelares, los momentos cumbre. La vida ordinaria cimienta los días
festivos.
■ Lo constante, cotidiano y perseverante acredita la fidelidad y la
coherencia de las grandes palabras que se han pronunciado o de los gestos
notables que se han tenidos en los acontecimientos extraordinarios.
■ El día a día deja gustar lo que se realiza por amor.
■ El tiempo ordinario permite valorar el silencio, la soledad, la
intimidad, lo permanente, lo doméstico.
■ La vida ordinaria profetiza lo eterno, por ser el tiempo más duradero,
y la fe en lo eterno deja saborear cada instante.
No son fórmulas, sino deseos. No son
recetas, sino indicaciones. No son atavismos, sino propuestas. En todo caso, hay una verdad
que acabamos de celebrar: que Dios se ha hecho compañero de camino en el
Emmanuel.
¡Feliz Tiempo Ordinario!
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