TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

viernes, 10 de enero de 2014

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 12 DE ENERO, FESTIVIDAD DEL BAUTISMO DEL SEÑOR

UNGIDO PARA EL MINISTERIO

Mateo 3,13-17         En aquel tiempo, fue Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo, diciéndole: «Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?».

     Jesús le contestó: «Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere». Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto».

Otras Lecturas: Isaías 42,1-4, 6-7; Salmo 28; Hechos 10,34-38

 LECTIO:
     Si nos basamos en lo que leemos en los evangelios, el ministerio de Jesús comienza con su bautismo de manos de Juan en el río Jordán. Juan ya llevaba un tiempo bautizando a las con un bautismo que era signo de arrepentimiento por sus pecados y de su vuelta a Dios.
     Por lo que vemos en los versículos anteriores (Mateo 3,10-12, que ya contemplamos en el Segundo Domingo de Adviento), está claro que Juan creía que el Mesías iba a traer el Reino de los Cielos, y con él, el juicio. Había, pues, una urgente necesidad de arrepentimiento. El Mesías habría de traer un bautismo distinto, no con agua sino con el Espíritu Santo y fuego.
     Por eso, cuando Jesús se acerca humildemente, la reacción de Juan es protestar. Reconoce el ministerio mesiánico de Jesús. Juan “ni siquiera merece llevarle las sandalias” (Mateo 3,11). Y sin embargo, Jesús, en vez de actuar con poder y juicio, se identifica con todos los demás que se presentan en señal de arrepentimiento.
     Jesús reconoce la objeción de Juan, pero insiste en que de aquel modo se cumple “todo lo que es justo delante de Dios”. Mediante este acto de obediencia, Jesús demuestra cuáles serán sus objetivos fundamentales durante el resto de su ministerio: hacer todas las cosas a la manera de Dios, y no a la suya propia.
     Después de salir del agua, Jesús ve bajar sobre sí al Espíritu Santo en figura de paloma y posarse sobre él. Dios Padre confirma que Jesús es su “hijo amado, a quien ha elegido”. Vemos aquí a la Santísima Trinidad actuando al unísono.
     Por el relato de Mateo no queda claro si los demás llegaron a ver la paloma y escuchar también la voz. Sin embargo, en el evangelio de Juan aparece claramente que también Juan Bautista vio bajar al Espíritu sobre Jesús y que Dios le decía lo que significaba esto: que Jesús era el Mesías (Juan 1,29-34, texto que veremos el próximo domingo).

 MEDITATIO:
  Jesús no tenía ningún pecado del que arrepentirse. Piensa, pues, por qué querría Dios que a Jesús le bautizara Juan públicamente junto con todos los demás.
 Jesús y Juan nos muestran claramente que necesitamos obedecer a Dios aun cuando los demás puedan entender mal nuestras acciones. ¿Te impiden de algún modo las opiniones de los otros el obedecer a Dios? Dedica algunos momentos a reflexionar sobre este punto.
   Pocas personas oyen a Dios hablarles con una voz audible o ven un signo del cielo como una paloma. ¿Cómo te habla a ti Dios?

 ORATIO:
     Piensa cuánto ama Dios a Jesús. Piensa ahora en cuánto te ama a ti: envió a Jesús para morir en lugar tuyo para que pudieras ser adoptado en su familia.
Tómate algún tiempo para darle gracias a tu Padre del cielo.

 CONTEMPLATIO:
     El Espíritu Santo invistió de poder a Jesús para su ministerio. ¿Qué peso tiene el Espíritu Santo en tu relación con Dios? Entre otras cosas, el Espíritu nos revela a Jesús y nos dispone para servir a Dios. Considera la obra del Espíritu Santo e invítale a ayudarte y guiarte.

1 comentario:

  1. Le vimos venir a Dios escogiendo su modo de nacer humano y nos dejó sorprendidos. Tanto, tanto que no coincidirá tal vez con nuestros gustos refinados, o con nuestras ideas perfeccionistas, o con nuestras eficacias infalibles. Dios será siempre sorprendente.
    O ¿es que no nos sorprende que Dios haya querido venir a nosotros desde el “escándalo” de una familia peregrina, sin alojos ni seguridades, al abrigo de la buena-de-Dios? O ¿es que ya no nos conmueve que aquel divino mensajero pasase la mayor parte de su vida “como si nada y como si nadie”, aprendiendo a vivir humanamente, para poder enseñarnos luego para siempre qué es eso de vivir con humana dignidad?
    Y así llegó el día, el fruto maduro, el tiempo del estreno. Pero este Jesús hombre-Dios, tampoco ahora realizará algo espectacular para dar comienzo a su ministerio público. No convocará ruedas de prensa ni hará declaraciones. Como uno más de aquel pueblo (aunque su hogar era la humanidad), como uno más entre aquellos pecadores (aunque El no conoció pecado), como uno más de aquellos que oraban al Dios buscado (aunque El era una sola cosa con el Padre). Aparentemente nada especial, pero allí estaba todo en esa triple solidaridad de Dios que se une sin ceremonias a un pueblo, que aparece como un pecador, que tiene necesidad de orar. Y triple será también la respuesta del Padre: abrirá los cielos, bajará el Espíritu, se escuchará la confesión de un amor predilecto.
    Por Jesús, en la fila común como uno de tantos, podemos entrar en la morada de Dios, que El abrió para nosotros. Por Jesús, en la fila de los pecadores, el pecado no será la última palabra que nuestra vida podrá escuchar como algo fatal y sin salida. Por Jesús, en la fila de los que buscan a Dios para orarle y escucharle, descenderá el Espíritu como en el día primero de la creación, transformando todos nuestros caos en belleza y armonía.
    El bautismo de Jesús, después de aquel primer acto en su Natividad, será el 2º gesto de abrazar a nuestra humanidad. El último acto será la donación suprema de su vida en el drama de la cruz, el testimonio más alto de un amor que no evitó querernos hasta el dolor, hasta la muerte, hasta el final resucitado.
    Nosotros, hermanos y discípulos de tal Señor, estamos llamados a hacer cola también, en la comunión solidaria con todos los hombres. Los cristianos también queremos ponernos en la fila de los que no renuncian a la paz. En la espera de algo nuevo que cada día nace, pueda abrirse para todos los hombres los cielos de la luz y de la vida, y su Espíritu nos llene con su fuerza, y su Padre anuncie sobre nosotros el final de todos los lutos y orfandades, porque también cada hombre y cada mujer, somos en Jesús, amados predilectos de un Dios que nos enseña a ser humanos.

    + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
    Arzobispo de Oviedo

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