TIEMPO LITÚRGICO

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domingo, 18 de noviembre de 2012

Decálogo de la Carta Apostólica de Juan Pablo II “Dies Domini” sobre la Eucaristía y el domingo (2)


VI.- Día de  la alegría
     El domingo, eco semanal de la primera experiencia del Resucitado, debe llevar el signo de la alegría con la que los discípulos acogieron al Maestro: “Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor”.
     Ciertamente, la alegría cristiana debe caracterizar toda la vida, y no sólo un día de la semana. Pero el domingo, por su significado como día del Señor resucitado, en el cual se celebra la obra divina de la creación y de la “nueva creación”, es día de alegría por un título especial, más aún, un día propicio para educarse en la alegría, descubriendo sus rasgos auténticos.

VII.- El descanso es una cosa sagrada
     La alternativa entre trabajo y descanso, propia de la naturaleza humana, es querida por Dios mismo, como se deduce del pasaje de la creación en el Libro del Génesis: el descanso es una cosa “sagrada”, siendo para el hombre la condición para liberarse de la serie, a veces excesivamente absorbente, de los compromisos terrenos y tomar conciencia de que todo es obra de Dios.
     Día de paz del hombre con Dios, consigo mismo y con sus semejantes, el domingo es también un momento en el que el hombre es invitado a dar una mirada regenerada sobre las maravillas de la naturaleza.

VIII.- El domingo, escuela de caridad
     No sólo la Eucaristía dominical sino todo el domingo se convierte en una gran escuela de caridad, de justicia y de paz. La presencia del Resucitado en medio de los suyos se convierte en proyecto de solidaridad, urgencia de renovación interior, dirigida a cambiar las estructuras de pecado en las que los individuos, las comunidades, y a veces pueblos enteros, están sumergidos.

IX.- El domingo nos revela el sentido del tiempo
     Al ser el domingo la Pascua semanal, en la que se recuerda y se hace presente el día en el cual  Cristo resucitó de entre los muertos, es también el día que revela el sentido del tiempo. El domingo, brotando de la Resurrección, atraviesa los tiempos del hombre, los meses, los años, los siglos como una flecha recta que los penetra orientándolos hacia la segunda venida de Cristo.

X.- El cristiano no puede vivir su de sin participar en la Misa dominical
     Es de importancia capital que cada fiel esté convencido de que no puede vivir su fe, con la participación plena de la comunidad cristiana, sin tomar parte regularmente en la asamblea eucarística dominical. Descubierto y vivido así, el domingo es como el alma de los otros días. De domingo en domingo, el pueblo peregrino sigue las huellas de María, y su intercesión materna hace particularmente intensa y eficaz la oración que la Iglesia eleva a la Santísima Trinidad.


(Texto adaptado por Jesús de las Heras, sobre un trabajo de Alberto García Ruiz, fundador de “Mensaje del Papa”


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