TIEMPO LITÚRGICO

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domingo, 4 de noviembre de 2012

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 4 DE NOVIEMBRE, 31º DEL TIEMPO ORDINARIO

Amor: el mandamiento más importante

Marcos 12.28-34
     En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?». Respondió Jesús: «El primero es: "Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser". El segundo es este: "amarás a tu prójimo como a ti mismo" No hay mandamiento mayor que estos».
     El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios». Y nadie se atrevió a hacerle mis preguntas.

Otras lecturas: Deuteronomio 6.4-5; Salmo 18.2-4, 47, 51; Hebreos 7.23-28

LECTIO:
     Un maestro de la ley, impresionado por las respuestas que daba Jesús, le pregunta cuál es el primero de todos los mandamientos. Jesús contesta citando el Deuteronomio 6.4-5, texto también conocido como Shema Israel.
     Jesús sigue el método tradicional de los maestros judíos: escoge el mandamiento más importante para resumir toda la enseñanza de los Libros de la Ley: Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. En otras palabras, este verso particular es el fundamento y el objetivo de todo lo que se dice en aquellos libros y todo cuanto hay en ellos ha de ser interpretado teniéndolo como punto de referencia. Las palabras usadas para expresar el primer mandamiento varían ligeramente de las recogidas en Deuteronomio 6.4 (puedes comprobar la diferencia).
     Jesús entonces vincula este primer mandamiento con otro ‘segundo’: amar al prójimo como a ti mismo. Se trata de una cita de Levítico 19.18.
     Jesús deja bien claro que el amor debe estar en el centro mismo del mandamiento más importante. En primer lugar, amor a Dios, y en segundo, amor al prójimo. Al vincular uno y otro, Jesús da a entender que ambos deben ir unidos. La religión no puede descuidar la dimensión social de la vida del ser humano.
     Jesús no pone límites a nuestro amor a Dios; además, nuestro amor a nuestro prójimo debe ser al menos tan grande como el amor a nosotros mismos. Jesús propone una meta muy elevada: deberíamos amar a nuestro prójimo sin esperar recibir nada a cambio (Lucas 10.25-37)
     Quien le ha hecho la pregunta está de acuerdo con Jesús y hace un comentario muy acertado: obedecer estos dos mandamientos debe estar por encima de todo, ser más importante que los sacrificios de animales que constituían el rasgo fundamental del culto de aquella época.

MEDITATIO:
Considera lo que significa en la práctica obedecer estos dos mandamientos. ¿Cuáles son sus consecuencias? ¿Cómo puedes amar a Dios por entero? ¿Cómo puedes amar a tu prójimo como a ti mismo?
¿Qué es más importante para ti: cumplir con las prácticas religiosas u obedecer estos mandamientos? ¿Qué tiene que decirnos este pasaje sobre cuáles han de ser nuestros objetivos más importantes?

ORATIO:
     Pídele a Dios que te ayude a amarle a él y a los demás con mayor plenitud. Todo el Salmo 18 enumera muchos atributos de Dios y muchas de sus promesas.
Mientras oras recitando este salmo, trata de averiguar lo que te revelan estos versos sobre la personalidad de Dios. ¿Qué puedes descubrir e incorporar a tu vida de fe?

CONTEMPLATIO:
     Para ampliar lo que escuchamos en el Evangelio, la primera lectura, de Deuteronomio 6.4-5, nos ofrece el texto original al que se refiere Jesús.
     Hebreos 7.23-28 explica por qué Jesús es nuestro Sumo Sacerdote perfecto. Ya no son necesarios más sacrificios rituales. Jesús se ha hecho cargo de nuestro pecado de una vez por todas mediante el sacrificio de su propia vida y mediante su perfecta obediencia a la voluntad del Padre.

1 comentario:

  1. No sería amor si no tiene pasión. Pero por pasión no podemos entender fogosidad, divertimento egoísta o pulsión sensual. Tanto es así que podemos decir que en toda historia amorosa hay un elemento común, sea cual sea la época, la edad, la condición cultural, social o religiosa de los amantes: la pasión con la que se ama. No estamos ante una “debilidad” del afecto humano, sino ante una de las notas que constituyen su corazón: hemos sido creados para amar apasionadamente.
    Ciertamente que esto se puede entender mal, en el sentido de entenderlo parcialmente: amar sólo algunos aspectos de la persona (como por ejemplo, el cuerpo); o amar sólo un tiempo, mientras dura la real gana (es decir, amar mientras la magia romántica). Este tipo de “amor” que tiene fecha de caducidad, puede ser apasionado en el sentido loco y desenfrenado, prohibido y fugaz, pero nada tiene que ver con el apasionamiento amoroso del que nos habla este Evangelio. Amarlo todo, con todo y para siempre. Esta es la propuesta cristiana, y esto en la medida de nuestra madurez de creyentes en Jesucristo.
    La pregunta del letrado a Jesús: “¿Qué mandamiento es el primero de todos?” no era una curiosidad de aquel judío particular, sino una gran cuestión religiosa. Efectivamente, la ley de Moisés como expresión de la Alianza de Dios con su Pueblo se había transformado: de diez mandamientos había pasado a una lista inmensa de concreciones e interpretaciones (más de 600), la mayoría de las cuales tenían un tono prohibitivo e impositivo. No extraña, pues, que aquel letrado que quería ser honesto con su fe, pregunte a un nuevo Maestro como Jesús, cómo hacer para ser un fiel creyente. Y Jesús responde sorprendentemente: todo, con todo, para siempre, es decir, apasionadamente: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser... y al prójimo como a ti mismo.
    No sirven aquí las componendas parciales, ni tampoco las complicaciones extrañas: amar a Dios, amar al prójimo, como Jesús ha mostrado abundantemnte curando, alimentando y enseñando a los hombres hasta la extenuación, al mismo tiempo que se pasaba las noches en oración ante su Padre haciendo del cumplimiento de su Voluntad su comida cotidiana.
    Hay quienes creen que para vivir el amor cristiano basta ser personas educadas, generosas, entregadas a causas ajenas. Y hay quienes, por el contrario, evitan a los prójimos como si éstos fueran rémora o estorbo para su pretendido amor a Dios, creyendo falsamente que le aman a Él porque no aman a nadie. Amar apasionadamente a Dios y amar a sus hijos, todos nuestros hermanos. Escuchar la Palabra de Dios y vivirla, sabiendo verificar éstas en un amor al prójimo hecho en verdad, porque en esto sabemos que amamos a Dios: quien no me ama no observa mis palabras, y quien dice amar a Dios y no ama a su prójimo, vive en la mentira.
    + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
    Arzobispo de Oviedo

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