TIEMPO LITÚRGICO

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jueves, 30 de septiembre de 2021

DE LOS ESCRITOS DEL VENERABLE D. LUIS DE TRELLES

 

SAN JOSÉ Y LA EUCARISTÍA (III)

 

 Por todas estas consideraciones puede inferirse seguramente que si San José no participó realmente del Divino manjar Sacramental, tiene en su vida gloriosa, motivos sobrados para mantener afinidades con el Misterio, que lo hacen buen auxiliador de los que comulgan, y lo recomiendan a nuestra devoción para interponer su valimiento en la buena recepción de la Eucaristía, y en la devota y gozosa y fructífera acción de gracias  después de recibirla.

    Es además José por institución reciente Patrono de la Santa Iglesia, y como tal no puede menos de concurrir con eficacia al acto más grande de la Esposa de Jesucristo, que es el Santo Sacrificio de la Misa, y a la parte más importante de esta después de la consagración, que es la comunión de los fieles, que a ella asistan.

    En la Misa del Patrocinio de San José lee la Iglesia y por tanto aplica al Santo el Capítulo de la Biblia que contiene las prerrogativas, que a José hijo de Jacob, profetizó con su bendición su padre moribundo; y sus primeras palabras son filius accrescens, esto es, según Alapide, hijo de fructificación, o hijo que crece, o hijo que produce muchos frutos, lo cual literalmente anuncia que del Patriarca José, hijo de Jacob, de quién derivaron Efraín y Manases, padres de dos numerosas tribus de Israel, metafóricamente se aplica aquella frase a José, Esposo de María, porque de ella nació Jesucristo, que fue piedra fundamental y causa espiritual de una gran progenie, a saber, los cristianos, y de esta bendición anexa al nombre de José quiere la Santa Iglesia sacar sin duda, una alegoría a la estirpe de los hijos espirituales de Cristo, y a la protección de San José y al número de sus devotos, como si viniera a decir que espera del patrocinio del Santo Patriarca, las maravillas en el orden espiritual que al hijo de Jacob prometió éste en su última bendición, en el orden de la fecundidad y de la riqueza temporal, como añade el, Génesis hasta el advenimiento del esperado por los collados eternos. Aplica así bien la Iglesia al Esposo de María, la bendición que dio a su hijo Jacob y la de sus padres, esto es, la del mundo entero antes de Cristo, y se funda en que nuestro Santo homónimo del gobernador y virrey de Egipto vino a ser existimado padre de Jesucristo, en quién fueron Benditas todas las naciones. Además, y por último, se sigue de la elección de dicha Epístola que pueden asignarse a San José y a su protección y bendición todas las del Patriarca de loa Hebreos, y que los Cristianos debemos esperar de su patrocinio inmensos beneficios.

     De todos modos y aunque estas observaciones no tienen un sentido propiamente eucarístico, no se puede dudar que la declaración de Patrón de la Iglesia que el Sumo Pontífice hizo en favor de San José, le confiere también como al otro José del Génesis la superintendencia celestial de los bienes de la Iglesia, de los cuales el más precioso es la administración de la Sagrada Eucaristía, en la que reside real y sustancialmente Jesucristo que es su tesoro escondido.

    Con solo advertir que Nuestra Santa Madre compara al uno con el otro Patriarca, ya basta para inducir que asimila al poder inmenso que tuvo el hijo de Jacob en el Egipto, el que tiene el padre nutricio de Cristo en su vida gloriosa en lo que se refiere a la dispensación de las gracias celestiales, de las que la más excelente es la Deificación del hombre por medio de la Comunión Eucarística.

 

(La Lámpara del Santuario. Tomo XXI, 1890, págs.125-134)


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