SAN JOSÉ Y LA
EUCARISTÍA (III)
“Por todas estas
consideraciones puede inferirse
seguramente que si San José no participó realmente del Divino manjar
Sacramental, tiene en su vida gloriosa, motivos sobrados para mantener
afinidades con el Misterio, que lo hacen buen auxiliador de los que
comulgan, y lo recomiendan a nuestra devoción para
interponer su valimiento en la buena recepción de la Eucaristía, y
en la devota y gozosa y fructífera acción de gracias después de recibirla.
Es además José por institución reciente
Patrono de la Santa Iglesia, y como tal no puede menos de concurrir con
eficacia al acto más grande de la Esposa de Jesucristo, que es el Santo
Sacrificio de la Misa, y a la parte más importante de esta después de la
consagración, que es la comunión de los fieles, que a ella asistan.
En la Misa del Patrocinio de San José lee la
Iglesia y por tanto aplica al Santo el Capítulo de la Biblia que contiene las
prerrogativas, que a José hijo de Jacob, profetizó con su bendición su padre
moribundo; y sus primeras palabras son filius accrescens, esto es, según
Alapide, hijo de fructificación, o hijo que crece, o
hijo que produce muchos frutos, lo cual literalmente anuncia que del Patriarca
José, hijo de Jacob, de quién derivaron Efraín y Manases, padres de dos numerosas
tribus de Israel, metafóricamente se aplica aquella frase a
José, Esposo de María, porque de ella nació Jesucristo, que
fue piedra fundamental y causa espiritual de una gran progenie, a
saber, los cristianos, y de esta bendición anexa al nombre de José quiere la
Santa Iglesia sacar sin duda, una alegoría a la estirpe de los hijos
espirituales de Cristo, y a la protección de San José y al número de sus
devotos, como si viniera a decir que espera del patrocinio del Santo Patriarca,
las maravillas en el orden espiritual que al hijo de Jacob prometió éste en su
última bendición, en el orden de la fecundidad y de la riqueza temporal, como
añade el, Génesis hasta el advenimiento del esperado por los collados eternos.
Aplica así bien la Iglesia al Esposo de María, la bendición que dio a su hijo
Jacob y la de sus padres, esto es, la del mundo entero antes de Cristo, y se
funda en que nuestro Santo homónimo del gobernador y virrey de Egipto vino a
ser existimado padre de Jesucristo, en quién fueron Benditas todas las
naciones. Además, y por último, se sigue de la elección de dicha Epístola que
pueden asignarse a San José y a su protección y bendición todas las del
Patriarca de loa Hebreos, y que los Cristianos debemos esperar de su patrocinio
inmensos beneficios.
De todos modos y
aunque estas observaciones no tienen un sentido propiamente eucarístico, no
se puede dudar que la declaración de Patrón de la Iglesia que el Sumo Pontífice
hizo en favor de San José, le confiere también como al otro José
del Génesis la superintendencia celestial de los bienes
de la Iglesia, de los cuales el más precioso es la administración de la Sagrada
Eucaristía, en la que reside real y sustancialmente
Jesucristo que es su tesoro escondido.
Con solo advertir que Nuestra Santa Madre
compara al uno con el otro Patriarca, ya basta para inducir que asimila al
poder inmenso que tuvo el hijo de Jacob en el Egipto, el que tiene el padre
nutricio de Cristo en su vida gloriosa en lo que se refiere a la dispensación
de las gracias celestiales, de las que la más excelente es la Deificación del
hombre por medio de la Comunión Eucarística.
(La
Lámpara del Santuario. Tomo XXI, 1890, págs.125-134)
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