TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 25 de septiembre de 2021

DE LOS ESCRITOS DEL VENERABLE D. LUIS DE TRELLES

 


SAN JOSÉ Y LA EUCARISTÍA (II)


  De todos estos antecedentes y observaciones se infiere, que José fue cooperador activo e indispensable, dados los decretos de Dios, de la obra maestra del amor Divino, de la Eucaristía, que es, por decirlo así, la quinta esencia y el memorial auténtico y efectivo de todas las misericordiosas maravillas de la vida de Cristo.  Podríamos a esto añadir, que José dispensó al Redentor, con el título de Hijo, una especie de salvo conducto de honor, encubriendo así a los ojos profanos el origen verdadero de Jesús y bajo el escudo del Patriarca se conservó para los que no debían saberlo, la honra de la Madre y la del Hijo, respecto de todos los que no conocieron en aquellos tiempos el misterio de Dios.

   Pero, salvando todas las apariencias, y estudiando el misterio a otra luz, ¿quién no descubre, como dice un escritor, que la vida del justo que anda en la presencia de Dios y es perfecto, es una comunicación de gracia con Dios que reside en El y que, en cuanto a José, sus caricias y besos, como padre putativo, fueron una comunión imperfecta, pero de corazón y de espíritu? Esto es indudable pues por una manera efectiva, pero intima, correspondiéndose el alma de Cristo Nuestro Señor con el alma de José, y la de éste con la de su excelso Hijo. Todo lo dicho conduce a reconocer una comunicación y relación de causa a efecto, de cooperación al producto, de participación en la obra y en la sustentación de la persona, sin la que no habría el misterio que contiene y encierra al Dios hombre escondido que adoramos en nuestros Tabernáculos. Afuera de lo que dejamos expuesto, toda vez que la herencia de Jesucristo es el augusto Sacramento, porque atesora todas sus obras y todos sus atributos en cuanto Dios, así como todos sus méritos en cuanto hombre, y todo ello se oculta a la mirada humana bajo el velo de las especies; si hubiere sobrevivido el Padre de adopción a su Hijo Divino, ¿quién puede negar que en esta herencia de gracia y redención, puesto que se reparte solidariamente toda a todos, tendría derecho como el que más, José, amén de ostentar una acción y participación especial, como cabeza activa de la familia, y si pudiéramos aplicar el dialecto jurídico, como socio capitalista que pone en la producción su trabajo y su industria, sustentando al que con sus dolores y oraciones atesoró el fruto? Nos parece esto indudable, en la hipótesis, de que se pudiesen comparar cosas, actos y negocios materiales con los actos y méritos y misterios sobrenaturales, y Divinos. De lo que, aunque toscamente bosquejado, resulta que José en su vida gloriosa tiene una porción singular y una hijuela privilegiada en la herencia que nos legó Cristo al instituir el augusto Sacramento, y por ende, ha de complacerse en favorecer con su intercesión y auxilio a los que se acercan al banquete celestial, asistiéndoles para que se preparen bien, cuando al Patriarca acudan para obtenerlo y para hacer más fructuosa y devota y trascendental la sagrada comunión.  

   A parte de esto hay analogías, que la meditación descubre, entre la vida Eucarística de Jesús y la vida oculta de José. Porque plugo al Señor no hacer visible, ni publicar en el Evangelio las virtudes secretas del Patriarca, aunque es lógico y de necesaria inducción que las tuvo, ya que se le llama Justo en el Sagrado texto y alcanzó, mereciéndola, cuanto cabe, el ramillete aromático de la virginidad, y la Vocación singularísima de repartir con el Padre Eterno, el honor ostensible de la paternidad reputada del Hijo Unigénito del Padre en cuanto hombre, y la no menos insigne merced de custodiar a la Madre de Dios con el título de su Esposo, que lo fue verdaderamente, y jefe de la Sacra familia, cumpliendo bien su encargo.

 

(La Lámpara del Santuario. Tomo XXI, 1890, págs.125-134)


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