TIEMPO LITÚRGICO
jueves, 30 de septiembre de 2021
DE LOS ESCRITOS DEL VENERABLE D. LUIS DE TRELLES
SAN JOSÉ Y LA
EUCARISTÍA (III)
“Por todas estas
consideraciones puede inferirse
seguramente que si San José no participó realmente del Divino manjar
Sacramental, tiene en su vida gloriosa, motivos sobrados para mantener
afinidades con el Misterio, que lo hacen buen auxiliador de los que
comulgan, y lo recomiendan a nuestra devoción para
interponer su valimiento en la buena recepción de la Eucaristía, y
en la devota y gozosa y fructífera acción de gracias después de recibirla.
Es además José por institución reciente
Patrono de la Santa Iglesia, y como tal no puede menos de concurrir con
eficacia al acto más grande de la Esposa de Jesucristo, que es el Santo
Sacrificio de la Misa, y a la parte más importante de esta después de la
consagración, que es la comunión de los fieles, que a ella asistan.
En la Misa del Patrocinio de San José lee la
Iglesia y por tanto aplica al Santo el Capítulo de la Biblia que contiene las
prerrogativas, que a José hijo de Jacob, profetizó con su bendición su padre
moribundo; y sus primeras palabras son filius accrescens, esto es, según
Alapide, hijo de fructificación, o hijo que crece, o
hijo que produce muchos frutos, lo cual literalmente anuncia que del Patriarca
José, hijo de Jacob, de quién derivaron Efraín y Manases, padres de dos numerosas
tribus de Israel, metafóricamente se aplica aquella frase a
José, Esposo de María, porque de ella nació Jesucristo, que
fue piedra fundamental y causa espiritual de una gran progenie, a
saber, los cristianos, y de esta bendición anexa al nombre de José quiere la
Santa Iglesia sacar sin duda, una alegoría a la estirpe de los hijos
espirituales de Cristo, y a la protección de San José y al número de sus
devotos, como si viniera a decir que espera del patrocinio del Santo Patriarca,
las maravillas en el orden espiritual que al hijo de Jacob prometió éste en su
última bendición, en el orden de la fecundidad y de la riqueza temporal, como
añade el, Génesis hasta el advenimiento del esperado por los collados eternos.
Aplica así bien la Iglesia al Esposo de María, la bendición que dio a su hijo
Jacob y la de sus padres, esto es, la del mundo entero antes de Cristo, y se
funda en que nuestro Santo homónimo del gobernador y virrey de Egipto vino a
ser existimado padre de Jesucristo, en quién fueron Benditas todas las
naciones. Además, y por último, se sigue de la elección de dicha Epístola que
pueden asignarse a San José y a su protección y bendición todas las del
Patriarca de loa Hebreos, y que los Cristianos debemos esperar de su patrocinio
inmensos beneficios.
De todos modos y
aunque estas observaciones no tienen un sentido propiamente eucarístico, no
se puede dudar que la declaración de Patrón de la Iglesia que el Sumo Pontífice
hizo en favor de San José, le confiere también como al otro José
del Génesis la superintendencia celestial de los bienes
de la Iglesia, de los cuales el más precioso es la administración de la Sagrada
Eucaristía, en la que reside real y sustancialmente
Jesucristo que es su tesoro escondido.
Con solo advertir que Nuestra Santa Madre
compara al uno con el otro Patriarca, ya basta para inducir que asimila al
poder inmenso que tuvo el hijo de Jacob en el Egipto, el que tiene el padre
nutricio de Cristo en su vida gloriosa en lo que se refiere a la dispensación
de las gracias celestiales, de las que la más excelente es la Deificación del
hombre por medio de la Comunión Eucarística.
(La
Lámpara del Santuario. Tomo XXI, 1890, págs.125-134)
miércoles, 29 de septiembre de 2021
sábado, 25 de septiembre de 2021
DE LOS ESCRITOS DEL VENERABLE D. LUIS DE TRELLES
SAN JOSÉ Y LA
EUCARISTÍA (II)
De todos estos antecedentes
y observaciones se infiere, que José fue cooperador activo e indispensable,
dados los decretos de Dios, de la obra maestra del amor Divino, de la
Eucaristía, que es, por decirlo así, la quinta esencia y el memorial auténtico
y efectivo de todas las misericordiosas maravillas de la vida de Cristo. Podríamos a esto añadir, que José
dispensó al Redentor, con el título de Hijo, una especie de salvo conducto de
honor, encubriendo así a los ojos profanos el
origen verdadero de Jesús y bajo el escudo del Patriarca se conservó
para los que no debían saberlo, la honra de la Madre y la del Hijo,
respecto de todos los que no conocieron en aquellos tiempos el misterio de
Dios.
Pero, salvando todas las apariencias, y estudiando el misterio a otra luz, ¿quién no descubre, como dice un escritor, que la vida del justo que anda en la presencia de Dios y es perfecto, es una comunicación de gracia con Dios que reside en El y que, en cuanto a José, sus caricias y besos, como padre putativo, fueron una comunión imperfecta, pero de corazón y de espíritu? Esto es indudable pues por una manera efectiva, pero intima, correspondiéndose el alma de Cristo Nuestro Señor con el alma de José, y la de éste con la de su excelso Hijo. Todo lo dicho conduce a reconocer una comunicación y relación de causa a efecto, de cooperación al producto, de participación en la obra y en la sustentación de la persona, sin la que no habría el misterio que contiene y encierra al Dios hombre escondido que adoramos en nuestros Tabernáculos. Afuera de lo que dejamos expuesto, toda vez que la herencia de Jesucristo es el augusto Sacramento, porque atesora todas sus obras y todos sus atributos en cuanto Dios, así como todos sus méritos en cuanto hombre, y todo ello se oculta a la mirada humana bajo el velo de las especies; si hubiere sobrevivido el Padre de adopción a su Hijo Divino, ¿quién puede negar que en esta herencia de gracia y redención, puesto que se reparte solidariamente toda a todos, tendría derecho como el que más, José, amén de ostentar una acción y participación especial, como cabeza activa de la familia, y si pudiéramos aplicar el dialecto jurídico, como socio capitalista que pone en la producción su trabajo y su industria, sustentando al que con sus dolores y oraciones atesoró el fruto? Nos parece esto indudable, en la hipótesis, de que se pudiesen comparar cosas, actos y negocios materiales con los actos y méritos y misterios sobrenaturales, y Divinos. De lo que, aunque toscamente bosquejado, resulta que José en su vida gloriosa tiene una porción singular y una hijuela privilegiada en la herencia que nos legó Cristo al instituir el augusto Sacramento, y por ende, ha de complacerse en favorecer con su intercesión y auxilio a los que se acercan al banquete celestial, asistiéndoles para que se preparen bien, cuando al Patriarca acudan para obtenerlo y para hacer más fructuosa y devota y trascendental la sagrada comunión.
A
parte de esto hay analogías, que la meditación
descubre, entre la vida Eucarística de Jesús y la vida oculta de José.
Porque plugo al Señor no hacer visible, ni publicar en el Evangelio las
virtudes secretas del Patriarca, aunque es lógico y de necesaria inducción que
las tuvo, ya que se le llama Justo en el Sagrado texto y alcanzó, mereciéndola,
cuanto cabe, el ramillete aromático de la virginidad, y la Vocación
singularísima de repartir con el Padre Eterno, el honor
ostensible de la paternidad reputada del Hijo Unigénito del Padre en
cuanto hombre, y la no menos insigne merced de custodiar
a la Madre de Dios con el título de su Esposo, que
lo fue verdaderamente, y jefe de la Sacra familia, cumpliendo
bien su encargo.
(La
Lámpara del Santuario. Tomo XXI, 1890, págs.125-134)
(Mc 9, 35)
SEPTIEMBRE 2021
«Si uno quiere ser el
primero, sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9,
35)
Caminando con Jesús hacia Cafarnaúm,
los discípulos discuten animadamente entre ellos. Pero
cuando Él les pregunta de qué discuten, no se atreven a responder,
quizá porque les da un poco de vergüenza, pues estaban
tratando de establecer quién era el mayor de ellos. Jesús
había hablado varias veces de su misteriosa cita con el sufrimiento, pero para
Pedro y los demás era un tema demasiado difícil de entender y de aceptar. En
realidad, solo después de la experiencia de la muerte y resurrección de Jesús
descubrirán verdaderamente quién es Él: el hijo de Dios que da la vida por amor.
Por eso, para ayudarlos a hacer en verdad sus discípulos, Jesús se sienta, los
llama a su lado y les revela la verdadera naturaleza del «primado evangélico».
«Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos».
A pesar de las debilidades y
los miedos de los discípulos, Jesús confía en ellos y los llama a que lo sigan para
compartir su misión: servir a todos. Viene a la mente la
exhortación del apóstol Pablo a los cristianos de Filipo: «Nada hagáis por rivalidad ni por
vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como
superiores a sí mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los
demás. Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo» (Flp
2, 3-5). Servir no tanto como un esclavo, que está obligado a
ese trabajo, sino como una persona libre que ofrece generosamente sus
capacidades y sus fuerzas, que se entrega no a favor de un grupo o de una parte,
sino de todos los que necesitan su ayuda, sin excepciones ni prejuicios. Es
una llamada también para nosotros hoy, a tener mente y corazón abiertos para
reconocer y ocuparnos de las necesidades de los demás, a ser
activos en construir relaciones auténticamente humanas, a sacar provecho de
nuestros talentos por el bien común, volviendo a empezar cada día a pesar de
nuestros fallos. Es la invitación a ponernos en el último lugar para impulsar a
todos hacia el único futuro posible: la fraternidad
universal.
«Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos».
En un comentario a esta palabra de Jesús,
Chiara Lubich sugirió cómo transformarla en vida concreta: «Eligiendo con Jesús el último lugar en
las innumerables ocasiones que nos ofrece la vida diaria. ¿Que nos han encomendado
un cargo de cierto relieve? No nos sintamos “alguien”, no demos
pábulo a la soberbia ni al orgullo. Recordemos que lo
más importante es amar al prójimo. Aprovechemos esa nueva
situación para servir mejor al prójimo, y no olvidemos estar atentos a lo que
parecen cosas pequeñas, las relaciones personales, las humildes tareas
cotidianas, ayudar a los padres, la paz y la armonía en la familia, la
educación de los niños… Sí; vayan como vayan las cosas, recordemos que cristianismo
significa amar, y amar preferentemente a los últimos. Si
vivimos así, nuestra vida será un continuo edificar el Reino de Dios en la
tierra, y sobre este esfuerzo Jesús prometió todo lo demás por
añadidura: salud, bienes, abundancia de todo… para repartirlos a otros y
convertirse así en los brazos de la Providencia de Dios para muchos»[1].
«Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos».
Proteger la casa de todos es un modo de
servir al bien común especialmente actual y que podemos compartir con muchas
personas en el mundo, y es desde hace años un tema de peso para dar testimonio cristiano
juntos. Recordemos en particular que, para un número de Iglesias siempre
creciente, este mes de septiembre se abre con la celebración de la Jornada de
la Creación, que se prolonga hasta el 4 de octubre, con el Tiempo de la Creación.
En una de estas ocasiones, la Comunidad de Taizé propuso esta oración: «Dios de amor, mientras permanecemos en
tu presencia, haznos capaces de captar la infinita belleza de lo que has creado,
de todo lo que viene de ti, de su inagotable compasión. Aumenta nuestra
preocupación por los demás y por toda la creación. Enséñanos a descubrir el
valor de todo y haznos portadores de paz en la familia humana»[2].
Leticia Magri
[1] C.
LUBICH, Palabra de vida, septiembre de 1985, en EAD Palabras de Vida/1
(1943-1990), Ciudad Nueva, Madrid 2020, p. 351.
sábado, 18 de septiembre de 2021
LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 19 DE SEPTIEMBRE DEL 2021, 25º DEL TIEMPO ORDINARIO
«QUIÉN QUIERA SER PRIMERO, SEA EL ÚLTIMO»
Mc. 9,30-37
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará». Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaúm, y, una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?». Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».
Otras Lecturas: Sabiduría 2,12.
17-20; Salmo 53; Santiago 3, 16-4,3
La narración del evangelista nos ha ido
dando suficientes datos de palabras y de hechos de Jesús, como para imaginarnos
el bienestar que suponía para aquellos primeros discípulos el hecho de
pertenecer a esa compañía incipiente del Maestro… Pero no acaban de entender el viaje de fondo de su Maestro.
Digamos que disfrutan en cada estación, se envalentonan en cada parada del
camino, justamente cuando el Maestro habla, cuando cura, cuando hace milagros…
Entonces va Jesús y les vuelve a decir
delicadamente: “el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres,
y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará”. La reacción que
provocaba en ellos estas graves palabras, queda magistralmente dibujada en el
breve apunte de Marcos: “ellos
no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle”.
Al llegar a Cafarnaúm, Jesús les hará una
curiosa pregunta: ¿de qué discutíais? Pero ellos, extrañamente, no quisieron
contestar… Y quedaron efectivamente mudos... de vergüenza, pues no venían
comentado las palabras de su Maestro, sino que por el contrario se habían
estado repartiendo su pretensión: cuál de ellos era el más importante.
Humanamente hablando, era una situación
desalentadora para Jesús… Jesús adoptará
una actitud comprensiva llena de misericordia, y
les explicará en qué consiste la “importancia” a la que
ellos deben aspirar: ¿veis un niño?
pues así vosotros. No vayáis de “trepa” por la vida, sed sencillos, acogedores,
sed pequeños. Sólo
a ellos se les revela el verdadero sentido de la vida, los secretos del Reino
de Dios,
sólo ellos son los verdaderamente grandes. (+ Fr. Jesús
Sanz Montes, ofm – Arzobispo de Oviedo)
MEDITATIO:
San Marcos dedica toda una parte de su
evangelio a la enseñanza de los discípulos. Pareciera que Jesús, a mitad de
camino hacia Jerusalén, quiso que los suyos volvieran a elegir
sabiendo que ese seguimiento suponía momentos de prueba y de dolor. El
evangelista relata ese período de la vida de Jesús recordando que en
tres ocasiones él anunció su pasión; ellos expresaron tres veces
su desconcierto y resistencia, y el Señor en las tres oportunidades quiso
dejarles una enseñanza.
(Papa Francisco)
Pero los discípulos no
querían que Jesús les hablase de dolor y cruz, no
quieren saber nada de pruebas y angustias. Y san Marcos recuerda que se
interesaban por otras cosas, que volvían a casa discutiendo quién era el mayor.
[…] Jesús,
sabiendo lo que sentían, les propone un antídoto a estas luchas de poder y al
rechazo del sacrificio; y, para darle solemnidad a lo que va a
decir, se sienta como un Maestro, los llama, y realiza un gesto: pone a un niño
en el centro; un niñito que generalmente se ganaba los mendrugos haciendo
los mandados que nadie quería hacer. “En medio” significa
equidistante, para que nadie se pueda hacer el distraído, ninguno pueda
argumentar que “es responsabilidad de otro”, porque “yo no lo vi” o “estoy más
lejos”. Sin protagonismos, sin querer ser los aplaudidos o los primeros. […] (Papa Francisco)
Señor, Enséñame a mirar con ojos
inocentes, a fiarme de ti, a ir de tu mano por el camino, a dejarme abrazar, a disfrutar
el momento como los niños, sin temer el futuro y sin quedarme pensando en lo
pasado.
Señor, concédeme
un corazón libre,
un
corazón despojado.
Acompáñame
a buscar siempre y en todo,
tan sólo
amarte y servirte.
«Quien quiera ser primero, que sea el último y el servidor de todos»
En el evangelio de este
domingo, Jesús vuelve a rompernos
los esquemas humanos con los que
tantas veces funcionamos. Además de
poner en el centro de su mensaje la Cruz redentora –ahora con el segundo anuncio de la pasión-, nos da toda una lección sobre el servicio y la
humildad. Contrasta fuertemente lo
que Jesús va comunicando, el secreto de su corazón… Jesús habla de sus amores: la entrega hasta la
muerte en cruz para redimir
a todos los hombres… Los discípulos, sin embargo, están a su bola.
Están pensando quién será el más importante, y les molesta cualquier movimiento
en esta dirección, como el que realizaron los hijos del Zebedeo, pidiendo los
dos primeros puestos en el reino.
Lo primero que percibe uno al
leer esta página es la paciencia de Jesús. No sólo en este momento, sino en
muchos otros, Jesús enseña pacientemente, repite sus enseñanzas, no se asusta
de las reacciones, persevera constantemente en la propuesta de su amor, incluso
para quien la rechaza. Jesús
quiere llevarnos a la plenitud, y por él no quedará… Pero además, Jesús marca la pauta: “Quien quiera ser el primero, que sea el
último de todos y el servidor de todos”. Esta es la revolución del amor de
Cristo, que pone patas
arriba los criterios y los esquemas del mundo. Y esta revolución es subversiva, porque coloca en el primer puesto al que más
ama, al que más sirve, al que por amor vive la humildad de no sentirse nadie
importante…
Jesús
concluye poniéndonos delante de los ojos a un niño. En el evangelio, ese niño
es símbolo de inocencia, de humildad, de confianza, de esperanza, de buen
corazón. Si no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. (+ Demetrio Fernández - Obispo de
Córdoba)
viernes, 17 de septiembre de 2021
DE LOS ESCRITOS DEL VENERABLE D. LUIS DE TRELLES
SAN JOSÉ Y LA
EUCARISTÍA (I)
A primera vista no hay conexión ninguna entre estos dos asuntos, porque es de tradición incontestada, que el Padre nutricio y putativo de Jesús, falleció antes de la vida pública del Señor, y que Él mismo cerró a aquél los ojos, acompañado de María Santísima, por la cual doble circunstancia es San José abogado de la buena muerte. Pero, investigando las cosas en su fondo, hay para el Patriarca José relaciones causales con el Santísimo Sacramento, que no pueden pasar inadvertidas para el devoto del Esposo de María y del misterio Eucarístico.
No cabe duda, que José ejerció cerca de su Hijo adoptivo un ministerio de protección y patrocinio que es su más excelente mérito, y que supone una gran dignidad en el elegido y una alta gracia de Dios, secundada por una correspondencia perfecta. Y no es menos cierto que el grano Eucarístico, sembrado en la tierra y de cuya muerte salió tanta vida, fue criado, formado y desarrollado al amparo visible y por el trabajo de San José, quien alcanzó el privilegio de mantener, con el salario o recompensa del sudor de su frente, a Cristo Nuestro Señor; y siendo evidentes las relaciones de causa y efecto, no pueden ser lo menos la participación en el producto, y el honor de la obra, en el que contribuye a la primera materia, que sirve para elaborarlo y crearlo, aunque varíe su forma y modo de existencia. De lo que se infiere que José contribuyó y cooperó activamente a la Eucaristía, toda vez que también tuvo parte activa en mantener, o mejor, sostener al Hombre Dios en su vida secreta, de la que surgió inmediatamente la vida pública, la de pasión y muerte, y todas las evoluciones del niño al hombre que pasaron y se desarrollaron bajo el amparo del Padre nutricio de Jesús.
Nadie duda, por otra parte,
de la acción y concurrencia espiritual, intencional y misteriosa
pero real, de María a todos los trances de la vida, pasión y muerte de Jesús,
puesto caso que ésta ha sido Madre de Jesús, titulo y oficio que no perdió
nunca en todos los trámites de la vida de su Divino Hijo; ni duda nadie que la
sustentación y vida maternal y virtudes de la Reina de los Ángeles, corrió al
abrigo de los trabajos del artesano humilde de Nazareth, otorgando
Dios a Aquella en su providencia especial el auxilio de un Esposo, uniéndola y
desposándola en tal concepto con San José.
De todos estos antecedentes y
observaciones se infiere, que José fue cooperador activo e indispensable, dados
los decretos de Dios, de la obra maestra del amor Divino, de la Eucaristía, que
es, por decirlo así, la quinta esencia y el memorial auténtico y efectivo de
todas las misericordiosas maravillas de la vida de Cristo.
Podríamos a esto añadir, que José dispensó
al Redentor, con el título de Hijo, una especie de salvo conducto de honor,
encubriendo así a los ojos profanos el origen verdadero de Jesús y bajo el
escudo del Patriarca se conservó para los que no debían saberlo, la honra de la
Madre y la del Hijo, respecto de todos los que no conocieron en aquellos
tiempos el misterio de Dios.
(La
Lámpara del Santuario. Tomo XXI, 1890, págs.125-134)
jueves, 16 de septiembre de 2021
PARA EL DIÁLOGO Y LA MEDITACIÓN
SEPTIEMBRE: EUCARISTÍA
CENTRO DE LA FAMILIA
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar
Reflexiones que nos animen y ayuden a encontrarnos con Jesús
sacramentado y descansar en su corazón.
… que es el centro de la FAMILIA, Iglesia doméstica.
EUCARISTÍA: CENTRO DE LA FAMILIA
Eclesiástico 3, 2-6.12-14 – Fiesta
de la Sagrada Familia. “Dios hace al padre más
respetable que a los hijos y afirma la autoridad de la madre sobre su prole. El
que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula
tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y, cuando rece, será
escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre
el Señor lo escucha. Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo
abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes
mientras vivas. La limosna del padre no se olvidará, será tenida en cuenta para
pagar tus pecados”
El Obispo
de los Sagrarios abandonados, enseña que el Corazón de
Jesús ha de ser el rey del hogar. Obras Completas, 2910: “¿Cómo?: La
entronización del Corazón de Jesús en el hogar es un precioso modo de trabajar
por la familia. Si ésta se va o se ha ido, es porque antes se ha echado de ella
a Cristo, y con Él la vida, y las costumbres, y las dulzuras y los sostenes que
Cristo le había dado. Por eso hay que empezar por volver a
Cristo a la familia, hay que no descansar hasta colocarlo en el
trono de donde en mala hora fue arrojado. Hay que entronizar
al Corazón de Jesús, modelo, vida y defensa del verdadero amor, esencia de la
familia. ¡Conviene que Él reine! Y ¡reinará! Hay
que trabajar por la restauración y defensa de la familia”.
O.C., 4295:
“¡Familias cristianas, catequistas, apóstoles cristianos, luchad cuanto sea
preciso para que vuestros niños no se queden sin Jesús que los hace puros,
candorosos, creyentes, fuertes, valientes y… hasta graciosos!”
San Juan
Pablo II, 03/08/1986. En
la Adoración Eucarística, la familia encontrará la gracia para vivir a ejemplo
del Hogar de Nazaret, “En Caná de Galilea, cuando faltó el vino, Tú,
María, dijiste a Jesús: Hijo, “no tienen vino”. Tú conocías su corazón. Sabías
que es generoso para aquellos que lo invocan. Con tu oración en Caná de Galilea
hiciste que el Corazón de Jesús revelase su generosidad.
Este es el Corazón generoso, puesto que en
Él habita efectivamente la plenitud de la divinidad; habita en Cristo verdadero
hombre: y Dios es amor. Es generoso porque ama, y amar quiere decir prodigar,
quiere decir dar. Amar quiere decir ser don. Quiere decir ser para los demás,
ser para todos, ser para cada uno. Para cada uno que llama. Llama a veces,
incluso sin palabras. Llama por el hecho de poner al descubierto toda su
verdad, y en esta verdad, llama al amor. La verdad tiene la fuerza de llamar al
amor.
¡Corazón de Jesús, generoso para aquellos
que te invocan! Mediante esta generosidad el amor no se
agota, sino que crece. Crece constantemente. Esta es la naturaleza misteriosa
del amor. Y este es también el misterio del Corazón de Jesús que es generoso
para con todos. Se abre a todos y cada uno. Se abre completamente por sí mismo.
Y
esta generosidad no se agota. La generosidad del Corazón
da testimonio de que el amor no está sometido a las leyes de la muerte, sino a
las leyes de la resurrección y la vida. Da testimonio de que el amor crece con
el amor. Esta es su naturaleza”.
El
Venerable Luis de Trelles, “La Senda Eucarística” p. 363-364: “¿Lo
habéis pensado bien? ¿Conocéis vuestra dignidad, cristianos,
cuando os aproximáis a la mesa celestial? Este
portento es un portento de amor infinito y está dicho todo. Porque
el amor es loco y precipitado y asimila de tal suerte a los que padecen este
noble frenesí que, si el amante es Dios y el amado hombre, Dios
se hace hombre y víctima y viene a rescatar con
toda su sangre al amado de su corazón. Y,
si el amante es hombre y el
amado Dios, como dice san Agustín, en la fiebre de la pasión, el amante se hace
Dios”.
Promesas
del Corazón de Jesús a Santa Margarita M.ª de Alacoque: “Pondré paz
en sus familias”. “Bendeciré los hogares donde la imagen de mi Corazón sea
expuesta y venerada”.
Preguntas para el diálogo y la meditación.
■ ¿Mi
familia es una escuela de oración y adoración?
■ ¿Profundizo
en el conocimiento de la vida de Nazaret en este año de san José?
■ ¿He consagrado
al Corazón de Jesús mi hogar, con la debida preparación?
■ ¿He
leído y meditado la carta apostólica “Patris corde” sobre san José?
Oración al Sagrado Corazón
de Jesús
Por medio del Corazón Inmaculado de María,
esta familia cristiana, postrada a tus pies, quiere consagrarse a Ti. Todas sus
voces se unen para pedirte:
Que reines en este hogar, que dirijas
todos sus pasos, que presidas todos sus actos, que ilumines la inteligencia de
los padres para saber educar a los hijos en la caridad de Cristo, y la mente de
los hijos para saber escoger, en esta vida, el camino que les conduce a Ti.
Derrama sobre esta familia los dones del
Espíritu Santo para que sea fiel a los planes de Dios y, viva a ejemplo del
Hogar de Nazaret.
Corazón de Jesús: que esta familia esté
siempre alegre en la paz de la conciencia. Cuida de ella como cuida tu
Providencia de los pájaros y de las flores, y dale el temor de Dios en esta
vida y la felicidad de reunirnos todos Contigo en el Cielo. Amén.
¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
sábado, 11 de septiembre de 2021
LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 12 DE SEPTIEMBRE DEL 2021, 24º DEL TIEMPO ORDINARIO
«Y VOSOTROS, ¿QUIÉN DECÍS QUE SOY YO?»
Mc. 8, 27-35
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesárea de Filipo; por el camino preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?» . Ellos le contestaron: «Unos, Juan el Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?». Tomando la palabra Pedro le dijo: «Tú eres el Mesías». Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca de esto. Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días». Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Pero él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!». Y llamando a la gente y a sus discípulos les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará».
Otras
Lecturas: Isaías 50,5-9a; Salmo 114; Santiago 2,14-18
Todo iba bien en aquella comunidad que se iba forjando en torno a ese maestro especial nazareno. Pero de pronto, Jesús quiere hacer una especie de sondeo… “¿quién dice la gente que soy Yo?”… Pero la estadística que más importaba a Jesús era lo que sus discípulos pensaban sobre Él. Entonces Pedro hará una memorable confesión: “Tú eres el Mesías”. Pero Jesús, acaso un tanto perplejo por una respuesta tan clara y tan justa, prohíbe divulgar esa verdad que Pedro acaba de pronunciar… Por si acaso no hubieran comprendido, Jesús comenzó a instruir a sus discípulos para explicarles el alcance verdadero de su identidad mesiánica: “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado, y resucitar al tercer día”. Pedro… tuvo un “gesto” con su Maestro: increpando a Jesús quería salvar a su Salvador. Pero Jesús le responderá: “apártate de mí, Satanás. Tú piensas como los hombres, no como Dios”.
Es un cambio de escena de un dramatismo
tremendo. Pedro, que pasa a ser casi al mismo tiempo alguien en quien habla el
Padre y alguien en quien grita Satanás, capaz de lo mejor y más bello... y de
lo peor y más horrendo… (+
Fr. Jesús Sanz Montes, ofm).
MEDITATIO:
Jesús mira a los apóstoles y pregunta una
vez más: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Esta
es la pregunta más importante, con
la que Jesús se dirige directamente a aquellos que lo han seguido, para verificar su fe. Pedro, en nombre de todos,
exclama con naturalidad: «Tú eres el Mesías». (Papa
Francisco)
Jesús queda impresionado con la fe de
Pedro, reconoce que ésta es fruto de una gracia, de una gracia especial de Dios
Padre. Y entonces revela abiertamente a los discípulos lo que le
espera en Jerusalén, es decir, que “el Hijo del hombre tiene que
padecer mucho… ser ejecutado y resucitar a los tres días». (Papa
Francisco)
Seguir a Jesús significa
tomar la propia cruz —todos la tenemos…— para
acompañarlo en su camino, un camino incómodo que no es el del
éxito, de la gloria pasajera, sino el que conduce a la verdadera libertad, que
nos libera del egoísmo y del pecado. Se trata de realizar un neto rechazo de
esa mentalidad mundana que pone el propio «yo» y los propios intereses en el
centro de la existencia: ¡eso no es lo que Jesús quiere de nosotros! (Papa Francisco)
Por el contrario, Jesús nos invita a
perder la propia vida por Él, por el Evangelio, para recibirla renovada,
realizada, y auténtica. Podemos estar seguros, gracias a Jesús, que este camino lleva, al final, a la
resurrección, a la vida plena y definitiva con Dios. Decidir seguirlo a Él,
nuestro Maestro y Señor que se ha hecho Siervo de todos, exige caminar detrás
de Él y escucharlo atentamente en su Palabra —acordaos de leer todos los días
un pasaje del Evangelio— y en los Sacramentos. (Papa
Francisco)
Perdóname, Señor: también hoy he
tenido miedo del rechazo y de la burla. No he conseguido seguirte en tu camino.
Tú elegiste el amor y fuiste escarnecido, no te creyeron y, por último, te
mataron. Nunca dejaste de amar ni de demostrar amor.
Señor, no me atrae la
cruz,
pero creo que Tú eres
mi Dios,
mi Salvador, mi Amigo y
fiel compañero,
que has estado y estarás
conmigo…
«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho…»
En la primera parte
del evangelio, Jesús arrasa. Tiene un éxito espectacular: calma la tempestad
del mar, cura llamativamente a algunos enfermos crónicos, a un sordomudo, a aun
ciego, multiplica los panes para alimentar a la multitud por dos veces, una con
cinco mil y otra con cuatro mil asistentes, camina sobre las aguas. Todos
quieren ir con él. A partir del momento en que Jesús anuncia su pasión, entra
en la espesura de su vida y de su misión, va encontrando resistencias y muchos
se marcharon […] Siguiendo la escena (en el evangelio de san Juan), Jesús llega
a preguntarles: ¿También vosotros queréis
marcharos?...
El lenguaje de la Cruz echa para atrás a cualquiera, pero Jesús
no ha querido ahorrárnoslo. Porque es aquí cuando nos
abre su corazón y nos invita a ir con él. Si el seguimiento de Cristo fuera
todo folklore, milagros, hechos extraordinarios, le seguiríamos por tales
hechos. Pero en el seguimiento de Cristo, él
quiere que le sigamos a él y participemos de su suerte, compartamos su vida,
disfrutemos de su amor. Él ha venido para llevar
a cabo la redención del mundo, y lo va a hacer por la cruz y todo lo que la
rodea, para vencer la muerte en la resurrección.
Cuando nos invita a
seguirle por ahí, entonces se pone a prueba la verdad de nuestro seguimiento,
la verdad de nuestro amor a él. […] La invitación a seguirle es una invitación
al amor. “Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome
su cruz y me siga”. Vayamos con él. La fiesta de la exaltación de la
Santa Cruz el próximo 14 septiembre nos invita a levantar la mirada y fijarnos
en el Crucificado. La Cruz ya no es un desnudo signo de tortura, sino signo de
victoria y de amor… (+ Demetrio Fernández - Obispo de
Córdoba)
■… Y
¿a dónde hay que seguir a Cristo, sino a donde Cristo ha ido? Sabemos, en
efecto, que resucitó, que subió al cielo: allá hay que seguirlo. No hay que
ceder a la desesperanza, y no porque el hombre sea capaz de algo, sino porque
él lo ha prometido. Muy lejano nos quedaba el cielo, hasta que nuestra cabeza
subió al cielo. Pero ahora, ¿cómo vamos a desesperar llegar allí, si somos
miembros de aquella cabeza? Y ¿por qué razón? Pues porque la tierra es campo
del miedo y del dolor: sigamos a Cristo donde está la felicidad suma, la suma
paz, la eterna seguridad. (S.
Cesáreo de Arlés)