TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

viernes, 30 de julio de 2021

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 1 DE AGOSTO DEL 2021, 18º DEL TIEMPO ORDINARIO

« YO SOY EL PAN DE VIDA… »

 

Jn.6. 24-35

 

     En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo has venido aquí?” Jesús contesto: “Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.” Ellos le preguntaron: “Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?” Respondió Jesús: “La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.” Le replicaron: “¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo.”” Jesús les replicó: “Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.” Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de este pan.” Jesús les contestó: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed”.

 Otras Lecturas: Éxodo 16, 2-4.12-15; Salmo 77; Efesios 4, 17.20-24

 LECTIO:

   Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm va a exponer su discurso sobre el pan de vida, sobre la Eucaristía, que reflejará siempre, por una parte, que nos habla verdaderamente el Señor lo que es la Eucaristía, como el pan vivo bajado del cielo, y por otra parte, lo duro que será siempre aceptar en el corazón humano el misterio de la fe, de su Cuerpo y su Sangre entregados y derramados por Amor. Las palabras se quedan cortas.

    Ante la dificultad que le ponen a Jesús va a subrayar el Señor la primera base de lo que significa la Eucaristía, que ya estaba prefigurada en el maná que comen los israelitas en el desierto. Ahora, la figura del maná, Jesús la utiliza para hablar del verdadero alimento, el pan de vida que es Él, y dice que no fue Moisés quien nos dio el maná, sino su Padre del Cielo, como ahora os da el verdadero pan del cielo que es mi Cuerpo y mi Sangre entregada por Amor.

   Jesús, sin titubeos, aunque le va a costar que muchos le dejen, va a hablar claro de que es Él, el verdadero pan del cielo. Tienen que comer y beber, su Cuerpo y su Sangre, para que tengan vida abundante, vida eterna… (+ Francisco Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo, Primado de España)

 

MEDITATIO:

   En estos últimos domingos, la liturgia nos ha mostrado la imagen cargada de ternura de Jesús que va al encuentro de la multitud y de sus necesidades. En el pasaje evangélico de hoy la perspectiva cambia: es la multitud, hambrienta de Jesús, quien se pone nuevamente a buscarle, va al encuentro de Jesús. Pero a Jesús no le basta que la gente lo busque, quiere que la gente lo conozca; quiere que la búsqueda de Él y el encuentro con Él vayan más allá de la satisfacción inmediata de las necesidades materiales.

  La multitud escucha la invitación del Señor, pero no comprende el sentido —como nos sucede muchas veces también a nosotros— y le preguntan: «¿qué hemos de hacer para llevar a cabo las obras de Dios?». Los que escuchan a Jesús piensan que Él les pide cumplir los preceptos para obtener otros milagros como ese de la multiplicación de los panes. Es una tentación común, esta, de reducir la religión solo a la práctica de las leyes, proyectando sobre nuestra relación con Dios la imagen de la relación entre los siervos y su amo: los siervos deben cumplir las tareas que el amo les ha asignado, para tener su benevolencia. Esto lo sabemos todos.

   Por eso la multitud quiere saber de Jesús qué acciones debe hacer para contentar a Dios. Pero Jesús da una respuesta inesperada: «La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado». Estas palabras están dirigidas, hoy, también a nosotros: la obra de Dios no consiste tanto en el «hacer» cosas, sino en el «creer» en Aquel que Él ha mandado. Esto significa que la fe en Jesús nos permite cumplir las obras de Dios. Si nos dejamos implicar en esta relación de amor y de confianza con Jesús, seremos capaces de realizar buenas obras que perfumen a Evangelio, por el bien y las necesidades de los hermanos.

 ORATIO:

     Jesús, aumenta mi fe. Para que anhele y desee la Vida que Tú me ofreces constantemente y que la Iglesia celebra y nos entrega para saciar nuestra hambre y nuestra sed.

 Te busco, señor aunque lo haga de una forma equivocada,

e incluso, a veces porque me das lo que me conviene.

Pero créeme, Señor, que te busco porque te quiero.

 CONTEMPLATIO:

« ...el que viene a mí no volverá a tener hambre»

   Este subrayado del discurso del pan de vida es muy claro. Hay que comer su Cuerpo y beber su Sangre para vivir. Decía Messoti, en uno de sus famosos libros, que es impensable para un judío que se le ofreciese beber su sangre. O estaba loco o no sabía lo que era la revelación y la práctica judía, donde la sangre, expresión de la vida no se podrá beber, porque sólo Dios es quien da la vida.

  Por tanto, Jesús hablaba de comer y beber su carne y su sangre con tanta claridad que utiliza la palabra griega “sarx” (σρξ) que es preferida de San Juan y que tiene mucho interés en subrayarlo en todo su Evangelio al hablar de la encarnación del Verbo, de que Jesús se hizo “carne”. Por tanto, está Jesús explicando el misterio de la fe que es la Eucaristía y, por otra parte, nos dice que Él es el maná, el alimento y que es Él el enviado del Padre, no como Moisés y el maná que murieron porque el que come su carne y bebe su sangre vive para siempre.

  Es la vida entregada de Jesús para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. (+ Francisco Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo, Primado de España)

 

 …  Porque no tomamos estos alimentos como si fueran un pan común o una bebida ordinaria sino que, así como Cristo, nuestro salvador, se hizo carne por la Palabra de Dios y tuvo carne y sangre a causa de nuestra salvación, de la misma manera hemos aprendido que el alimento sobre el que fue recitada la acción de gracias que contiene las palabras de Jesús, y con que se alimenta y transforma nuestra sangre y nuestra carne, es precisamente la carne y la sangre de aquel mismo Jesús que se encarnó. (San Justino)

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