AQUELLOS SABIOS PEREGRINOS
La liturgia de la epifanía nos permite universalizar esa salvación
que nos trae el Niño Dios, y que en los días pasados hemos visto centrar en
torno a María, José y el pequeño puñado de pastores a los que primeramente se
les anunció la natividad de Cristo. Pero estaban de camino esos personajes de
los que nos habla el evangelio de este día: hemos venido a adorar al Niño desde el oriente
(Mt 2,1-12).
Fue una estrella la
que les sacó de su mundo y se convirtió para ellos en estela que les cambió su
mirada: de científicos buscadores en humildes peregrinos. Y por eso serán ellos
los que, tras los pastores, se acercarán al portal de Belén. En aquella posada
improvisada por la penuria que Dios convirtió con su presencia en palacio de
bondad, aparecieron nuestros famosos Reyes Magos para ofrecer sus dones a aquel Niño que era por antonomasia el
Don. La mirra, el incienso y el oro eran tres formas de reconocer al
Señor humanado que se presentaba como hombre sin dejar de ser Dios.
Había otros que
también estaban pendientes de la profecía del Mesías. Y no precisamente para
adorarle […] Nuestros sabios peregrinos no pusieron
precio a la divina provocación que en forma de estrella les convocaba:
sencillamente se dejaron llevar, y en el sentido más propio se con-movieron. Dios no les
defraudó a pesar de que lo inefable de la escena
estaba fuera de todo previsible guión. Por eso ellos, se llenaron de alegría, como nos dice el evangelio de hoy […]
De un comentario al evangelio de + Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo
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