TIEMPO LITÚRGICO
miércoles, 30 de septiembre de 2020
domingo, 20 de septiembre de 2020
LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 20 DE SEPTIEMBRE DEL 2020, 25º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)
«MIS PLANES NO SON VUESTROS PLANES»
Mt. 20. 1-16
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo y les dijo: “Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido”. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: “¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?”. Le respondieron: “Nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Id también vosotros a mi viña”. Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros”. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Al recibirlo se pusieron a protestar contra el amo: “Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno”. Él replicó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».
El
Evangelio de este domingo trata de aclarar, de precisar mejor lo que implica
seguir a Jesús y formar parte de su nuevo Pueblo. Será Pedro quien coja la
palabra para abundar en el tema: "nosotros lo hemos
dejado todo y te hemos seguido; ¿qué obtendremos como recompensa?"… La parábola de Jesús era clara hasta la
provocación.
Desde el amanecer hasta el atardecer, incluyendo la media mañana, el medio día
y la media tarde, el propietario de la parábola fue contratando en diversos
turnos a varios jornaleros.
Tan sólo con los de la primera hora había
fijado el salario: un denario por jornada. Al resto les pagaría "lo
debido". El momento del pago resultó un tanto emocionante cuando a los de
la última hora les entregó precisamente un denario: exactamente igual que a los
primeros.
Esta era la respuesta de Jesús a Pedro. Y
este era el "convenio laboral" de aquel propietario que en el fondo
representa a Dios. A
unos y a otros da lo mismo, o
mejor dicho, les da lo más que puede dar:
a su propio Hijo. Y
este "salario" lógicamente, no está en función de las horas
trabajadas, sino en función de la generosidad del dueño de
la viña: su amor desmedido… (+ Fr. Jesús Sanz
Montes, ofm. Arzobispo de
Oviedo).
MEDITATIO:
El
dueño de un viñedo, que representa a Dios, sale al alba y contrata a un grupo
de trabajadores, concordando con ellos el salario para una jornada. Después
sale también en las horas sucesivas, hasta la tarde, para contratar a otros
obreros que ve desocupados. Al finalizar la jornada, el dueño manda que se dé
dinero a todos, también a los que habían trabajado pocas horas […] Aquí
Jesús no quiere hablar del problema del trabajo y del
salario justo, ¡sino del Reino de Dios! Y el mensaje es éste: en
el Reino de Dios no hay desocupados, todos están llamados a
hacer su parte; y todos tendrán al final la compensación que
viene de la justicia divina —no humana, ¡por fortuna! —, es decir, la salvación
que Jesucristo nos consiguió con su muerte y resurrección. Una salvación que no
ha sido merecida, sino donada, para la que «los últimos serán los primeros y
los primeros, los últimos». (Papa Francisco)
Con esta parábola, Jesús
quiere abrir nuestros corazones a la lógica del amor del Padre, que es gratuito
y generoso. Se trata de dejarse asombrar y fascinar por
los «pensamientos» y por los «caminos» de Dios que, como recuerda el profeta
Isaías no son nuestros pensamientos y no son nuestros caminos. Los pensamientos
humanos están, a menudo, marcados por egoísmos e intereses personales y
nuestros caminos estrechos y tortuosos no son comparables a los amplios y
rectos caminos del Señor. Él usa la misericordia, perdona ampliamente, está
lleno de generosidad y de bondad que vierte sobre cada uno de nosotros, abre a
todos los territorios de su amor y de su gracia inconmensurables, que solo pueden
dar al corazón humano la plenitud de la alegría. (Papa Francisco)
Señor, gracias por salir a mi encuentro a
la “plaza de la vida”, donde estaba “parado” por no encontrar “propietario” que
me ofreciera un “jornal justo”. Saliste a buscarme… Gracias por haber tenido la
suerte de haber podido entrar a trabajar en tu viña.
Señor,
concédenos la alegría de vivir sumergidos
en la generosidad
del Padre,
conscientes
que la recompensa será desproporcionada.
«Amigo, ¿No nos
ajustamos en un denario? »
■… Se te llama a la
hora de sexta; ven. El amo también te ha ofrecido un denario si vienes a la
undécima, pero que vivas hasta la hora undécima, eso nadie te lo ha prometido.
No digo hasta la undécima, sino hasta la séptima. ¿Por qué, cierto del salario,
mas incierto del día, haces esperar a quien te llama? Mira, no te quedes, por
tu dilación, sin la prometida retribución (Agustín de Hipona).
jueves, 17 de septiembre de 2020
PRESENTE Y FUTURO DE LAS OBRAS EUCARÍSTICAS DE LA IGLESIA ( IV )
en el contexto de la nueva evangelización
4. Una espiritualidad verdaderamente eucarística.
Es
evidente que tal espiritualidad (eucarístico-litúrgica) no es cosa que atañe
sólo a los adoradores asociados, sino de todo católico. Pero los miembros de Obras
eucarísticas asumen una doble obligación a este respecto, la del ejemplo y
la de la promoción.
Ejemplares
en la vida espiritual y promotora, entre todos, de la espiritualidad común de
todo católico, la que brota de los Sacramentos y de la Palabra de Dios, que
administra la Iglesia con la asistencia del Espíritu y unida a Cristo. Singularmente
esta realidad se
sostiene por medio de la Eucaristía, cima de la Iniciación
y alimento permanente de vida cristiana.
Dios
actúa permanentemente en medio de los seres
humanos por medio de la Eucaristía (de modo eminente). Por ello, a pesar de su
incomprensibilidad fuera de la fe (que ya se manifestó en Cafarnaúm, tras el
discurso del Pan de vida −Jn 6, 60-61−), y que llevó en los primeros
tiempos a envolverla en la disciplina del arcano, la celebración
eucarística posee también una dimensión apologética: es signo elocuente de la Iglesia y expresión de su misterio
divino de comunión, comunión en Cristo y sus Dones, (frutos de su Misterio Pascual). Sacramento de nuestra
Fe, encuentro salvador con Dios, eclosión de Verdad y de Bien, fuente de conversión
y santificación, irradiante Gloria, expresión de Belleza,
que genera belleza, fiesta primordial.
Tal
presencia activa de Dios en la celebración eucarística reclama la
obediencia de la Fe y la decidida voluntad de participación. Participar,
para cumplir el mandato “haced –esto– en memoria mía”. Por eso la máxima
expresión de participación será, en lo ritual, la comunión sacramental y,
en lo existencial, la santidad. Pero estas realidades
culminantes vienen precedidas de todo un proceso, litúrgico y de
conversión-santificación.
En lo
litúrgico la comunión está precedida por ir y entrar en la iglesia,
por acudir a la celebración, por reconocerse indigno (siempre) de entrar en la presencia de Dios (acercarse
al altar y acto penitencial), por fijar la mirada en Él (kyries,
gloria, “oremos”), por escuchar a sus
voceros (lecturas
del A. Testamento o de las Epístolas), por alzarnos gozosos a escuchar
al Verbo encarnado en el Evangelio y asimilar todo esto eclesialmente (homilía); para proseguir, renovado el empeño, queriendo
actualizar su memorial (presentación de los dones) y acompañándole espiritualmente con nuestra ofrenda sobre el altar del
Sacrificio; entonces, Palabra
suya y materia nuestra se encuentran sobre la “piedra-escala” (altar) y la Plegaria Eucarística, con las palabras institucionales y la invocación del Espíritu, consagra los dones y misteriosamente nos dispone y acerca al
Sacramento en una progresiva aproximación e
identificación con el mismo, obra toda de Dios, que espera nuestra acogida religiosa y de fe (“hágase en mi según tu
palabra”, María modelo de participación); finalmente Padrenuestro, rito de la paz y fracción del pan buscan abrir y disponer totalmente
mentes y corazones para la comunión
eucarística que, proyectada hacia la vida (oración,
bendición y envío: nótese aquí que aun cuando no se haya podido comulgar, por
circunstancias personales, la participación gradual en la eucaristía obtenida
hasta la “presentación de dones” o hasta la solemne conclusión de la “Plegaria
Eucarística” es ya una gracia de conversión que se proyecta a la vida y prepara
una participación más perfecta), reclama una
“asimilación” personal y comunitaria en la oración y la adoración.
En lo
existencial el proceso, fundado y alimentado por la Eucaristía y
guiado por la Reconciliación sacramental, llevará a un crecimiento orgánico y
progresivo de la identificación con Cristo que excluye el
pecado y abraza cada vez más la voluntad del Padre que se expresa en operosa caridad (Dios es amor −1 Jn
4, 16−).
El “haced esto” evidentemente no puede limitarse a un obrar ritual, implica el Rito, mediante el cual la acción de Dios se actualiza entre nosotros y se hace accesible, pero va más allá del mismo reclamando no un simple mimético acompañamiento del Maestro (como de teatro), sino un real acto esponsal, de libre entrega e identificación con Él. Como diría san Pablo: “vivo yo, más ya no soy yo, que es Cristo que vive en mí” (Gal 2, 20). Por eso el mismo Rito se llena de trascendencia, excluye toda improvisación o trivialidad y reclama, en su reiterabilidad, una creciente conciencia y compromiso personal. Algo que tiende a actos intensos de amor que sacuden y reestructuran, desde dentro, la propia persona. Actos que se convierten en vivencias que fundan y desarrollan la fe y que transforman, a quien los vive, en testigo de la Persona y obra de Cristo. Tal experiencia del Misterio forma la trama de la mística cristiana y precisa de amplios espacios de asimilación, que prolongan la celebración eucarística en oración y adoración (como hacía la Virgen María cuando “conservaba todo esto en su corazón” Lc 2, 51). Esta Espiritualidad es la que se refleja en la vida de la primitiva Comunidad de Jerusalén (sumarios de Hch 2 y 4) y que ha sido como un punto permanente de referencia en la historia de la Iglesia siempre que ésta ha querido purificarse, reformarse, para cumplir mejor su misión, para ser más fiel al mandato de Cristo. (…)
+Mons. Juan Miguel Ferrer, subsecretario de la
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
lunes, 14 de septiembre de 2020
viernes, 11 de septiembre de 2020
LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 13 DE SEPTIEMBRE DEL 2020, 24º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)
(Lc 6, 38)
miércoles, 9 de septiembre de 2020
La formación pastoral nos hace conscientes, gradualmente, de nuestra pertenencia a la Iglesia y de nuestra dignidad y misión, dentro de ella. Las Obras eucarísticas de la Iglesia, es verdad que no se definen por sus obras de apostolado, caridad, o acción cultural y social, pero, consagrándose a cultivar la adoración en sus múltiples formas y la espiritualidad eucarística, están provocando en la Iglesia un constante flujo de santidad y de compromiso cristiano. Esta “frontalidad” se ha de manifestar en la vida de sus miembros y en las consecuencias comunitarias de su presencia y acción, en las parroquias o diócesis donde están presentes. (…)
+Mons. Juan Miguel Ferrer, subsecretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.