TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 13 de junio de 2020

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 14 DE JUNIO DEL 2020, SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)

«YO SOY EL PAN VIVO QUE HA BAJADO DEL CIELO»



 Jn. 6. 51-58


           “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo”.  Disputaban los judíos entre sí: “¿Cómo puede Éste darnos a comer su carne?”  Entonces Jesús les dijo: “En verdad, en verdad os digo; si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
       Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre”.

Otras Lecturas: Deuteronomio 8,2-3.14b-16a; Salmo 147 1Corintios 10, 16-17

LECTIO:
     El evangelio de esta fiesta nos presenta el célebre discurso de Jesús sobre el Pan de Vida. …Jesús se presenta como el pan bajado del cielo, pero… a dife­rencia del maná que también bajó del cielo, el que Jesús ofrece no vale para quitar el hambre fugaz y momentánea, sino el hambre más honda: la del corazón.
     Jesús viene como el Pan definitivo que el Padre envía, para saciar el hambre más profunda y decisiva: el hambre de vivir y de ser feliz... Su Persona viva es el Pan que el Padre da. Comer este Pan que sacia todas las hambres significa adherirse a Jesús, entrar en comunión de vida con Él, compartiendo su destino y su afán, ser discípulo, vivir con Él y seguirle.
     Comulgar a Jesús no es posible sin comulgar también a los hermanos. No son la misma comunión, pero son inseparables. Y esto lo ha entendido muy bien la Iglesia cuando al presen­tarnos hoy la fiesta del Corpus Christi en la cual adoramos a Jesús en la Eucaristía, nos presenta también a los pobres e indigentes, en el día de Caritas… (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm -Arzobispo de Oviedo)

MEDITATIO:
     «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo…» Jesús subraya que vino para darse a sí mismo, su vida, como alimento para quienes tienen fe en Él. Esta comunión con el Señor nos compromete a nosotros, sus discípulos, a imitarlo, haciendo de nuestra vida, con nuestras actitudes, un pan partido para los demás, como el Maestro partió el pan que es realmente su carne. (Papa Francisco)
     La Eucaristía hace madurar un estilo de vida cristiano. La caridad de Cristo, acogida con corazón abierto, nos cambia, nos transforma, nos hace capaces de amar no según la medida humana, siempre limitada, sino según la medida de Dios. (Papa Francisco)
   La Eucaristía nos recuerda además que no somos individuos, sino un cuerpo. Como el pueblo en el desierto recogía el maná caído del cielo y lo compartía en familia así Jesús, Pan del cielo, nos convoca para recibirlo, recibirlo juntos y compartirlo entre nosotros. La Eucaristía no es un sacramento «para mí», es el sacramento de muchos que forman un solo cuerpo, el santo pueblo fiel de Dios. Nos lo ha recordado san Pablo: «Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan». (Papa Francisco)

ORATIO:
     Te suplicamos que, comulgando del cuerpo de Cristo, nos convirtamos en lo que somos, como nos dice san Agustín: cuerpo de Cristo y miembros los unos de los otros.
Te contemplo, y me quedo aguardando.
 En silencio te expongo mi vida.
Te adoro, Tú me miras, Señor,  
Tus ojos bendicen todo mi ser,

CONTEMPLATIO:
     En la solemnidad del Corpus Christi, la Iglesia en España celebra también el Día de la Caridad. Cada celebración eucarística actualiza sacramentalmente la entrega de Jesús en la Cruz por nosotros y por todos los hombres, haciéndose pan partido “parala vida del mundo” (Jn 6,51). Aquí estriba la estrecha relación que existe entre el misterio eucarístico y el servicio de la caridad. Nuestra participación en la Eucaristía debe hacernos testigos de la compasión de Dios por cada hermano nuestro. El encuentro íntimo con Jesucristo en el sacramento de su cuerpo y de su sangre, que conlleva la comunión de nuestra voluntad y de nuestros sentimientos con los suyos, nos debe impulsar a mirar a nuestros hermanos con los mismos sentimientos de Jesús, con su mismo corazón, amándolos también hasta el extremo” (Jn 13,1).
     En esta solemnidad la Iglesia nos recuerda que la Eucaristía sin la caridad se convierte en un culto vacío, tantas veces denunciado por los profetas en la Sagrada Escritura. Nos recuerda también que la caridad sin la Eucaristía se convierte en mera acción social, en pura filantropía, que antes o después termina desvaneciéndose. Por ello, la solemnidad del Corpus Christi es una oportunidad extraordinaria para afianzar la vinculación entre Eucaristía y caridad, de modo que la adoración al Señor nos lleve a descubrirlo en el hermano pobre y necesitado, y el ejercicio de la caridad revitalice y refresque nuestras celebraciones eucarísticas, a menudo acartonadas y rutinarias... (+ Juan José Asenjo Pelegrina - Arzobispo de Sevilla)



   Jesús nos habla con ternura cuando se ofrece a los suyos en la santa comunión: «Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él». ¿Qué más podría darme, mi Jesús, además que su carne en alimento? No, Dios no podría hacer más, ni mostrarme un amor más grande. La santa comunión, como la palabra misma implica, es la unión íntima de Jesús con nuestra alma y nuestro cuerpo. Si queremos tener la vida y poseerla abundantemente, debemos vivir de la carne de nuestro Señor. Los santos lo comprendieron tan bien, que podían pasar horas preparándose y más todavía en acción de gracias. (Santa Teresa de Calcuta)

1 comentario:

  1. La solemnidad del cuerpo y la sangre de CRISTO de Corazón abierto nos hace vivir la Eucaristía celebrada, comulgada y adorada. Es la fiesta de Jesús sacramentado en nuestras calles, en nuestra vida cotidiana.
    Este texto conocido de Juan del discurso eucarístico del pan de vida en la sinagoga de Cafarnaúm junto al lago Tiberiades, Jesús revela la profundidad de la Eucaristía con tanta claridad y sencillez que muchos desde entonces dejaron de seguirle...comer su cuerpo, beber su sangre, es un misterio difícil de entender.
    La afirmación más contundente de Cristo es que la Eucaristía es vida. El que come de este pan, vivirá para siempre y quien se aleja de la Eucaristía, se aleja de todo lo bueno y de la vida en abundancia de la que habla el Señor. Eucaristía es Cristo vivo y resucitado. Sin la Eucaristía celebrada, comulgada y adorada la vida languidece y vivimos en una anemia espiritual. ¿No será esta afirmación de Jesús la clave pastoral que cuando no se pone en práctica, nuestras comunidades mueren? decían los primeros cristianos no podemos vivir sin la Eucaristía, sin celebrar el domingo, el día del Señor.
    También Jesús insiste que no fue Moisés el que nos dio el Mana, sino que es mi Padre del cielo el que os da mi cuerpo y mi sangre que es la vida regalada y entregada por amor. En el desierto el pueblo de Israel moría de hambre y de sed. En el Corazón vivo de Jesús se encuentra la expresión personal de lo que es esencialmente la Eucaristía, que sacia con el pan de vida nuestra hambre de amor y salvación. Es la Eucaristía de donde brota de su costado abierto, el agua viva prometida a la Samaritana, sabiendo qué quien bebe de su Corazón no tendrá sed jamás.


    + Francisco Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo
    Primado de España

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