TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

domingo, 31 de mayo de 2020

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 31 DE MAYO DEL 2020, PASCUA DE PENTECOSTÉS (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)

«PAZ A VOSOTROS… RECIBID EL ESPÍRITU SANTO»


Jn. 20. 19-23

       Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado.  Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 
   Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo;  a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Otras Lecturas: Hechos 2,1-11; Salmo 103; 1Corintios 12, 3b-7.12-13

LECTIO:
     Con la fiesta de Pentecostés que celebramos este domingo, hemos llegado al final de todo el ciclo pascual. Jesús antes de su ascensión al Padre hizo dos promesas muy importantes a sus discípulos: por una parte, que permanecería con, en y entre ellos hasta el final de los siglos; y por otra, que les enviaría desde el Padre al Espíritu Santo, que sería para ellos el Consolador, el que llevaría a plenitud lo que Jesús mismo había comenzado, recordándoles lo que Él les había revelado.
   Tras la ascensión de Jesús, los discípulos volvieron a Jerusalén. Allí esperarían el cumplimiento de la promesa del Espíritu. “Todos los discípulos estaban juntos el día de Pentecostés”. La tradición cristiana siempre ha visto esta escena como el prototipo de la espera del Espíritu. La Madre de Jesús –y de los discípulos que engendró al pie de la Cruz del Señor – era una mujer que sabía de la fidelidad de Dios, de cómo Él hace posible lo que para nosotros es imposible; era una mujer creyente que había aprendido a guardar en su corazón todo lo que Dios le manifestaba. Ella era, y sigue siendo, la que reunía a la Iglesia (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm. Arzobispo de Oviedo).

MEDITATIO:
«Donde llega el Espíritu de Dios, todo renace y se transfigura»

     Nadie se esperaba ya nada de los discípulos... En cambio, se verificó un hecho inesperado que suscitó admiración: la gente quedaba turbada porque cada uno escuchaba a los discípulos hablar en la propia lengua, contando las grandes obras de Dios. (Papa Francisco)
     La Iglesia que nace en Pentecostés es una comunidad que anuncia un mensaje nuevo: Cristo está vivo, ha resucitado; un lenguaje nuevo: el lenguaje del amor. (Papa Francisco)
     El Espíritu Santo nos enseña: es el Maestro interior. Nos guía por el justo camino, a través de las situaciones de la vida. …nos enseña a seguir a Jesús, a caminar siguiendo sus huellas. El Espíritu Santo es  maestro de vida dentro del horizonte más amplio y armónico de la existencia cristiana. (Papa Francisco)
     El Espíritu Santo nos recuerda todo lo que dijo Jesús. Es la memoria viviente de la Iglesia. Y mientras nos hace recordar, nos hace comprender las palabras del Señor. Nos recuerda todo lo que dijo Cristo, nos hace entrar cada vez más plenamente en el sentido de sus palabras. (Papa Francisco)
   Con la ayuda del Espíritu Santo, podemos interpretar las inspiraciones interiores y los acontecimientos de la vida a la luz de las palabras de Jesús. Y así crece en nosotros la sabiduría de la memoria, la sabiduría del corazón, que es un don del Espíritu. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor…

Espíritu Santo, armonía nuestra,
tú que nos haces un solo cuerpo,
infunde tu paz en la Iglesia y en el mundo.

CONTEMPLATIO:
«Se llenaron todos del Espíritu Santo»

       Este acontecimiento cambia la vida de la Iglesia que comienza su misión. Y esa misión continúa a través de nosotros. Todos entienden el anuncio que hacen los apóstoles en su propia lengua. Y es que estaban llenos del Espíritu... El acontecimiento de Pentecostés nos muestra cómo la Iglesia muestra su identidad comunicando la buena noticia. Saliendo a comunicar la buena noticia. Y esto es lo que nos pide a nosotros también hoy. En vuestras familias, entre vuestros amigos, entre la gente que conocéis. No hay que hacer cosas raras. Es definirse como cristiano, y sobre todo expresarlo con nuestra propia vida
     Tenemos una misión. Un pueblo para la misión: llevar a los hombres de la oscuridad a la luz, que es el mismo Cristo. Una primera parte del Evangelio nos dice que los discípulos estaban en la oscuridad, con las puertas cerradas, con miedo... Se quedaron encerrados en sí mismos. Una Iglesia que vive así no es la de Cristo. La de Cristo es la Iglesia en la que el Señor irrumpe en medio de aquellos hombres. Se hace presente. Se manifiesta. Abre puertas. Y les dice: paz a vosotros. Y les comunica que recibirán el Espíritu Santo... Y les comunica que marchen. Que les envía: lo mismo que el Padre me envió, así os envío yo. (+Card. Carlos Osoro – Arzobispo de Madrid).

                                                                                        


   Es vano esperar recibir y aprender de boca de cualquier hombre lo que sólo es posible recibir y aprender de la lengua de la verdad. En efecto, como dice la verdad misma, «Dios es Espíritu» (Jn 4,24). Dado que es preciso que sus adoradores lo adoren en Espíritu y en verdad, los que desean conocerlo y experimentarlo deben buscar sólo en el Espíritu la inteligencia de la fe y el sentido puro y simple de esa verdad. (Guillermo de Saint-Thierry).

1 comentario:

  1. El Espíritu Santo el gran desconocido, es el don del Resucitado que tiene como misión formar en nosotros los sentimientos de Cristo.
    En el domingo de Pentecostés la Iglesia se manifiesta como una santa católica y apostólica. No hay evangelización si no somos enviados por el Espíritu Santo desde la intimidad del cenáculo para la vida del mundo. Sin intimidad con Cristo Eucaristía no puede haber fecundidad. Sin la reconciliación, sin el Espíritu Santo que nos envía el Resucitado para sembrar la paz del corazón, no se puede dar sin el perdón de los pecados.
    Siempre que Jesús habla de sed, de agua viva, de fuente, de manantial no está lejos el Señor y dador de vida. Siempre la tercera persona de la Trinidad, el Espíritu Santo, se nos ofrece a través de sus dones y de sus frutos como el artífice de la santidad. San Juan siempre que presenta al Espíritu Santo nos habla de la profunda humildad de Jesús que tiene un Corazón manso y humilde y que ha sido formado en las entrañas purísimas de la Virgen por obra y gracia del Espíritu Santo. Es el Corazón de Jesús que en la fiesta de los tabernáculos grita sacerdotalmente, quien tenga sed que venga a mí y beba y de sus entrañas brotaran torrentes de agua viva y matiza Jn 7, que se refería al Espíritu Santo que actúa en los cristianos. Actúa por la gracia en el corazón de todos los bautizados.
    San Agustín decía contemplando la Trinidad que el Padre es el Amante, el Hijo es el Amado y el Espíritu Santo es el Amor.
    Pentecostés era la fiesta para los israelitas de la cosecha. La gran cosecha del Resucitado, sembrado con lágrimas en la Pasión, ha dado como fruto de cosecha del Espíritu Santo que tiene como misión, el conducirnos a lo mismo que condujo a Jesús y que es la santidad

    + Francisco Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo
    Primado de España

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