TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 23 de mayo de 2020

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 24 DE MAYO DEL 2020, 7º DE PASCUA (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)

« ID, Y HACED DISCÍPULOS A TODOS LOS PUEBLOS… »



Mt. 28. 16-20

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
       «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
       Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».

Otras Lecturas: Hechos 1,1-11; Salmo 46; Efesios 1,17-23

LECTIO:
     Con la ascensión de Jesús que celebramos este domingo… inaugura un modo nuevo de Presencia suya en el mundo, y un modo nuevo también de ejercer su Misión.     
     Cuando los discípulos vieron al Señor “algunos vacila­ban”… Esta­rían desconcertados y confusos sobre su destino y su quehacer ahora que el Maestro se marchaba. Y mientras Jesús les hace las recomendaciones finales y les habla de la promesa del Padre y del envío del Espíritu, ellos, completamente ajenos a la trama del Maestro… le espetarán la es­calofriante pregunta: “¿es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel?”, que era como proclamar que no habían entendido nada.
     Es importante entender bien la despedida de Jesús, pues Él comienza a es­tar... de otra manera… …Él cuando se hizo hombre no perdió su divinidad, ni su intimidad con el Padre bienamado, ni su obediencia hasta el final más abandonado. Ahora que regresa junto a su Padre, no perderá su humanidad, ni su comunión con los suyos, ni su solidaridad hasta el amor más extremado. (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm. Arzobispo de Oviedo).

MEDITATIO:
    La página evangélica nos presenta el momento de la despedida definitiva del Resucitado de sus discípulos… Ahora esos discípulos han pasado a través del “fuego” de la pasión y de la resurrección; al ver al Señor resucitado se postrarán delante, pero algunos todavía tienen dudas. A esta comunidad con miedo, Jesús deja la gran tarea de evangelizar al mundo; y concreta este encargo con la orden de enseñar y bautizar en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. (Papa Francisco)
     La Ascensión de Jesús al cielo constituye por eso el final de la misión que el Hijo ha recibido del Padre y el inicio de la continuación de tal misión por parte de la Iglesia. Desde este momento, desde el momento de la Ascensión, de hecho, la presencia de Cristo en el mundo es mediada por sus discípulos, por aquellos que creen en Él y lo anuncian. Esta misión durará hasta el final de la historia y gozará cada día de la asistencia del Señor resucitado, el cual asegura: «Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». Y su presencia lleva fortaleza ante las persecuciones, consuelo en las tribulaciones, apoyo en las situaciones de dificultad que encuentran la misión y el anuncio del Evangelio. (Papa Francisco)
     La Ascensión nos recuerda esta asistencia de Jesús y de su Espíritu que da confianza, da seguridad a nuestro testimonio cristiano en el mundo Hoy somos invitados a comprender mejor que Dios nos ha dado la gran dignidad y la responsabilidad de anunciarlo al mundo, de hacerlo accesible a la humanidad. Esta es nuestra dignidad, este es el honor más grande para cada uno de nosotros, ¡de todos los bautizados! (Papa Francisco)
     En esta fiesta de la Ascensión, mientras dirigimos la mirada al cielo, donde Cristo ha ascendido y está sentado a la derecha del Padre, reforcemos nuestros pasos en la tierra para proseguir con entusiasmo y valentía nuestro camino, nuestra misión de testimoniar y vivir el Evangelio en todo ambiente. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Señor Jesús: danos el Espíritu de la verdad para que nos haga comprender y poner en práctica todas tus palabras de vida, esas que has traído para nosotros del corazón del Padre eterno.

Empapa, oh Dios mío, mi corazón de tu bondad; 
rocíame con la lluvia suave de tu ternura; 
deja caer tu amor sobre mí como rocío de la mañana…

CONTEMPLATIO:
     Es importante entender bien la despedida de Jesús cuando se hizo hombre no perdió su divinidad, ni su intimidad con el Padre bienamado, ni su obediencia hasta el final más abandonado. Ahora que regresa junto a su Padre, no perderá su humanidad, ni su comunión con los suyos, ni su solidaridad hasta el amor más extremado.
   Nosotros somos también los destinatarios de esta escena. Como discípulos que somos de Jesús, Él nos encarga su misión. Contagiar esta esperanza, hacer nuevos discípulos; bautizar y hablar­les de Dios nuestro Padre, de Jesús nuestro Hermano, del Espíritu Santo nuestra fuerza y consuelo; de María y los santos, de la Iglesia del Señor, enseñándoles lo que nosotros hemos aprendido que nos ha de­vuelto la luz y la vida.
     Y todo esto es posible, más allá de nuestras vacilaciones y dificul­tades, porque Jesús se ha comprometido con nosotros, con y a pesar de nuestra pe­queñez. Es lo que celebramos los cristianos en la Iglesia, cuerpo de Jesús en plenitud. Él no se ha marchado, vive en nosotros y a través nuestro. (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm. Arzobispo de Oviedo).



   Y así como en la solemnidad de Pascua la resurrección del Señor fue para nosotros causa de alegría, así también ahora su Ascensión al cielo nos es un nuevo motivo de gozo, al recordar y celebrar litúrgicamente el día en que la pequeñez de nuestra naturaleza fue elevada, en Cristo, por encima de todos los ejércitos celestiales, de todas las categorías de ángeles, de toda la sublimidad de las potestades hasta compartir el trono de Dios Padre. Hemos sido establecidos y edificados por este modo de obrar divino, para que la gracia de Dios se manifestara más admirablemente, y así, a pesar de haber sido apartada de la vista de los hombres la presencia visible del Señor, por la cual se alimentaba el respeto de ellos hacia él, la fe se mantuviese firme, la esperanza inconmovible y el amor encendido. (S. León Magno)


1 comentario:

  1. La gran tentación del corazón humano es pensar que Dios está lejos y que se aleja de nosotros muchas veces, sobre todo cuando lo pasamos mal. La Ascensión del Señor cuando no se profundiza, se queda en una especie de despedida donde el Señor se va y nos ha quedado aquí en la intemperie.
    La Ascensión es que el Verbo se sitúa con su humanidad en el corazón de la Trinidad. Ahora está más cerca de nosotros que nunca. Mas intimo que nuestra propia intimidad decía San Agustín. La Ascensión culmina lo que ha repetido una y otra vez Juan de ser elevado, ser glorificado... cuando yo sea elevado en lo alto lo atraeré a todos hacia mí. El Señor ha sido elevado en la crucifixión, en la Resurrección y en la Ascensión. Todo forma parte del plan del Padre, su proyecto de Amor es ser elevado porque antes ha buscado el abajamiento, la Kénosis, la humillación.
    El ascendió a los cielos junto al Padre. Ha ido a prepararnos una morada para vivir eternamente en su casa, en su intimidad. La Ascensión no es lejanía, no es subida, sino un deseo cumplido de la Trinidad para que nuestros corazones sean inhabitados. Es una autentica Presencia que recrea y enamora porque el Señor se ha quedado con nosotros en la presencia eucarística, en la Iglesia, en los que sufren... hasta el final de los tiempos. Elevado en la Ascensión al cielo es para estar más cerca de los que peregrinamos en la tierra. Lo encontramos en los sacramentos y la oración vividos en fe en esperanza y caridad.
    Vivamos siempre lo que el Evangelio nos alienta a vivir en este tiempo, contemplando al Corazón Vivo de Jesús donde su humanidad ha quedado en la Trinidad. El Verbo se hizo carne y ha subido con su corazón de carne a lo más profundo del cielo en la vida trinitaria.



    + Francisco Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo
    Primado de España

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