TIEMPO LITÚRGICO
lunes, 28 de diciembre de 2020
domingo, 27 de diciembre de 2020
LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 27 DE DICIEMBRE, EN LA OCTAVA DE NAVIDAD JORNADA DE LA SAGRADA FAMILIA
«MIS OJOS HAN VISTO AL SALVADOR, PRESENTADO ANTE LOS
PUEBLOS»
Lc. 2, 22-40
Cuando llegó el tiempo de la purificación,
según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para
presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo
primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como
dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.»
Vivía entonces en Jerusalén un hombre
llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y
el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo:
que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el
Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para
cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a
Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu
promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu
Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar
a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.» Su padre y su madre estaban admirados
por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre:
«Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será
como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada
te traspasará el alma.»
Había también una profetisa, Ana, hija de
Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había
vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se
apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose
en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que
aguardaban la liberación de Jerusalén. Y cuando cumplieron todo lo que
prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba
creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de
sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
Otras Lecturas: Sirácida 3,2-6.12-14; Salmo 127; 1Colosenses 3, 20-12.21
Una vez celebrado el misterio del
nacimiento de Jesucristo y de haberle contemplado en su más tierna infancia,
tras el parto de Belén, de inmediato la Iglesia nos propone, la
presencia del Niño Dios en una familia, la Sagrada Familia. Todo va
sucediendo, en el diseño de los misterios de la infancia, según el querer de
Dios y de su designio de traer la salvación al mundo por la presencia encarnada
de su propio Hijo. El Dios humanado asume la vida familiar y
hace de ella el modelo de toda familia humana.
En este año,
marcado por la pandemia de la COVID-19, esta celebración de Navidad nos
orienta a situar dignamente en el seno familiar a los miembros más vulnerables; nos
propone centrar nuestra mirada en los “ancianos, tesoro de la
Iglesia y de la sociedad”... En realidad, la afirmación de este
lema no se puede hacer sin reconocer, que en la práctica, no siempre se cumple
ese reconocimiento social y eclesial de los ancianos. Quizás nadie se atreva a
manifestarlo en público; sin embargo, en las decisiones políticas y en la
práctica cotidiana, sobre todo de la vida familiar, no es tan exacto que los
ancianos sean considerados un tesoro[...]
La Iglesia, por su parte, ha
de acompañar a los ancianos, sea cual sea su situación,
con una tención pastoral adecuada a su situación de fe. De un modo especial, ha
de
reconocer su papel imprescindible en la misión de la Iglesia,
sabiéndoles situar como el catequista natural que son. Eso
significa que se les ha de ayudar a ponerse al servicio de la comunidad
cristiana. No se puede olvidar que los ancianos son custodios y
transmisores de la fe, que trasmiten a las más jóvenes generaciones el sentido
de la vida, el valor de la tradición y el de ciertas prácticas religiosos y
culturales… (+ Amadeo Rodríguez - Obispo de Jaén)
MEDITATIO:
El Evangelio hoy nos presenta a la Virgen
y San José en el momento en el cual, cuarenta días después del nacimiento de
Jesús, se dirigen al templo de Jerusalén. Lo hacen en religiosa obediencia a la
Ley de Moisés, que prescribe ofrecer al Señor al primogénito (cfr. Lc 2,22-24). (Papa
Francisco)
Podemos imaginar esta pequeña familia, en
medio a tanta gente, en los grandes patios del templo. No resalta a los ojos,
no se distingue … ¡Pero todavía no pasa inobservada! Dos ancianos, Simeón y Ana, movidos por el Espíritu Santo, se
acercan y se ponen a alabar a Dios por ese Niño, en el cual reconocen al
Mesías, luz de las gentes y salvación de Israel (cfr. Lc 2,22-38). Es un momento
simple pero rico de profecía: el encuentro entre dos jóvenes esposos llenos de
alegría y de fe por las gracias del Señor; y dos ancianos, también ellos llenos
de alegría y de fe por la acción del Espíritu. ¿Quién los hace encontrar?... (Papa Francisco)
Jesús es Aquel que
acerca a las generaciones. Es la fuente de aquel amor que une
a las familias y a las personas, venciendo toda desconfianza, todo aislamiento,
todo alejamiento. Esto nos hace pensar también a los abuelos: ¡Cuánto es importante
su presencia, la presencia de los abuelos! ¡Cuánto es precioso su rol en las
familias y en la sociedad! Las buenas relaciones entre jóvenes y ancianos es
decisiva para el camino de la comunidad civil y eclesial. (Papa Francisco)
El
mensaje que proviene de la Sagrada Familia es ante todo un mensaje de fe. En
la vida familiar de María y José Dios está verdaderamente en el centro, y lo
está en la Persona de Jesús. (Papa
Francisco)
Señor, haz que nuestras familias, nuestras
comunidades, nuestros grupos… y cada uno de nosotros acojamos y seamos fieles a
tus proyectos.
Sagrada
Familia de Nazaret,
que nuestras familias sean lugares de comunión
y cenáculos
de oración.
Contempla a esta
pequeña familia, en
medio de tanta gente, en
los grandes atrios del templo. No sobresale a la vista, no se distingue... Sin
embargo, no pasa desapercibida. Dos ancianos, Simeón y Ana,
movidos por el Espíritu Santo, se acercan y comienzan a alabar a Dios por ese
Niño, en quien reconocen al Mesías, luz de las gentes y salvación de Israel. (Papa Francisco)
Nos los podemos imaginar temblones y
llorosos por ver cumplido lo que toda una vida habían estado esperando. Simeón
se puso a cantar un himno de alabanza porque estaba arrullando entre sus manos
arrugadas y tiernas a quien era presentado como luz para todos los Pueblos. Y
comprendió que la vida ya le había dado todo, y tan hermosamente, y tan
puntualmente, y tan inmerecidamente… pero se lo había dado de verdad.
Todos
nosotros tenemos la misma promesa del anciano Simeón, sea cual sea nuestra edad y
circunstancia. Hemos
nacido para ese encuentro con Alguien que se nos da como la luz que
corresponde a tantas negruras y apagones, como la misericordia que corresponde
con todas nuestras durezas, como la gracia que es capaz de abrazar nuestras
soledades, la alegría que recoge en su odre festivo todas nuestras lágrimas
laborables. Este encuentro es lo que en estos días y siempre llamamos Navidad.
Dios nos ha invitado a su fiesta al
hacernos nacer a su Hijo para nuestro bien, y al mostrarlo dentro de aquella
bendita familia. (+ Fr. Jesús Sanz
Montes, ofm. Arzobispo de Oviedo)
■… La casa de
Nazaret es la escuela donde se ha empezado a conocer la vida de Jesús, esto es,
la escuela del evangelio. Aquí se aprende a observar, a escuchar, a meditar a
penetrar el significado tan profundo y tan misterioso de esta manifestación del
Hijo de Dios, tan simple, humilde y bella. Quizás también aprendamos, casi sin
percatarnos, a imitar. Aquí comprendemos el modo de vivir en familia. Nazaret
nos recuerda lo que es la familia, qué cosa es la comunión de amor, su belleza
austera y simple, su carácter sagrado e inviolable. (Pablo VI).
sábado, 26 de diciembre de 2020
PARA EL DIALOGO Y LA MEDITACIÓN
DICIEMBRE: DESDE EL CUARTO DE GUARDIA
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar
LA ADORACIÓN NOCTURNA
MOMENTO PARA CULTIVAR LA INTIMIDAD CON DIOS
1º Marco para esta noche de diciembre.
Cristo, en cada comunión nuestra, no pasa, como visitante distinguido, por nuestra morada interior. Su cuerpo, sangre, alma y divinidad, se funden con nuestro ser en totalidad, en una unidad, como dos gotas de cera, comparable a una hipóstasis, o al menos a una segunda encarnación. ¡Fuerte cosa y misteriosa! Pero verdadera. La confesión de San Pablo “Es Cristo quien vive en mí” no es un suceso místico individual, sino que debiera ser la consecuencia de alimentarnos del alimento que nos lleva a la vida eterna. Sin perder nuestra identidad, en el proceso de perfección que es nuestra vida, nos debiéramos, cada vez más, hacernos semejantes a Cristo. Permitidme una expresión vulgar, pero que es verdadera: de lo que se come se cría. Cada vez que comulgo me voy configurando en Cristo. No es una frase bonita, aunque difícil de entender para nuestra dureza espiritual. Es la consecuencia maravillosa del amor que nos tiene nuestro Dios. ¡Vive en mí, Señor!
2º Una oración jaculatoria al espíritu santo, para que nos encienda en amores.
Ven
Espíritu Santo, infunde tu amor en nuestros corazones, para que desde el amor
nos enseñes a ser uno con Cristo. |
3º Texto de don Luis de Trelles para que nos inicie, mediante la oración meditativa, en la maravilla de su amor.
Don Luis de Trelles no inventa doctrina, difunde lo que estudia en Santos Padres, teólogos reconocidos, revelación y magisterio de la Iglesia. Recordad: Cristo no se encarnó solamente para redimirnos, sino para, en unión de amistad, hacernos hijos de Dios, herederos del cielo, y semejantes a Nuestro Señor. Ésta es nuestra fe y ésta es la magistral lección que nos da Don Luis de Trelles. No comento. Subrayó.
“La palabra conglutinación que
supone la acción física de mezclarse dos cuerpos blandos a punto de confundirse
la materia del uno con la del otro, es admirablemente adecuada a la
Comunión; porque la voz significa, no sólo la adhesión de dos
cuerpos u objetos por medio de un procedimiento que los pega el uno al otro,
sino también la fusión de un líquido en otro, para darle consistencia, y hacer
el que se forma de la fusión más tenaz, más resistente, en lo material más
viscoso, condensándolo y solidificándolo. Esto, aplicado a la Comunión
sacramental metafóricamente, da una idea de unión íntima,
de unidad moral, de la compenetración mutua que contiene el misterio.
En éste, en efecto, se acerca el
Hombre-Dios a nosotros a tal extremo que su Carne se hace nuestra carne, su
Sangre se mezcla con la nuestra y su Espíritu asume el nuestro, dadas las
debidas disposiciones, hasta llegar a la frase famosa de San Pablo, de que
viva, ya no el hombre, sino Cristo en el hombre. Y hay en ello de asombroso
que no se trata sólo de una unión transitoria, sino de una unión permanente, si
no lo estorba la falta de correspondencia de nuestra parte, pues el pecado
despide el estarlo de gracia, y aunque siempre queda lo
que dicen los teólogos ex opere operato, falta algo a la unión de los términos
por uno de los dos […] Es preciso parar en ello la atención y
profundizar, ahondar con la mente, esta unión sublime y santa. Es preciso
repetírselo el hombre á sí propio y meditarlo en el reposo del alma. Que la
Comunión sacramental produce una unión verdadera y profunda, una asunción del
espíritu del hombre por el Espíritu de Cristo, y una mezcla de la humanidad de
Cristo con la humanidad del hombre, como dos gotas de cera que se funden, como
dos fluidos que se confunden, como dos cuerpos blandos que se mezclan, como dos
unidades que se suman. Y después el “maridaje”
no se rompe, sino por el divorcio voluntario de nuestra parte; y alejado este
caso, la unión es permanente y duradera, y la naturaleza superior informa la
inferior, y da mérito sublime a las acciones de ésta, sin extinguir su
actividad ni borrar su personalidad.
Yo no sé si podría decirse que hay
en lo que meditamos una cierta hipóstasis divina que hace buena la frase de San
Pablo; pero sí puede afirmarse que hay una cierta segunda encarnación en el
hombre que comulga, y que su mismo cuerpo y alma vienen a ser
sede del Hijo de Dios hecho hombre, y a consolidarse con Él por un modo
admirable y supernatural.” (Lámpara
del Santuario 1886, página 281 y siguientes)
Preguntas para el diálogo y la meditación.
■ ¿Por
qué dice el Señor en el capítulo VI del evangelio de San Juan: “En verdad, en
verdad os digo que, si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su
sangre, ¿no tendréis vida en vosotros?
¿A qué vida se refiere Cristo?
■ ¿Por qué dice el Señor: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él?”
■ ¿Por qué la comunión es más que estar cerca del Señor, recibir consuelos y ayudas espirituales o materiales? Quien ve a Cristo ve al Padre. ¿Por qué en el mismo evangelio dice Jesús: “Igual que el Padre que me envió vive y yo vivo por el Padre, así, aquel que me come vivirá por mí”?
sábado, 19 de diciembre de 2020
LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 20 DE DICIEMBRE DEL 2020, 4º DEL ADVIENTO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)
«HÁGASE EN MÍ SEGÚN TU PALABRA»
Lc. 1. 26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú eres entre las mujeres.» Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo
al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?» El ángel le contestó: «El
Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su
sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a
tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está
de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.» María
contestó: «Aquí
está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel se retiró.
Otras Lecturas: 2Samuel 7,1-5.8b-12.14a.16;
Salmo 88; Romanos 16, 25-27
Hay dos trazos en el lienzo de la
Anunciación que nos pueden ayudar también a nosotros a comprender la obra de
arte de nuestra propia vida cuando dejamos que la pinte y la inmortalice el
talento de Dios.
En
primer lugar, se le dice a María: no temas.
Tengo la impresión que hay muchos creyentes que tienen en secreto miedo a Dios,
como si lo que Él nos fuese indicando fuera algo inevitable pero indeseado [...] Luego:
mira a tu prima Isabel. El
ángel está proponiendo a María… reconocer que la fidelidad de Dios se hace
historia y se hace también geografía, en las personas y en los lugares en donde
se nos ha narrado el amor de Dios […] Mirar
a Isabel significó en María, y significa en nosotros, descubrir que el Señor
nos consuela y nos estimula haciéndonos ver de un modo plástico y
realista, que cuanto nos propone no es una quimera irreal sino una historia
verificable en personas significativas que el mismo Señor nos pone al lado como
una dulce compañía en la aventura de vivir y de creer.
Esa
historia tiene su punto culminante en el envío de Jesús, el Hijo de Dios,
nacido de mujer en la plenitud del tiempo. Pero ese punto es
posible por el sí de una
joven que se fio de Dios y creyó hasta el fondo que todo eso
que es imposible para los humanos, no lo es para Dios. María dijo sí, y en ese
sí Dios escribió el suyo eterno. El Señor nos conceda entrar en esos dos
"síes": el de Dios y el de María. (Jesús
Sanz Montes. Arzobispo de Oviedo)
En este pasaje evangélico podemos notar un
contraste entre las promesas del ángel y la respuesta de María… El ángel dice a
María: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de
Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a
quien pondrás por nombre Jesús… Y después la pregunta de María, con la que Ella
pide explicaciones. (Papa
Francisco)
La respuesta de María es una frase breve
que no habla de gloria, no habla de privilegio, sino solo de disponibilidad y
de servicio: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra»… María
no se exalta frente a la perspectiva de convertirse
incluso en la madre del Mesías, sino que permanece modesta y expresa la propia
adhesión al proyecto del Señor. María no presume… Al
mismo tiempo, es consciente de que de su respuesta depende la realización del
proyecto de Dios, y que por tanto Ella está llamada a
adherirse con todo su ser. (Papa
Francisco)
María dice: «He aquí la esclava del
Señor»; y el Hijo de Dios, entrando en el mundo dice: «He
aquí que vengo […] a hacer, oh Dios, tu
voluntad». La actitud de María refleja plenamente esta declaración
del Hijo de Dios, que se convierte también en hijo de María. Así la Virgen se
revela colaboradora perfecta del proyecto de Dios, y se revela también
discípula de su Hijo. (Papa
Francisco)
Como a María, haznos a nosotros hombres y mujeres obedientes. Escúchanos también a nosotros, miembros de tu pueblo, estando en comunión contigo, a darte sin dudar los "síes" que nos pidas.
Para que Tú me vivifiques en ti.
Para que Tú puedas actuar por mí.
Para que viva solo por ti y para ti.
«Aquí está la esclava
del Señor»
La alegría de saber, ésta es la
primera señal de autenticidad, de que estamos en la voluntad de Dios, porque ni
el enemigo, ni el mundo saben proporcionarnos alegría de verdad […] Hay una
segunda llamada a no
tener miedo; “No temas, María” porque has hallado gracia
delante de Dios. El miedo no debe ser nunca la tierra que pisamos los
cristianos […] aunque es humano, acaba haciéndose inhumano y tremendamente
triste. Sólo la confianza nos hace recobrar la alegría de verdad. Podemos
sentir miedo, el mismo Jesús lo experimentó, pero hay que atravesarlo, no
quedarse en él, pues “sabemos de quien nos hemos fiado”.
Por último se nos invita a creer en el Dios de lo imposible. El único Dios que existe y puede existir, el
Dios de lo imposible. En el que creyó María y la Iglesia que sabe que después
de todas las noches viene galopando el Amor y que se alegra con que Dios ame tanto nuestra pobreza y que se
enamore de Aquella que dijo “El Señor ha mirado la humillación de su esclava”.
((+
Francisco Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo, Primado de España)
■… La salutación
del ángel es uno de los cánticos más hermosos que podemos dirigir a la gloria
del Altísimo. Por eso repetimos esta salutación para agradecer a la Santísima
Trinidad sus múltiples e inestimables beneficios. Alabamos a Dios Padre, porque
tanto amó al mundo, que llegó a darle su único Hijo para salvarle. Bendecimos
al Hijo, porque descendió del cielo a la tierra, porque se hizo hombre y porque
nos ha redimido. Glorificamos al Espíritu Santo porque formó en el seno de la
Virgen Santísima el cuerpo purísimo de Jesús, que fue la víctima de nuestros
pecados. Con este espíritu de agradecimiento debemos rezar la salutación
angélica, acompañándola de actos de fe, esperanza, caridad y acciones de
gracias por el beneficio de nuestra salvación. (Luis Mª Grignion de
Montfort)
viernes, 18 de diciembre de 2020
DEL BLOG DEL OBISPO
YO PONGO EL BELEN
Muchas
familias aprovechan el puente de la Inmaculada para colocar adornos navideños
en sus casas. En este tiempo de Adviento, pretendemos
mostrar la alegría y la fe del pueblo cristiano que mantiene arraigadas sus
tradiciones navideñas. Ellas forman parte del patrimonio de nuestra fe y de
nuestra cultura. Os propongo poner el Belén –que no falte en ninguna
casa— y que
mostremos a través de las redes sociales la campaña «Yo
pongo el Belén».
Es un modo
de mostrar cómo, a pesar de las dificultades, los cambios y las nuevas
costumbres, la esencia misma de la Navidad nunca se pierde: porque la Navidad
no necesita ser salvada, sino que, cuanto en ella acontece, es lo que nos salva
a nosotros. En este tan difícil momento os animo vivamente a participar de esta
iniciativa, que impregne de sentido navideño cristiano todas las redes.
Como señaló el Papa
Francisco la pasada Navidad en su Carta
Apostólica Admirabile signum, la costumbre de poner el
Belén en las casas «es realmente un ejercicio de
fantasía creativa, que utiliza los materiales más dispares para crear pequeñas
obras maestras llenas de belleza. Se aprende desde niños: cuando papá y mamá,
junto a los abuelos, transmiten esta alegre tradición, que contiene en sí una
rica espiritualidad popular. Espero que esta práctica nunca se debilite; es
más, confío en que, allí donde hubiera caído en desuso, sea descubierta de
nuevo y revitalizada»…
RITO DE LA BENDICIÓN DEL BELÉN FAMILIAR
En el nombre del Padre, X y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R/. Amén.
El que dirige la celebración puede
decir:
Alabemos y demos gracias al Señor, que tanto amó al mundo que le entregó a su Hijo.
R/. Bendito seas
por siempre, Señor.
Luego el que dirige la celebración
dispone a los presentes para la bendición:
Durante estos
días contemplaremos asiduamente en nuestro hogar este pesebre y meditaremos el
gran amor del Hijo de Dios, que ha querido habitar con nosotros. Pidamos, pues,
a Dios que el pesebre colocado en nuestro hogar avive en nosotros la fe
cristiana y nos ayude a celebrar más intensamente estas fiestas de Navidad.
Uno de los miembros de la familia lee este texto de la Sagrada Escritura.María dio a luz a su hijo primogénito Lc 2, 4-7a
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san
Lucas:
En aquellos
días, José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret,
en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para
empadronarse con su esposa María, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras
estaban allí, le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito,
lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre. Palabra del Señor.
Después de la lectura.. Sigue esta
plegaria:
En este
momento en que nos hemos reunido toda la familia para iniciar las fiestas de Navidad,
dirijamos nuestra oración a Cristo, Hijo de Dios vivo, que quiso ser también hijo
de una familia humana; digámosle: Por
tu Nacimiento, Señor, protege a esta familia.
— Oh, Cristo, por el misterio de tu sumisión a
María y a José enséñanos el respeto y la obediencia a quienes dirigen esta
familia. R/. Por
tu Nacimiento, Señor, protege a esta familia.
— Tú que amaste y fuiste amado por tus padres,
afianza a nuestra familia en el amor y la concordia.
R/. Por
tu Nacimiento, Señor, protege a esta familia.
— Tú que estuviste siempre atento a las cosas
de tu Padre, haz que en nuestra familia Dios sea honorificado.
R/. Por
tu Nacimiento, Señor, protege a esta familia.
— Tú que has dado parte de tu gloria a María y
a José, admite a nuestros familiares que otros años celebraban las fiestas de
Navidad con nosotros, en tu familia eterna.
R/. Por
tu Nacimiento, Señor, protege a esta familia.
Oración final.
V/. OH, Dios, Padre nuestro, que tanto amaste al mundo que nos has entregado a tu único Hijo Jesús, nacido de la Virgen María, para salvarnos y llevarnos de nuevo a ti, te pedimos que con tu bendición estas imágenes del nacimiento nos ayuden a celebrar la Navidad con alegría y a ver a Cristo presente en todos los que necesitan nuestro amor. Te lo pedimos en el nombre de Jesús, tu Hijo amado, que vive y reina por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
V/. Cristo, el Señor, que se ha aparecido en la tierra y ha querido convivir con los hombres, nos bendiga y nos guarde en su amor.
R/. Amén.
jueves, 17 de diciembre de 2020
DICIEMBRE 2020
«El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer?» (Sal 27, 1).
«Al poco de nacer Mariana, los médicos le
diagnosticaron una lesión cerebral. No podría hablar ni andar. Sentimos que
Dios nos pedía que la amásemos así, y nos lanzamos en los brazos del Padre
-escribe Alba, una joven madre brasileña-. Vivió con nosotros durante cuatro
años y nos dejó a todos un mensaje de amor. Nunca oímos de sus labios las
palabras "mamá" o "papá'; pero en su silencio hablaba con los
ojos, que tenían una luz resplandeciente. No pudimos enseñarle a dar sus
primeros pasos, pero ella nos enseñó a dar los primeros pasos en el amor, a renunciar
a nosotros mismos para amar. Mariana fue para toda la familia un regalo del
amor de Dios que podríamos resumir en una única frase: el amor no se explica
con palabras».
Esto nos sucede también hoy a cada uno de
nosotros: ante la imposibilidad de gobernar toda nuestra existencia,
necesitamos luz, aunque sea un vislumbre que muestre por dónde salir, qué pasos
dar hoy hacia la salvación de una vida nueva.
«El Señor
es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer?»
La oscuridad del dolor, del miedo, de la
duda, de la soledad, de las circunstancias «hostiles» que hacen vanos nuestros
sueños, es una experiencia que hacemos en todos los puntos de la tierra y en
toda época de la historia humana, como atestigua esta antigua oración
contenida en el libro de los Salmos.
Probablemente el autor sea una
persona acusada injustamente, abandonada por todos y a la espera de juicio.
Está sumida en la incertidumbre de un destino amenazador, pero se encomienda a
Dios. Sabe que Él no abandonó a su pueblo en la prueba, conoce su acción
liberadora; por eso encontrará en Él la luz y recibirá refugio seguro e
inatacable.
Precisamente al ser consciente de su
fragilidad, se abre a la confidencia con Dios, acoge la presencia de Él en su
vida y espera con confianza la victoria definitiva recorriendo los
imprevisibles caminos de su amor.
«El Señor
es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer?».
Este es el momento oportuno
de volver a encender nuestra confianza en el amor del Padre, que quiere la felicidad
de sus hijos. Él está dispuesto a cargar con nuestras preocupaciones (cf. 1P 5, 7) de modo que no nos
repleguemos sobre nosotros mismos, sino que seamos libres de compartir con los
demás nuestra luz y nuestra esperanza.
La Palabra de vida, como escribe Chiara
Lubich, nos guía por el camino que va de las tinieblas a la luz, del yo al
nosotros: «[...] Es una invitación a reavivar la fe: Dios existe y me ama. [...]
¿Me encuentro con una persona? Debo creer que a través de ella Dios tiene algo
que decirme. ¿Me entrego a un trabajo? En ese momento sigo teniendo fe en su
amor. Llega un dolor: creo que Dios me ama. ¿Llega una alegría? Dios me ama. Él
está aquí conmigo, está siempre conmigo, lo sabe todo de mí y comparte cada
pensamiento mío, cada alegría, cada deseo, lleva conmigo cada preocupación,
cada prueba de mi vida. ¿Cómo reavivar esta certeza? [...] Buscándolo en medio
de nosotros. Él prometió estar allí donde dos o más están unidos en su nombre (cf. Mt 18, 20). Así pues, encontrémonos
en el amor mutuo del Evangelio con todos los que viven la Palabra de Vida, compartamos
experiencias y comprobaremos los frutos de esta presencia suya: alegría, paz,
luz, valentía. Él permanecerá con cada uno de nosotros y seguiremos sintiéndolo
cerca y operante en nuestra vida de cada día»[1].
Leticia
Magri
[1]
Palabra de vida, julio de 2006: C. LUBICH, Parole
di Vita (ed. F. Ciardi), Cittá Nuova, Roma 2017, pp. 785-786 (próxima
publicación en castellano).