«SEÑOR, ENSÉÑANOS A ORAR…»
Lc. 11. 1-13
Una
vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus
discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan
enseñó a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis,
decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos
cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también
nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación”».
Y
les dijo: «Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la
medianoche y le dice: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha
venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le
responde: “No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo
estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”; os digo que, si no se
levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará
y le dará cuanto necesite.
Pues yo os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis,
llamad y se os abrirá;
porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le
abre. ¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una
serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si
vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos,
¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?».
Otras
lecturas: Génesis 18, 20-22; Salmo 137; Colosenses 2,12-14
LECTIO:
En el evangelio de este domingo XVII del tiempo ordinario (ciclo C),
Jesús nos enseña a orar con la oración del Padrenuestro. Estaba Jesús orando y
los discípulos se acercaron para decirle: “Enséñanos a orar” (Lc 11, 1). Toda la vida de Jesús está transida de oración, su relación con el Padre
es fluida y espontánea, mira las
personas, los acontecimientos y las cosas con los ojos de Dios. Aparece en
muchas ocasiones orando: al atardecer, al amanecer, durante toda la noche, al
realizar un milagro o una curación extraordinaria, retirado solitario en el
monte, rodeado de sus discípulos o ante la muchedumbre. Es una lección
permanente y silenciosa, un ejemplo de vida. Le atrae ponerse en oración como
al hierro le atrae el imán, y comparte con el Padre los deseos de
su corazón.
La gran novedad de la oración cristiana,
la que Jesús nos enseña, es la de tratar a Dios como Padre. No nos atreveríamos
a hacerlo, si no fuera porque él nos lo ha enseñado así. Es decir, Jesús nos
introduce en su corazón de hijo y nos abre de par en par las puertas del
corazón de su Padre, el corazón de Dios, para hacernos hijos… Otra novedad de
la oración que Jesús nos enseña es, junto a la invocación de “Padre”, la de
llamarle “nuestro”. Es decir, a Dios no nos dirigimos nunca como personas
aisladas, sino siempre formando parte de una fraternidad humana, en la que
todos somos o estamos llamados a ser hermanos, precisamente porque tenemos como
padre a Dios. El Padrenuestro es, por tanto, oración de fraternidad, de
solidaridad porque tenemos en común a nuestro Padre Dios. (+ Demetrio Fernández – Obispo de Córdoba)
MEDITATIO:
«Señor,
enséñanos a orar»; y Jesús responde: «Cuando oréis, decid:
“Padre…”». Esta palabra es el
«secreto» de la oración de Jesús, es la llave que él mismo nos da para que
podamos entrar también en esa relación de diálogo confidencial con el Padre que
le ha acompañado y sostenido toda su vida. (Papa Francisco)
Al
apelativo «Padre» Jesús asocia dos peticiones: «sea santificado tu nombre,
venga a nosotros tu reino». La oración de Jesús, y por lo tanto la oración
cristiana, es antes que nada un dejar sitio a Dios, permitiendo que manifieste
su santidad en nosotros y dejando avanzar su reino, a partir de la posibilidad
de ejercer su señorío de amor en nuestra vida. (Papa Francisco)
Otras
tres súplicas completan esta oración que Jesús nos enseña, el «Padre Nuestro».
El pan, el perdón y la ayuda ante las tentaciones. No se puede
vivir sin pan, no se puede vivir sin perdón y no se puede vivir sin la ayuda de
Dios ante las tentaciones. El pan que Jesús nos hace pedir es el
necesario, no el superfluo; es el pan de los peregrinos, el justo, un pan que
no se acumula y no se desperdicia, que no pesa en nuestra marcha. (Papa Francisco)
¡La
oración es el primer y principal «instrumento de trabajo» que tenemos en
nuestras manos! Insistir a Dios no sirve para convencerle,
sino para reforzar nuestra fe y nuestra paciencia, es
decir, nuestra capacidad de luchar junto a Dios por cosas realmente importantes
y necesarias. En la oración somos dos: Dios y yo luchando juntos por las cosas
importantes. (Papa
Francisco)
ORATIO:
Perdóname
para que yo perdone,
perdóname, que sienta en mi corazón tu perdón,
y dé tu perdón a todos, hasta que amanezca el amor.
perdóname, que sienta en mi corazón tu perdón,
y dé tu perdón a todos, hasta que amanezca el amor.
CONTEMPLATIO:
Al enseñarnos a orar,
Jesús nos insiste en que pidamos: “Pedid y se os dará”.
¿Por qué este mandato insistente? Algunos piensan que si Dios ya sabe nuestras
necesidades, para qué pedirle insistentemente.
La oración de petición ha de hacerse con
confianza y con perseverancia. Sabiendo que para Dios nada hay imposible,
recurrimos a él cuando nos vemos incapaces de alcanzar aquello que necesitamos.
San Agustín nos recuerda que al pedirle a Dios lo que necesitamos, no estamos
recordándole a Dios nada, pues él todo lo sabe, sino que nos estamos recordando a nosotros que todo nos viene de Dios… Pero si Dios está dispuesta a concederlo, ¿por qué se hace de
rogar tanto? Pues –continúa san Agustín-, porque repitiendo una y otra vez lo
que necesitamos, va ajustándose nuestra voluntad a la de Dios, no a la inversa. (+ Demetrio Fernández – Obispo de Córdoba)
■… Esclarézcase
en nosotros la noticia de ti, para que conozcamos cuál es la anchura de tus
beneficios, la largura de tus promesas, la altura de tu majestad y la
profundidad de tus juicios… y lo que no perdonamos del todo, haz tú, Señor, que
lo perdonemos del todo tratando de ser útiles a todos en ti” (S. Francisco)