TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 8 de junio de 2019

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 9 DE JUNIO DEL 2019, SOLEMNIDAD DE LA PASCUA DE PENTECOSTÉS (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)

«PAZ A VOSOTROS… RECIBID EL ESPÍRITU SANTO»

Jn. 20, 19-23

   Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
     Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Otras lecturas: Hechos 2, 1-11; Salmo 103; 1Corintios 12,3b-7.12-13

LECTIO:
     Con la fiesta de Pentecostés que celebramos este domingo, hemos llegado al final de todo el ciclo pascual. Jesús antes de su ascensión al Padre hizo dos promesas muy importantes a sus discípulos: por una parte, que permanecería con, en y entre ellos hasta el final de los siglos; y por otra, que les enviaría desde el Padre al Espíritu Santo, que sería para ellos el Consolador, el que llevaría a plenitud lo que Jesús mismo había comenzado, recordándoles lo que Él les había revelado.
   Tras la ascensión de Jesús, los discípulos volvieron a Jerusalén. Allí esperarían el cumplimiento de la promesa del Espíritu. “Todos los discípulos estaban juntos el día de Pentecostés”. La tradición cristiana siempre ha visto esta escena como el prototipo de la espera del Espíritu “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Los discípulos de Jesús que formamos su Iglesia, como miembros de su “cuerpo”, desde nuestras cualidades y dones, en nuestro tiempo y en nuestro lugar, estamos llamados a continuar lo que Jesús comenzó. (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo)

MEDITATIO:
     La Iglesia que nace en Pentecostés es una comunidad que anuncia un mensaje nuevo: Cristo está vivo, ha resucitado; un lenguaje nuevo: el lenguaje del amor. (Papa Francisco)
     El Espíritu Santo nos enseña: es el Maestro interior. Nos guía por el justo camino, a través de las situaciones de la vida. …nos enseña a seguir a Jesús, a caminar siguiendo sus huellas. El Espíritu Santo es  maestro de vida dentro del horizonte más amplio y armónico de la existencia cristiana. (Papa Francisco)
     El Espíritu Santo nos recuerda todo lo que dijo Jesús. Es la memoria viviente de la Iglesia. Y mientras nos hace recordar, nos hace comprender las palabras del Señor. Nos recuerda todo lo que dijo Cristo, nos hace entrar cada vez más plenamente en el sentido de sus palabras. (Papa Francisco)
     Con la ayuda del Espíritu Santo, podemos interpretar las inspiraciones interiores y los acontecimientos de la vida a la luz de las palabras de Jesús. Y así crece en nosotros la sabiduría de la memoria, la sabiduría del corazón, que es un don del Espíritu. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor…

Espíritu Santo, viento impetuoso de Dios,
sopla sobre nosotros.
Sopla sobre la Iglesia
y empújala hasta los confines lejanos
para que, llevada por Ti, no lleve nada más que a Ti.

CONTEMPLATIO:
«Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo»
     Pentecostés es la gracia de perpetuar día tras día, lugar tras lugar, lengua tras lengua, la Palabra y la Presencia de Jesús. Así lo prometió Él: “os he dicho todo estando entre vosotros, pero mi Padre os en­viará al Espíritu Santo para que os enseñe y os recuerde todo lo que yo os he dicho”. Esta ha sido la promesa cumplida de Jesús.
     Y la historia cristiana da cuenta que en todo tiempo, en cada rincón de la tierra, y en todas las len­guas, Jesús se ha hecho presente y audible cuando ha habido un cristiano y una comuni­dad que ha dejado que el Espíritu Santo enseñe y recuerde lo que el Padre nos dijo y mos­tró en Jesús.  (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo)


Muéstrate solícito en unirte al Espíritu Santo. Él viene apenas se le invoca, y sólo hemos de invocarlo, porque ya está presente[...] Es vano esperar recibir y aprender de boca de cualquier hombre lo que sólo es posible recibir y aprender de la lengua de la verdad. En efecto, como dice la verdad misma, «Dios es Espíritu» (Jn 4,24). Dado que es preciso que sus adoradores lo adoren en Espíritu y en verdad, los que desean conocerlo y experimentarlo deben buscar sólo en el Espíritu la inteligencia de la fe y el sentido puro y simple de esa verdad. (Guillermo de Saint-Thierry).

1 comentario:

  1. Como el gran fruto, el gran don de Cristo Resucitado, se llama el Espíritu Santo, Señor y dador de vida que celebramos en el último domingo de Pascua llamado Pentecostés. Tres palabras nos dice Jesús sobre el Espíritu Santo que recordamos siempre con inmenso agradecimiento pues la persona divina del Espíritu Santo tiene como misión formar en nosotros los sentimientos del Corazón de Cristo.
    Primero, el Espíritu Santo es nuestro defensor. El otro abogado, que con Cristo ha derrotado al diablo que es el que nos acusaba de noche y de día dejándonos sin esperanza. Es el Espíritu Santo enviado por Jesús resucitado desde el seno del Padre el que nos defiende de las acechanzas del mundo, del demonio y de la carne. Es un defensor de nuestros anhelos de misericordia. Con sus dones y frutos nos señala que el horizonte de la santidad es el objetivo de nuestro Bautismo. El único error que hay en la vida es no ser santo.
    Segundo, nos recordará que el Amor del Señor es nuestra fuerza en nuestra pobreza y debilidad. Recordar el Amor de Dios el latido de su Corazón en todas las circunstancias de nuestra vida es encontrar el camino de la santidad, que no puede existir sin un Reconocimiento agradecido de tanto amor recibido. El Espíritu Santo es el recordatorio permanente de la historia de la salvación en nuestra vida. Ante una historia personal mal hecha por nuestros pecados él hace la historia de la salvación pues su Corazón misericordioso siempre escribe derecho con renglones torcidos.
    Por último el Espíritu Santo nos enseña con el don de sabiduría a saborear el Amor de Dios en nuestra existencia. Su enseñanza es humilde y discreta. Su Amor encantador. Propone sin imponer. Su enseñanza no es un jeroglífico sino su Amor desbordado a través del Corazón de Cristo. Sin las enseñanzas de su Amor misericordioso seria estéril nuestra vida y nuestro apostolado.
    Es necesario ser muy amigo del Espíritu Santo derramado en Pentecostés para vivir en la alegría, el amor y la Paz de quien siempre tiene abierto su Corazón.


    + Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

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