MURIÓ POR NOSOTROS Y VENCIÓ LA MUERTE
Llegamos a la semana
central del año litúrgico católico, la Semana Santa. El centro de nuestra fe
cristiana es una persona, Jesucristo, Dios verdadero y hombre verdadero. Y el
núcleo de su recorrido histórico en la tierra es su muerte en cruz y su
gloriosa resurrección. El próximo 21 de abril es el día más solemne del año, la
Pascua de resurrección, precedida por el Triduo pascual.
El domingo de Ramos, este domingo, celebramos el
comienzo de la Semana Santa. Jesús llega a Jerusalén y
hace su entrada triunfal a lomos de una borriquita, no de un caballo potente,
como solían hacer los vencedores. Jesús nos enseña así que su reino no es de
este mundo ni como los de este mundo, sino que su reino es un reinado de amor,
que nos conquista por el camino de la humildad y del servicio. Los niños captaron
el momento y salieron a su encuentro aclamándolo con cantos mesiánicos:
“Hosanna al Hijo de David. Bendito el que viene en nombre del Señor”…
El Jueves santo celebramos la Cena del Señor, en la que Jesús tuvo aquel gesto profético del
Lavatorio de los pies y nos dio su Cuerpo y Sangre. Todo un resumen de la vida
cristiana, la entrega en el servicio y el don de su amor en la
Eucaristía. Por este sacramento, se perpetúa la presencia viva y real de Jesús entre nosotros, hecho sacrificio y comunión. Qué
regalo más grande ¡Adorémosle!
El Viernes santo lo llena plenamente la Cruz del Señor. El patíbulo de la Cruz en la que Cristo ha sido
ejecutado con la pena capital se ha convertido en el símbolo cristiano. La cruz
es el lugar y la forma como Cristo ha muerto, dando la vida por amor. Nos invita a seguirle, tomando cada uno su propia
cruz y ayudando a los demás a llevar la suya. La Cruz de Cristo ilumina todo
sufrimiento humano y lo hace llevadero.
El Sábado santo es día de
silencio con María junto al sepulcro de Cristo cadáver, en la espera de la
resurrección. Es el día de la espera
incluso para los que no tienen ninguna esperanza, porque la espera se centra en
Jesucristo que resucitará del sepulcro y nos resucitará a todos con él. Cuando ha caído el día, la
Iglesia se reúne para la principal de las vigilias, la Vigilia pascual con aleluya inacabable por la victoria de Cristo sobre la muerte. Esa
es una noche santa que recuerda las maravillas de Dios en todas las noches de
las historia.
El Domingo de Pascua es todo alegría y fiesta. Ha
resucitado el Señor, es decir, ha vencido la muerte en él y para nosotros. Ningún personaje de la historia ha vencido la muerte,
todos continúan en el sepulcro. Cristo ha salido victorioso del sepulcro y ya
no muere más. Este el horizonte más amplio que puede tener una mente humana la
muerte no es la última palabra. La última palabra es la vida sin final, la vida
eterna, en la que Jesús nos introduce por su resurrección.
Nos
acercamos a la Semana Santa, que en nuestros pueblos y ciudades tiene una
grandiosa expresión en la piedad popular con las procesiones, estaciones de
penitencia, desfiles, viacrucis, etc. Entremos de lleno, de corazón, en la
Semana Santa y acojamos el don del amor hecho carne en su Hijo muerto y
resucitado.
Recibid mi afecto y mi bendición:
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández - Obispo de
Córdoba
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