«BIENAVENTURADOS…
VUESTRA RECOMPENSA SERÁ GRANDE EN EL CIELO»
Lc. 6, 17. 20-26
En aquel tiempo, Jesús bajó del monte con
los doce, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran
muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de
Tiro y de Sidón.
Él, levantando los ojos hacia sus
discípulos, les decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino
de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis
saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. Bienaventurados
vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban
vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y
saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en
el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero
¡ay de vosotros, los
ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados,
porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y
lloraréis! ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros
padres hacían con los falsos profetas».
Otras lecturas: Jeremías 15, 5-8; Salmo 1,
1; 1Corintios 15, 12.16-20
LECTIO:
El espectáculo humano es a veces tan cruel y cotidiano,
que hasta llegamos a pensar que deberá ser así, sin recambio: ricos a costa de
pobres, hartos a costa de hambrientos, risotadas a costa de lágrimas, poderosos
a costa de sometidos…
Jesús
proponía otro espectáculo, increíble y paradójico: justamente la inversión de
aquel drama: los
pobres se hacían reyes, los hambrientos eran saciados, los que lloraban
sonreían esperanzados, y los proscritos e insultados saltaban de alegría con
una dignidad insólita.
El balcón de
las bienaventuranzas no nos invita a cerrar los ojos ante la dura realidad,
sino a mirar lo que ésta debería ser, trabajando para que lo sea. Jesús es la
primera piedra de ese hogar humano: Por eso Jesús, monte abajo, mostrará otro balcón desde donde se vislumbra el
ocaso del terror, del odio, de las envidias, de las hambres, de las
oscuridades. Y dirigiéndose a los suyos les propondrá: no perdáis el tiempo en
estériles lamentos, haced un mundo nuevo, empezando por vosotros mismos…
Y Jesús invitaba a mirar desde su balcón,
haciendo realidad lo que en él se contemplaba. Porque Jesús siempre miraba
desde los ojos de Dios. (+Fr.
Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo)
MEDITATIO:
Si miramos a nuestro mundo vemos gentes
que son pobres, que pasan hambre, que sufren, que son excluidos y proscritos...
y a nadie se nos ocurre llamarlos dichosos ni tampoco ellos mismos se sienten
como tales. Por el contrario vemos gente rica, que disfruta de todas las
comodidades posibles y goza el momento presente como si poseyera el mayor
tesoro, y todo los miramos con cierta envidia y los calificamos como gente con
suerte.
« Felices los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino
de los cielos »
Lucas no habla de una pobreza «de
espíritu» sino de ser «pobres» a secas, y así nos invita también a una
existencia austera y despojada. De ese modo, nos convoca a compartir la vida de
los más necesitados, la vida que llevaron los Apóstoles, y en definitiva a
configurarnos con Jesús, que «siendo rico se hizo pobre». Ser pobre en el
corazón, esto es santidad. (Papa
Francisco)
« Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque
ellos quedarán saciados »
Tal justicia empieza por hacerse realidad
en la vida de cada uno siendo justo en las propias decisiones, y luego se
expresa buscando la justicia para los pobres y débiles. … olvidamos que se
manifiesta especialmente en la justicia con los desamparados: «Buscad la
justicia, socorred al oprimido, proteged el derecho del huérfano, defended a la
viuda». Buscar la justicia con hambre y sed, esto es santidad. (Papa Francisco)
« Felices
los que lloran, porque ellos serán consolados »
La persona que… se deja traspasar por el
dolor y llora en su corazón, es capaz de tocar las profundidades de la vida y
de ser auténticamente feliz. Esa persona es consolada con el consuelo de Jesús
y no con el del mundo. Así puede atreverse a compartir el sufrimiento ajeno y
deja de huir de las situaciones dolorosas. De ese modo encuentra que la vida
tiene sentido socorriendo al otro en su dolor, comprendiendo la angustia ajena,
aliviando a los demás. Saber llorar con
los demás, esto es santidad. (Papa
Francisco)
« Felices los perseguidos por causa de la justicia, porque de
ellos es el reino de los cielos »
Si no queremos sumergirnos en una oscura
mediocridad no pretendamos una vida cómoda, porque «quien quiera salvar su vida
la perderá». …. Las persecuciones …hoy también las sufrimos, sea de manera
cruenta, como tantos mártires contemporáneos, o de un modo más sutil, a través
de calumnias y falsedades. …Otras veces se trata de burlas que intentan
desfigurar nuestra fe y hacernos pasar como seres ridículos. Aceptar cada día
el camino del Evangelio aunque nos traiga problemas, esto es santidad. (Papa Francisco)
Los
triunfos pasajeros y los elogios fáciles no suelen tener consistencia, ya que los intereses y la
conveniencia privan sobre la verdad y el genuino amor. ¡Ay de vosotros,
los ricos, los satisfechos, los que ahora reís, los que estáis
saciados! Todo esto es pura apariencia, vida sin sentido. Es preciso trabajar, luchar, esforzarse
para conseguir los valores del reino.
ORATIO:
Señor Jesús. No queremos depositar nuestra
confianza en nosotros mismos, en nuestros recursos, en nuestras cualidades, en
ningún tipo de riquezas, porque entonces cimentaremos nuestra vida sobre la
arena y mereceremos aquella terrible amenaza que lanzaste un día contra los
ricos…
Que no nos aferremos a nada,
Señor,
que reconozcamos que todo
bien material es pasajero.
Lo único
que importa lo tenemos en nuestro corazón
CONTEMPLATIO:
Jesús “levantando los ojos hacia sus discípulos” les dijo: bienaventurados... Son bienaventurados porque siguen a Jesús, porque lo escuchan con
atención, porque están atentos a su manera de vivir, porque guardan en su mente
y en su corazón sus palabras, porque lo han dejado todo para seguir sus pasos,
porque esperan un nuevo reino...
■… ¿Qué es lo que
queremos? ¿Buscamos la bienaventuranza? La verdad nos muestra la verdadera
bienaventuranza. ¿Queremos la riqueza? El Rey distribuye los reinos y hace
reyes. Los hombres se han dejado atrapar en la red de esta peste desastrosa que
es la búsqueda en vano: lo que es insuficiente cuesta poco esfuerzo; nos
agotamos por lo superfluo. Cinco pares de bueyes, ése es el pretexto que les
priva de las bodas del cielo, de las bodas que hacen pasar de la pobreza a la
abundancia, del último sitio al primero, de la abyección a la dignidad, de la
fatiga al reposo. Eliseo sacrificó los bueyes para seguir a Elías con mayor
facilidad, y nosotros hacemos lo mismo y seguimos a Cristo (Isaac de Stella).
En la versión de Lucas se habla de cuatro Bienaventuranzas y de cuatro malaventuranzas, mientras que Mt 5 habla de ocho bienaventuranzas.
ResponderEliminarNitzche decía que las bienaventuranzas de Jesús han pervertido a la humanidad. !Como se puede llamar felices a los pobres, a los que lloran, a los perseguidos por causa de la justicia! Habria que llamar dichosos a los ricos, a los que ríen porque no les falta de nada, a los que les va todo bien en la vida.
Jesús nos presenta el Corazón del Reino, su mismo Corazón para vivir con sus sentimientos.
Es necesario intuir que lo que reflejan las bienaventuranzas es el Corazón herido de Amor de Jesús y lo que reflejan las malaventuranzas es el corazón humano herido por el pecado, el egoísmo y la soberbia. Hay que elegir de que parte esta nuestra vida. Si queremos vivir unidos y con los sentimientos del Corazón ilimitadamente bueno de Jesús que refleja su santidad. La felicidad que nos promete Jesús es un amor fiel a los proyectos de su Corazón. Cuando se elige el camino de la mundanidad del que tanto habla el papa Francisco siempre tiene el perfume de la tristeza y la decepción.
Tenemos que saber que nuestro corazón es el lugar de lucha entre el bien y el mal y es mucho lo que nos jugamos. Apostar por las bienaventuranzas es siempre acertar con el camino de la santidad, aunque cueste. Seguir el camino de la mundanidad es tener vivacidad pero no vida abundante. Es como si sacamos al pez fuera del agua que da botes y salta porque se muere. Sin embargo dentro del agua vive feliz, sin dar saltos de vivacidad pero vive en la alegría y la paz de Dios y de sus promesas del Reino.
+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres