«SEÑOR, ¿A QUIÉN VAMOS A ACUDIR? TÚ
TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA»
Jn. 6. 60-69
En aquel tiempo, muchos de sus discípulos,
al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?».
Sabiendo Jesús que sus discípulos lo
criticaban, les dijo: «¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre
subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para
nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos
de entre vosotros que no creen». Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no
creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede
venir a mí si el Padre no se lo concede». Desde entonces, muchos discípulos
suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?».
Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de
vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».
Otras Lecturas: Josué 24,1-2ª.15-17.18b; Salmo 33;
Efesios 5,21-32
LECTIO:
El pasaje de hoy
es la conclusión narrativa de todo el discurso del pan de vida que hace Jesús
después de la multiplicación de los panes, y muestra
las
reacciones opuestas de dos grupos, por un lado
“muchos de los que habían seguido a Jesús”, es decir muchos de sus discípulos y
por otro los doce.
El discurso había comenzado con una
multitud que se había acercado porque comieron hasta saciarse, el texto habla
de cinco mil hombres; en la medida que Jesús avanza en su discurso y profundiza
quién es él, comienzan las deserciones.
Primero murmurando, luego discutiendo, y aquí ya se escandalizan, y terminan yéndose. Vemos entonces que
mientras crece la entrega de Jesús, y se profundiza su revelación, se va
achicando el auditorio, y hasta muchos de sus mismos discípulos lo dejan y se
van…
«¿También
vosotros queréis marcharos?»… Jesús
no está dispuesto a cambiar su mensaje, o disminuir su exigencia porque se le vaya la gente… Pedro le responde con una pregunta,
“Señor, ¿a quién iremos?” pero detrás de esta pregunta está la afirmación, “¡no queremos ir a ningún otro, sino
quedarnos contigo!” y sigue diciendo “Tus
palabras son palabras de vida eterna”.
Para los discípulos que se fueron, las
palabras de Jesús eran “duras”, para Pedro y los demás apóstoles, estas mismas
palabras son “palabras de vida eterna”, y la diferencia está en el modo como
las reciben. Aquellos discípulos “no creían”, pero Pedro confiesa: “Nosotros ya
hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.
MEDITATIO:
Jesús había dicho que era el Pan bajado
del cielo y que daría su carne como alimento y su sangre como bebida, aludiendo
al sacrificio de su misma vida. Estas palabras suscitaron desilusión en la
gente, que las juzgó indignas del Mesías… Ni siquiera los discípulos logran
aceptar ese lenguaje inquietante del Maestro. Y el pasaje de hoy relata su
malestar: «¡Este modo de
hablar es duro! — decían — ¿Quién puede hacerle caso?». (Papa Francisco).
En realidad, ellos entendieron bien el
discurso de Jesús. Tan bien que no quieren escucharlo, porque es un lenguaje
que pone en crisis su mentalidad. Siempre las palabras de Jesús nos hacen
entrar en crisis; en crisis, por ejemplo, ante el espíritu del mundo. (Papa Francisco).
Jesús ofrece la clave para superar la
dificultad: Primero, su origen divino.
Él ha bajado del cielo y subirá «adonde estaba antes». Segundo: sus palabras se
pueden comprender sólo a través de la acción del Espíritu Santo, «quien da vida». Es el Espíritu Santo
el que nos hace comprender bien a Jesús. Tercero: la verdadera causa de la
incomprensión de sus palabras es la
falta de fe: «hay
algunos de entre vosotros que no creen», dice Jesús. (Papa Francisco).
Todo lo que tenemos en el mundo no sacia
nuestra hambre de infinito. ¡Tenemos necesidad de Jesús, de estar con Él, de
alimentarnos en su mesa, con sus palabras de vida eterna! Creer en Jesús
significa hacer de Él el centro, el sentido de nuestra vida. (Papa Francisco).
ORATIO:
Dame, Señor, tu Espíritu para que yo pueda comprender tus palabras
de vida eterna, para que no te
abandone en los momentos de la prueba, cuando me
parezcas inhumano en tus demandas…
¡Atráeme,
Señor, y yo correré,
porque
he creído de verdad
y
he conocido que tú eres el Santo de Dios!
CONTEMPLATIO:
«¿También
vosotros queréis marcharos?»
Aceptar
el cuerpo y la sangre de Jesús como comida y bebida, es algo difícil de
entender y el escándalo que produce lleva al abandono del seguimiento. Jesús
nos invita a vivir más profundamente nuestra fe en Él a través de la
Eucaristía, abriéndonos a una fe más madura y dejando atrás nuestras propias
seguridades.
La
pregunta de Cristo sobrepasa los siglos y llega hasta nosotros, nos interpela
personalmente y nos pide una decisión. ¿Cuál es nuestra respuesta? Si estamos
aquí hoy (JMJ XII) es porque nos vemos reflejados en la afirmación del apóstol
Pedro: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida
eterna”. (S.
Juan Pablo II).
“… Sólo Cristo tiene palabras que resisten al paso del tiempo y permanecen
para la eternidad. El momento que están viviendo les impone
algunas opciones decisivas: …Es importante darse cuenta de que, entre todas las
preguntas que surgen en vuestro interior, las decisivas no se refieren al
“qué”. La pregunta de fondo es “quién”: hacia “quién” ir, a “quién” seguir, a
“quién” confiar la propia vida”. (S. Juan
Pablo II).
■… Los que se retiraron no eran pocos; eran muchos. Eso tiene lugar
tal vez para consuelo nuestro: puede suceder, en efecto, que alguien diga la
verdad y no sea comprendido y que incluso los que le escuchan se alejen
escandalizados. Este hombre podría arrepentirse de haber dicho la verdad: «No
hubiera debido hablar así, no hubiera debido decir estas cosas». Al Señor le
pasó esto: habló y perdió a muchos discípulos, y se quedó con pocos. Pero no se
turbó, porque desde el principio sabía quién habría de creer y quién no. Si a
nosotros nos sucede algo semejante, nos quedamos turbados. (S. Agustín).
La Palabra de Dios es lámpara que ilumina nuestra vida, saboreada y gustada, es la auténtica sabiduría que nos hace poner nuestro corazón en lo que únicamente no tiene fecha de caducidad, el Amor de Dios.
ResponderEliminarMuchos autores están de acuerdo en que, en estos momentos de la vida de Jesús, se está cociendo un cierto fracaso. Las multitudes que le han buscado por intereses porque “les ha dado de comer”, se encuentran con la cruda realidad de que Jesús, profundamente humano, es también totalmente divino. Dios de Dios, Luz de Luz y al hablar claramente del misterio de la Eucaristía, ya no sólo las multitudes sino también los discípulos, aquellos que le siguen por los caminos polvorientos de la vida, se echan para atrás cuando Jesús claramente habla de “comer su carne y beber su sangre”. Para un judío, como dice Vittorio Messori, es incomprensible beber la sangre, donde estaba la vida, y se echan para atrás, ya no le entienden y no le siguen. Se han quedado atrapados en un misterio que les desborda y les cuesta saber “esperar” la sabiduría de los pobres y se alejan de quien es el pan de vida.
Impresiona la actitud de humildad del Corazón de Cristo. Es como “la gallina recogiendo a sus polluelos”. No sabe qué decirles, es como una madre que experimenta que se le van los hijos y no sabe qué hacer. Por otra parte, no puede callar ni disimular el Misterio central de nuestra fe: “le diste pan del cielo que contiene en sí todo deleite”. El deleite es el Redentor hecho comida, “pan partido y sangre derramada para la vida del mundo”.
Ante la pregunta de Jesús a “los suyos”, a los de “su casa”, a los que había venido y no le recibieron “Vino a los de su casa y los suyos no le recibieron”, como queja amarga en el prólogo de San Juan. ¿También vosotros queréis marcharos? Esperan en silencio dramático al corazón de los escandalizados por la Eucaristía.
Pedro, ¡qué gran hombre!, fraguado en sus debilidades y pobrezas, en sus fanfarronerías y en su profunda humildad de que a veces no se entera de la fiesta, responde con todos los apóstoles, con toda la Iglesia, con todo el deseo de cada corazón humano. “¿Dónde vamos a ir sin Ti, si sólo Tú tienes Palabras de vida eterna? En Ti, Señor, hay vida después de la muerte y hay vida antes de la muerte. Estando contigo todo nos habla de una vida que sólo Tú nos puedes dar. No es la vivacidad del mundo que es lo que le ocurre como si sacásemos un pez de la pecera, que da saltos fuera del agua, pero es porque se muere, no respira, tiene vivacidad de salto, pero se muere. La muerte es más que vivacidad. Ese pez vive feliz en el agua aunque no dé saltos
Jesús que es la vida, la vida sin fin, es como estar dentro del agua y aunque no demos saltos de vivacidad estamos vivos. Jesús es la vida, es el camino verdadero.
+Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres