«EL QUE COMA ESTE PAN VIVIRÁ PARA
SIEMPRE»
Jn. 6. 51-58
Yo soy el pan vivo que ha bajado del
cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi
carne por la vida del mundo».
Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo
puede este darnos a comer su carne?». Entonces Jesús les dijo: «En verdad, en
verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su
sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene
vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida,
y mi sangre es verdadera bebida. El
que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Como el Padre que vive me ha enviado, y yo
vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es
el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron
y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».
Otras Lecturas: Proverbios 9,1-6; Salmo 33; Efesios
5,15-20
LECTIO:
El evangelista, hoy, nos hace caer en la
cuenta de como nuevamente los oyentes de Jesús se escandalizan porque se
presenta “como el Pan vivo bajado del cielo”. El Señor pasa de ser maná a ser
cordero y ahora pan. Es una comunión con su vida, esa vida que entrega por
todos los hombres y que en la eucaristía vuelve a entregar como el resucitado.
Si el Hijo vive por el Padre que le entrega su vida, nosotros vivimos por Jesús
que nos entrega la que ha recibido.
Es un misterio de donación el que acontece
en la realización de la eucaristía. De ahí que sea el
sacramento que nos va
resucitando día a día porque nuestra meta es tener la vida que Jesús posee
ahora como Señor de la vida. Ahí reside la sabiduría del misterio de la
eucaristía en la comunidad: ser una donación sin medida.
La eucaristía es el pilar
central de nuestra fe,
en ella compartimos la mesa y la fe, nos nutrimos de su Palabra, pero también
de su Cuerpo y su Sangre, y gracias a ello “Viviremos para siempre”.
MEDITATIO:
Sabiendo que deberá morir en la cruz por
nosotros, Jesús se identifica con ese pan partido y compartido, y eso se
convierte para Él en «signo» del Sacrificio que le espera. Este proceso tiene
su culmen en la Última Cena, donde el pan y el vino se convierten realmente en su Cuerpo y en su Sangre. (Papa Francisco).
Nutrirnos
de Él y vivir en Él mediante la
Comunión eucarística transforma
nuestra vida, la transforma en un don a Dios y a los hermanos. Nutrirnos de ese «Pan de vida»
significa entrar en sintonía con el corazón de Cristo, asimilar sus
elecciones, sus pensamientos, sus comportamientos. Significa entrar en un
dinamismo de amor y convertirse en personas de paz, personas de perdón, de
reconciliación, de compartir solidario. Lo mismo que hizo Jesús. (Papa Francisco).
Jesús concluye su discurso con estas
palabras: «El que come este pan vivirá para siempre». Sí, vivir en comunión
real con Jesús en esta tierra, nos hace pasar
de la muerte a la vida.
El Cielo comienza precisamente en esta comunión con Jesús. (Papa Francisco).
Así que, preguntémonos, al adorar a Cristo
presente realmente en la Eucaristía: ¿me dejo transformar por Él? ¿Dejo que el
Señor, que se da a mí, me guíe para salir cada vez más de mi pequeño recinto,
para salir y no tener miedo de dar, de compartir, de amarle a Él y a los demás?
(Papa Francisco)
ORATIO:
¡Oh mi amado Salvador!
Abre mis ojos
nublados por las cosas de cada día, para que pueda unirme indisolublemente a
ti, y llevar a todos conmigo, en tu vida.
Gracias,
Señor, por la Eucaristía, por el gran don de Ti mismo.
Gracias
por esta gran prueba de tu amor
que
quiero vivir y agradecer durante toda la vida.
CONTEMPLATIO:
«El que coma este pan vivirá para siempre»
Contempla a Jesús en la Eucaristía, donde
Él se ofrece para la vida del mundo. Y a ti mismo, hambriento y sediento, que
busca con frecuencia otros alimentos que no calman el hambre ni la sed.
Jesús
nos alimenta con su cuerpo y sangre, y
también nos hace entrar en unidad con Dios Padre, con quien Él es uno. Cuando
comulgamos nos encontrarnos con la persona que más nos ama, con quien sabe todo
de nosotros, dispuesto a abrazarnos y
hacernos entrar en paz, darnos consuelo y revestirnos de su fuerza. Entonces,
con la mejor compañía empezamos una nueva vida, viviendo el misterio de la
Común – unión.
Este gran sacramento que nos confiere la
participación en la vida de Cristo nos une también los unos a los otros, a
todos los demás miembros de la Iglesia, a todos los bautizados... Aunque los que
pertenecemos a la Iglesia nos hallemos dispersos por todo el mundo, aunque
hablemos diferentes lenguas, tengamos diferentes entornos culturales y seamos
ciudadanos de diferentes naciones, "porque el pan es uno, somos muchos en
un solo cuerpo, pues todos participamos de este único pan". (S. Juan Pablo II).
■… Jesús es puro en todo y
para todo: por eso toda su carne es alimento y toda su sangre es bebida. Toda
su obra es santa y toda palabra suya es verdadera; por eso también su carne es
verdadera comida y verdadera bebida. Con la carne y la sangre de su Palabra da
de beber y sacia como con alimento puro y bebida pura a todo el género humano [...] Todo hombre tiene en sí algún alimento: si es bueno y ofrece cosas
buenas del cofre de su corazón (cf. Mt 12,35), , ofrecerá a su prójimo alimento puro. Si, por el contrario, es
malo y ofrece cosas malas, ofrecerá a su prójimo un alimento inmundo (Orígenes).
Morimos de hambre y de sed en el camino de la vida. Como dice un famoso poeta, somos como el pez que viviendo en el agua muere de sed por no abrirse a beber el agua viva que sacia nuestra sed. Así vivía la samaritana buscando amor (cfr. Jn. 4, 1) sin saciar su sed hasta que encontró en el pozo de Jacob al Amor de los amores.
ResponderEliminarJesús, habla claro de comer su carne para la vida del mundo e introduce el beber su sangre. Otra vez, imagen del Antiguo Testamento que presenta al pueblo de Israel guiado por Moisés en el desierto y que muere de sed porque no encuentra la fuente de Agua Viva.
Habla de que su sangre es verdadera bebida. Por tanto, llega a la cumbre del escándalo para los israelitas a los que les habla de que tienen que beber su sangre si quieren tener vida en abundancia, vida eterna. Aparece también el Padre que es el que nos ha entregado a Jesús con todas las consecuencias y que se ha hecho pan y sangre derramada por amor, en la cruz para saciar nuestra vida con el misterio insondable de su Amor Incondicional.
Quien come su cuerpo y bebe su sangre ha encontrado la plenitud de la vida y el remedio a toda su soledad. La verdadera alegría y el verdadero gozo están en descubrir el Amor del Corazón Vivo de Jesús Eucaristía, que es nuestra vida y nuestro gozo porque nos entrega con su cuerpo y con su sangre su amor y vida que, aún sin saberlo, anhela el corazón humano.
Decían los primeros cristianos que no podemos vivir sin el domingo, día del Señor, sin la Eucaristía. Un día sin Eucaristía es un día perdido en tu vida. Un día sin Jesús es un día donde te has perdido lo mejor de la vida, que es su Amor.
Por eso, preparemos y vivamos bien la Eucaristía como, verdaderamente, el Amor sin límite que viene a nuestro corazón y nos lanza a una vida sin fin, la vida eterna.
Quien come de este pan y bebe su sangre tiene vida eterna, vida que no se acaba, que no tiene fin como su Amor hacia cada uno de nosotros.
+Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres