TIEMPO LITÚRGICO
jueves, 29 de marzo de 2018
domingo, 25 de marzo de 2018
LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 25 DE MARZO DEL 2018, DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)
«DIOS
MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?»
Mc. 14. 1-15,47
(Versión breve)
Al atardecer llegó Jesús con los doce y se sentaron a la mesa. Mientras estaban cenando dijo Jesús: «En verdad os digo que uno de
vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo».
Mientras comían, tomó pan y, pronunciando
la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo».
Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos
bebieron. Y les dijo: «Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por
muchos. En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el
día que beba el vino nuevo en el reino de Dios».
Después de cantar el himno, salieron para
el monte de los Olivos. Llegan a un huerto, que llaman Getsemaní, y dice a sus
discípulos: «Sentaos aquí mientras voy a orar». Se lleva consigo a Pedro, a
Santiago y a Juan, empezó a sentir espanto y angustia, y les dice: «Mi alma
está triste hasta la muerte. Quedaos aquí y velad». Y, adelantándose un poco,
cayó en tierra y rogaba que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y
decía: «¡Abba!, Padre : tú lo puedes todo, aparta de mí este cáliz. Pero no sea
como yo quiero, sino como tú quieres».
Todavía estaba hablando, cuando se
presenta Judas, uno de los Doce, y con él gente con espadas y palos, mandada
por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había
dado una contraseña, diciéndoles: «Al que yo bese, es él: prendedlo y
conducidlo bien sujeto». Y en cuanto llegó, acercándosele le dice: «¡Rabbí!». Y
lo besó.
Apenas se hizo de día, los sumos
sacerdotes con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, hicieron una
reunión. Llevaron atado a Jesús y lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?».
Él respondió: «Tú
lo dices». Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas.
Pilato le preguntó de nuevo: «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te
acusan». Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba extrañado. Pilato les
preguntó: «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?». Pues sabía que los
sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes
soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó
de nuevo la palabra y les preguntó: «¿Qué hago con el que llamáis rey de los
judíos?». Ellos gritaron de nuevo: «Crucifícalo». Pilato les dijo: «Pues ¿qué
mal ha hecho?». Ellos gritaron más fuerte: «Crucifícalo». Y Pilato, queriendo
complacer a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo
entregó para que lo crucificaran.
Y lo sacan para crucificarlo. Y conducen a
Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecían vino
con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucifican y se reparten sus ropas,
echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era la hora tercia
cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de
los judíos».
Al llegar la hora sexta toda la región
quedó en tinieblas hasta la hora nona. Y a la hora nona, Jesús clamó con voz
potente: Eloí Eloí, lemá sabaqtaní (que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué
me has abandonado?»). Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El centurión, que
estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: «Verdaderamente
este hombre era Hijo de Dios».
José de Arimatea…lo envolvió en la sábana
y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la entrada
del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de José, observaban dónde lo
ponían.
Otras
Lecturas: Isaías 50,4-7; Salmo 21; Filipenses
2,6-11
LECTIO:
Jesús
durante toda la pasión se mantuvo fiel a hacer la voluntad del Padre. Él fue
preso, torturado, burlado, abrazó la cruz, fue crucificado, despreciado e
insultado y al final murió como testigo de amor hasta el extremo. Los hombres,
sin embargo, movidos por la envidia, lo entregaron a la muerte. Movidos por la
codicia, lo vendieron. Movidos por la hipocresía, lo traicionaron con un beso.
Movidos por el miedo, huyeron y lo abandonaron. Movidos por la cobardía, lo
negaron. Movidos por la prepotencia, le pegaron y lo escupieron. Movidos por la
ingratitud, eligieron a un asesino, prefiriendo dar libertad a un malhechor.
Motivados por la maldad, lo torturaron y se burlaron de él. Motivados por el
despecho, lo insultaban sin ningún motivo.
Mirando
nuestra historia personal, podemos descubrir que muchas veces actuamos
motivados por envidia, por hipocresía, por cobardía, por miedo, por
prepotencia, con ingratitud, por maldad, o por despecho … exactamente como
aquellos del Evangelio.
No nos debe
escandalizar lo que hicieron estos hombres 2000 años atrás, pues en alguna
medida… nosotros prolongamos en cada jornada la pasión de Cristo. El Jesús sufriente
de nuestros días nos denuncia nuestro comportamiento. Cuando lo traicionamos,
lo comerciamos, lo abandonamos, lo torturamos, lo insultamos o nos burlamos de
Él, solamente nos mira, como miró hacia
Pedro.
Jesús nos
amó y lo hizo hasta el extremo. Ni aun cuando fue torturado y muerto fue capaz
de dejar de amarnos: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” Y
sabemos que el Padre siempre ha escuchado la oración de Jesús.
En esta
semana santa pidamos a Jesús, ante todo, la gracia de reconocer las situaciones
en que concretamente también nosotros hoy continuamos crucificándolo y que su
mirada nos ayude a sinceramente llorar nuestros pecados. (Síntesis Comentario Hno. M
Florentino, Capuchino).
MEDITATIO:
Al recorrer hasta el final este camino, el
Hijo de Dios tomó la «condición de siervo». En efecto, la humildad quiere decir
también servicio, significa
dejar espacio a Dios negándose a uno mismo, «despojándose», como dice la
Escritura. Este «despojarse» es la humillación más grande. (Papa Francisco)
Hay
otra vía, contraria al camino de Cristo:
la mundanidad. La mundanidad nos ofrece el camino de la vanidad, del orgullo,
del éxito... Jesús la rechazó sin dudarlo. Y, con él, solamente con su gracia y
con su ayuda, también nosotros podemos vencer esta tentación de la vanidad, de
la mundanidad, no sólo en las grandes ocasiones, sino también en las
circunstancias ordinarias de la vida. (Papa
Francisco)
Pensemos también en la humillación de los
que, por mantenerse fieles al Evangelio, son discriminados y sufren las
consecuencias en su propia carne. Y pensemos en nuestros hermanos y hermanas
perseguidos por ser cristianos, los mártires
de hoy, no reniegan de Jesús y soportan con dignidad insultos y
ultrajes. Lo siguen por su camino. (Papa
Francisco)
ORATIO:
Concédenos, Señor, la gracia de vivir este tiempo en un profundo
recogimiento interior. Que hasta en los compromisos diarios de nuestro trabajo
permanezca viva en nosotros la memoria de tu santísima pasión.
Dispón,
Señor, nuestro corazón para acoger
tu
Pasión y las experiencias dolorosas de nuestra vida,
como una
ocasión privilegiada de unirnos a ti,
que nos
has redimido con el precio de tu sangre.
CONTEMPLATIO:
Contempla
como Jesús quiere también entrar hoy triunfante en la vida de los hombres sobre
una cabalgadura humilde: quiere que demos testimonio de él, en la sencillez de
nuestro trabajo bien hecho, con nuestra alegría, con nuestra serenidad, con
nuestra sincera preocupación por los demás. Quiere hacerse presente en
nosotros, a través de las circunstancias del vivir humano.
Ellos
gritaron de nuevo: «Crucifícalo»
Hemos escuchado la Pasión del Señor… «La
humillación de Jesús». Esta palabra nos desvela el estilo de Dios y, en
consecuencia, aquel que debe ser el del cristiano: la humildad.
Nunca nos acostumbraremos a un Dios humilde. Humillarse es ante todo el estilo
de Dios: Dios se humilla para caminar con su pueblo, para soportar sus
infidelidades. (Papa
Francisco)
Contemplar al crucificado nos
llevará a abrir el corazón a los demás, reconociendo las heridas de Jesús en
cada ser humano que sufre; y nos llevará, en especial, a luchar contra toda
forma de desprecio de la vida y de explotación de la persona, y a aliviar los
dramas de la soledad y del abandono de muchos hermanos.
■… Toda alma
fiel, hija de Sión y de Jerusalén, es decir, de la madre Iglesia, debe en este
día salir al encuentro de Cristo no sólo corporalmente, sino con los
sentimientos interiores, con corazón rebosante de gozo y labios festivos, con
ramos de olivo como signo de la íntima devoción, con ramos de palma
simbolizando la victoria y el honor, porque nuestro rey, Jesucristo, con su
humildad vence al soberbio enemigo, el diablo, librando a su pueblo en virtud
de su sangre. Por esta razón él no viene hoy con fasto, sino como salvador
humilde y pobre para anunciar la paz a los hombres, sacándolos del amor del
mundo para atraerlos al amor y alabanza de Dios (San Buenaventura).
sábado, 24 de marzo de 2018
“ El secreto está en descubrir como amar, morir y
resucitar unidos al Señor”
La Semana Santa es un tiempo privilegiado en el año litúrgico. Esta semana se conoció
también antiguamente como “la semana grande”, pues son unos días privilegiados
en que la Iglesia vive intensamente la pasión, muerte y resurrección de
Jesucristo y eleva su oración a Dios Padre pidiendo especialmente la salvación
de toda la humanidad. Es, en efecto, una semana grande, puesto que constituye
el centro y el corazón de la liturgia de todo el año. En ella se celebra el
misterio de la redención.
La Iglesia
invita a todos los fieles en Semana Santa a vivir con
mayor intensidad espiritual estos días en los que se recuerda y actualiza los
misterios de Jesús, comenzando por
la entrada triunfal en la ciudad de Jerusalén y culminando con el misterio de
su Resurrección. Los cristianos no solamente celebramos la Eucaristía en estos
días, sino que intensificamos, por decirlo así, la oración, unidos a la oración
de Cristo, Cabeza, formando con él un solo cuerpo en alabanza y acción de
gracias a Dios Padre. Vivamos, pues, la liturgia, los oficios de los días
del Tríduo Pascual y dejemos que nos impregne la honda piedad que contagian las distintas devociones: el Vía
Crucis, la predicación de las Siete Palabras, las Horas Santas, las
procesiones, con todo su arte y emoción.
Nosotros participamos en los
misterios de Cristo no mediante imaginación o sentimiento, aunque también éstos
tienen su cometido, sino por la fe. Reavivemos, pues, nuestra la fe en esta
Semana Santa donde la Iglesia revive el misterio salvador de la pasión, muerte
y resurrección del Señor. El secreto está en descubrir cómo amar, morir y
resucitar unidos al Señor para apropiarnos de esta renovación que él ha
introducido en el mundo, una nueva vida.
+ Rafael Zornoza Boy – Obispo de Cádiz y Ceuta
EL COMBATE ESPIRITUAL Y LAS TENTACIONES
La vida espiritual consiste en conocer la infinita grandeza y bondad de Dios, junto a un grande sentido de nuestra propia debilidad y tendencia para el mal; en amar a Dios y detestarnos a nosotros mismos; en humillarnos no solamente delante de Él sino, por Su causa, también delante de los hombres; en renunciar enteramente a nuestra propia voluntad para hacer la Suya.
PARA VENCER LAS TENTACIONES, TEN EN
CUENTA ESTOS CONSEJOS
1) No perder la calma: estar seguros de que todas las tentaciones pueden vencerse con la gracia de Dios.
2) Acuérdate de que sólo
la voluntad puede pecar y, por lo tanto, mantenla inflexible.
3) Encomiéndate
a Dios y a la Virgen Inmaculada,
que jamás abandonan a los que acuden a ellos.
4) Desembarázate de la ocasión, en cuanto puedas. Si hubo victoria, da gracias a Dios.
Si caída, arrepiéntete y aprovecha la lección para otra vez.
5) Después de cada caída, haz un acto de contrición, confiésate enseguida y además ofrece
en reparación una mortificación que te cueste.
6) No
vuelvas a pensar más en la tentación;
ocúpate de algo. Para tu tranquilidad has de saber que dice San Pablo que Dios jamás permitirá que seamos
tentados por encima de nuestras fuerzas.
Dice San Agustín y el Concilio de Trento lo repite que «Dios no pide a nadie cosas imposibles, sino que hagas lo que puedas, y pidas lo que no puedas; que Él te ayudará para que puedas».
Dice San Agustín y el Concilio de Trento lo repite que «Dios no pide a nadie cosas imposibles, sino que hagas lo que puedas, y pidas lo que no puedas; que Él te ayudará para que puedas».
Después de una
tentación pueden ocurrir tres cosas:
1) Victoria clara, porque la rechazaste
totalmente en cuanto caíste en la cuenta de la tentación: dale gracias a Dios
que te ha ayudado a vencer.
2) Derrota clara, porque te dejaste
llevar conscientemente: arrepiéntete, humíllate ante Dios, y pídele que te
ayude a vencer en otra ocasión; haz un acto de contrición y propón confesarte
pronto.
3) Duda de si consentiste o no
consentiste.
No estás seguro si resististe completamente a la tentación. En este caso expón
al confesor sencillamente tu duda, por ejemplo, diciéndole: «he tenido malos
pensamientos y malos deseos contra la pureza, y no sé si los he rechazado
suficientemente». No te contentes con dejar la confesión para después de la
caída. La confesión también tiene un
valor preventivo, porque aumenta la gracia en virtud del sacramento y fortalece
la voluntad. Cuando presientas una posible caída, confiésate aunque no tengas
pecados graves. Y si, además, puedes comulgar, todavía mucho mejor.
Para dominar el cuerpo es muy
conveniente la mortificación.
Es una práctica común de todos los santos. Un cuerpo mortificado es mucho más
dócil. El ser mortificado fortalece la voluntad y enriquece espiritualmente.
He aquí algunos modos de mortificarse:
- No hacer gastos inútiles.
-
Ser puntual para no hacer esperar a los demás.
-
Escoger los peores sitios en las reuniones.
-
Dejar hablar a los demás cuando estás deseando intervenir. - No discutir aunque
se tenga razón, si la cosa no es importante.
-
No enfadarnos, si no es necesario.
-
Sonreír amablemente aunque no se tengan ganas.
-
Disponibilidad en los servicios comunes.
-
Escoger para sí mismo lo peor, cuando esto sea posible.
-
Evitar ruidos que molestan a los demás. - Cuidar el aseo personal evitando
malos olores. - Terminar bien lo que se está haciendo aunque esté cansado. -
Etc., etc., etc. (3)
Tema
completo y estructurado con contenidos de los siguientes sitios:
Catholic.net
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