«VINO JUAN A VOSOTROS
Y NO LE CREÍSTEIS»
Mt. 21. 28-32
En aquel tiempo,, dijo Jesús a sus
discípulos esta parábola: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó
al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él le contestó: “No
quiero”. Pero después se arrepintió y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo
mismo. Él le contestó: “Voy, señor”. Pero no fue. ¿Quién de los dos cumplió la
voluntad de su padre?». Contestaron: «El primero».
Jesús les dijo: «En verdad os digo que los
publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios.
Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le
creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros
no os arrepentisteis ni le creísteis».
Otras
Lecturas: Ezequiel 18,25-28; Salmo 24; Filipenses 2,1-11
LECTIO:
Uno de los temas básicos y fundamentales
de nuestra vida de fe es nuestra relación con el Señor, nuestra actitud ante
Él, la disposición que tenemos ante lo que nos pide, en último término, es la
importancia que le damos en nuestra vida, si Él es o no, el Dios de nuestra
vida.
La parábola de los dos hijos nos coloca de
lleno en la actitud que debemos tener respecto de Él, pues en el ejemplo de
esos dos hijos, el primero recibe una orden que se niega a realizarla, pero
después la acepta y la cumple. En cambio el segundo dice que sí y después no la
hace, ignorando lo que se le había pedido. Estas
dos actitudes son el reflejo de la respuesta que nosotros podemos dar al Señor.
La actitud de estos dos hijos nos ayudan a
darnos cuenta que la
fe más allá de conceptos o ideas requiere decisión. Es una opción, que implica
un compromiso de adhesión vivencial, que lleva a asumir
las enseñanzas del Señor Jesús haciendo de ellas un estilo de vida. De ahí que
requiera una comunión de vida e intenciones con el proyecto que el Señor nos
plantea y esto se obtiene en la relación de docilidad y apertura, de obediencia
y seguimiento a sus enseñanzas.
No basta con decir…sí…, sí… y después no
vivir, sino que el
sí que demos debe cambiar nuestra vida y debe llevarnos a
actualizar en nosotros el proyecto de amor que el Padre tiene para nosotros.
MEDITATIO:
Jesús cuenta esta historia a los jefes del
pueblo, afirmando con claridad que son ellos los que no han querido escuchar la
voz de Dios a través de Juan y que por esto, en el Reino de los cielos serán
superados por publicanos y prostitutas, que en cambio han creído en Juan. (Papa Francisco)
Este juicio, sobre el que la liturgia de
hoy nos hace pensar, es un juicio que da esperanza al mirar nuestros pecados.
Todos somos pecadores. Cada uno de nosotros conoce bien la lista de los propios
pecados, y podemos decir: «Señor te entrego mis pecados, la única cosa que
podemos ofrecerte». (Papa
Francisco)
Con esta parábola Jesús reafirma su predilección
por los pecadores que se convierten, y nos enseña que se requiere humildad para
acoger el don de la salvación. (Benedicto
XVI)
También san Pablo, en el pasaje de la
carta a los Filipenses, nos exhorta a la humildad: «No hagáis nada por
rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los
demás como superiores a sí mismos». (Benedicto
XVI)
ORATIO:
Que tu voluntad sea
la mía, y mi voluntad siga siempre la tuya y se conforme en todo con ella…
Perdona,
Señor,
porque
mi sí es a medias…
Porque
no soy dócil a tu Espíritu…
Porque
no me abandono a tu amor…
Señor,
que sea
presencia tuya para los demás…
Que mi
fe se note en los actos…
Que
anuncie con alegría mi fe en ti…
Dame que desee y quiera siempre lo que te
es más agradable.
CONTEMPLATIO:
«…los
publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios».
Contempla a Jesús que sale en defensa de
los que son sinceros ante Dios y que fustiga a los que se creen impecables. Y preguntémonos,
¿en qué grupo me ubico: fariseos o publicanos?
¿Qué importancia le doy a las enseñanzas
que el Señor me transmite en su Palabra?, ¿hasta qué punto ellas condicionan mi
vida? ¿De qué manera alimento mi fe y profundizo en lo que es propio y
característico de lo que significa ser y llamarnos cristianos?
«Y,
aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis».
¿Qué estoy haciendo para demostrar con mi
vida, con mis actitudes y manera de ser que sigo al Señor Jesús y que busco ser
y actuar como Él?
■… Dios
omnipotente y eterno, señor del universo, creador y dueño de todas las cosas,
tu, por obra de Cristo, has hecho del hombre el esplendor del mundo, le has
entregado la ley natural y la escrita para que viva ordinariamente como ser
dotado de razón, y, cuando peca, le propones como norma tu bondad para que se
arrepienta, dirige tu mirada a quienes con su vida se desvían de ti, porque tú
no quieres la muerte del pecador sino que se convierta, de modo que se aparte
del camino de la perdición y viva […] Devuélvele a la Iglesia la dignidad y la
condición primera, por intercesión de Cristo, Dios y salvador nuestro… («Constituciones
de los apóstoles»).
El Señor es siempre bueno y es siempre desconcertante porque nos introduce en la lógica del don del Amor, de la coherencia que tanto nos cuesta. Estos dos hijos representan dos actitudes del corazón humano ante el amor de Dios. Reaccionan de distinta manera. Uno dice alegremente que sí, pero la dificultad del camino le hacen vivir y decir en la práctica que no. El otro, quizás basándose en que miraba demasiado sus propias fuerzas, dice que no. En el fondo, partía de su propia realidad de pecados. Pero al final vive el “Todo lo puedo en Aquel que me conforta” y fue un sí porque cumplió con la voluntad del Padre. Quizás, contando con su propia pobreza de alma para seguirlo cumpliendo su voluntad. Se confió plenamente a sus planes y, al final, el Señor alabó el que partiendo de su propia pobreza se lanzó a cumplir la voluntad de Dios y a saber que nadie ni nada nos podrán quitar el Amor de Jesús. Sin ese Amor de Cristo no podemos cumplir su voluntad. Nuestra vida está siempre envuelta en nuestra respuesta a Cristo, donde nos jugamos todo.
ResponderEliminarEs creer en su Amor. Es Él, el que nos abre a decir que sí. Ha sido lo que hicieron los pecadores, las prostitutas, que desde su realidad se abrieron al Amor de los Amores. No se cerraron a cumplir su voluntad, pues sabemos que el Señor es siempre un sí incondicional para el que se fía de sus proyectos. Él, siempre lleva a buen término lo que empezó en nosotros.
No es difícil pensar y aterrizar que en este pasaje del Evangelio en el sí que luego fue y que no está representado por los religiosos de su tiempo, los fariseos, que perteneciendo al pueblo elegido con respecto a Jesús terminó siendo un no. Y el otro grupo que partiendo de que eran las prostitutas, los pecadores, los publicanos eran un no a Dios porque estaban fuera de la ley de Dios, pertenecían a lo que el Papa llama las personas del “descarte”, al final fueron un sí y acogieron, desde su pobreza, la salvación de Jesús.
+Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres