TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

viernes, 8 de septiembre de 2017

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 10 DE SEPTIEMBRE DE 2017, 23º DEL TIEMPO ORDINARIO




«DONDE DOS O MÁS SE REUNAN EN MI NOMBRE, ALLÍ ESTOY YO CON ELLOS»


Mt. 18. 15-20
     En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano.
     En verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos. Os digo, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en los cielos. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.


Otras Lecturas: Ezequiel 33,7-9; Salmo 94; Romanos 13,8-10

LECTIO:
"Si tu hermano peca, repréndelo". Primero a solas, luego con algún hermano más como testigo, y finalmente si es necesario, con toda la comuni­dad delante.
Lo que hay en el fondo de este modo cristiano de afrontar el pecado ajeno es pre­cisamente considerar que el problema del otro es también el mío, es decir, que el Pueblo de Dios que Jesús ha puesto en marcha es co-responsable de su salvación.
Formamos parte de una misma comunidad de origen y destino… Somos ese nuevo Pueblo que camina junto en la peregrinación apasionante de la vida y de la fe. Por eso no es indiferente que otros vivan en la luz o en la tiniebla, en la verdad o en la mentira, en el amor o en el egoísmo.
… Puedo y debo re­prender al otro, cuando también yo me pongo en el punto de mira, porque es la Verdad de Dios la que juzga: tanto al otro como a mí. No se avisa o se reprende al otro porque en mí no exista la limitación, sino porque existe deseo tanto para él como para mí, de vivir en la Verdad. Porque vivir en cristiano no es ser impecables, sino desear dejar de ser pecado­res. No tanto por nuestro esfuerzo cuanto por la Gracia de Dios. Por eso es posible la alegría y la esperanza aun en medio de nuestras fragilidades y cansancios.
Otra cuestión es el modo de reprender, es decir, la actitud con que se hace. En el cristiano está excluida una reprensión que nazca de la arrogancia, de la soberbia, del puritanismo fariseo...
La reprensión cristiana tiene otro matiz, que es preci­samente la que la hace bella y justa: ser para el otro como un vigía fraterno que avisa del peligro, que señala el error, que urge a la conversión y anima a la confianza esperan­zada. Y por eso nace del amor más grande: desear la Verdad y la Luz que provie­nen de Dios, como el mayor bien que el otro puede tener. La reprensión cris­tiana en una compañía llena de perdón y ternura que nos acompaña hacia el encuentro con la misericordia de Dios.

MEDITATIO:
     El Evangelio de este domingo presenta el tema de la corrección fraterna en la comunidad de los creyentes: es decir, cómo debo corregir a otro cuando hace algo que no está bien. Jesús nos enseña que si mi hermano comete una falta en contra de mí y me ofende, debo tener caridad hacia él y, ante todo, hablarle personalmente, explicándole que lo que dijo o hizo no es bueno. (Papa Francisco)
     «Repréndelo estando los dos a solas». La actitud es de delicadeza, prudencia, humildad y atención respecto a quien ha cometido una falta, evitando que las palabras puedan herir y matar al hermano. Porque también las palabras matan. Cuando hablo mal, cuando hago una crítica injusta… esto es matar la fama del otro. (Papa Francisco)
     Esta discreción de hablarle estando solo tiene el fin de no mortificar inútilmente al pecador…  ayudar a la persona a darse cuenta de lo que ha hecho, y que con su culpa ofendió no sólo a uno, sino a todos. Pero también de ayudarnos a nosotros a liberarnos de la ira o del resentimiento, que sólo hacen daño: esa amargura del corazón que lleva a la ira y al resentimiento y que nos conducen a insultar y agredir. (Papa Francisco)
     Ante Dios todos somos pecadores y necesitados de perdón. Jesús nos dijo que no juzguemos. La corrección fraterna es un aspecto del amor y de la comunión que deben reinar en la comunidad cristiana, es un servicio mutuo que podemos y debemos prestarnos los unos a los otros. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Ayúdame, Señor; a permanecer enmudecido a los pies de tu cruz para escuchar tu Palabra y dejarme alcanzar y modelar por ella. Solo la Palabra de tu cruz revela la verdad de mi vida y desvela el disfraz de mi mentira. 

Si tu hermano peca…


Sé el que lo sostengas, el que le ayudes a cambiar de vida,
el instrumento de Dios para ayudarle a volver.
la palabra amiga que alienta y estimula…

CONTEMPLATIO:
     Contempla como la presencia Jesús en la comunidad es fortaleza y seguridad para sus seguidores. Él es quien capacita a la comunidad y a sus integrantes para hacer lo que Él hizo y sigue haciendo: amar, perdonar, reconciliar, servir… 
“Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy”

     A la luz de esto, si miras tu vida, ¿a cuánta gente ayudas a volver al Señor?, ¿cuántos han experimentado la misericordia y el perdón de Dios gracias a tus palabras y tu cercanía?
“Si dos de vosotros se ponen de acuerdo para pedir algo, se lo dará mi Padre del Cielo”
     En la segunda parte del evangelio nos encontramos promesas muy importantes que Jesús realiza a sus discípulos: el poder de atar y desatar, la importancia de la oración y la promesa de su presencia para siempre.  No hay comunidad cristiana si Cristo no está presente en medio de ella.  Esa comunidad de hombres y mujeres que creen en Jesús vive de la oración, de la plegaria constante a Dios.


  Siendo esto así, luego ni la gracia excluye la corrección ni la corrección excluye la gracia. Por consiguiente, al prescribirse lo que exige la justicia, se ha de pedir con fiel oración a Dios la gracia para cumplirla, y ambas cosas han de hacerse sin que se descuide la justa corrección. Y todo hágase con caridad, porque la caridad no peca y cubre multitud de los pecados (1 Pe 4,8) (Agustín de Hipona).

1 comentario:

  1. El ser cristiano, el seguir a Jesús, lleva como dirección obligatoria una vida fraternal, saber que somos comunidad de bautizados, que queremos tener un solo corazón y “vivir con los sentimientos del Corazón de Cristo”.
    Este domingo la Iglesia nos propone, a través del Evangelio, que profundicemos en la corrección fraterna, es decir en cómo ayudar a los hermanos de nuestra comunidad parroquial, familiar, religiosa, que no van por buen camino. La experiencia nos dice lo difícil y a veces arduo que se hace, en la vida, la corrección fraterna.
    A veces, por eso, tiramos la toalla y miramos a otro lado, para no complicarnos la vida, pero el tema no se soluciona ni tan siquiera se han dado los primeros pasos para poder solucionarlo.
    Decir corrijo poco, pero corrijo. Decía la Fundadora de una Congregación Religiosa que la buena Superiora se da cuenta de todo y corrige poco, lo justo y necesario, la que no es tan buena Superiora no se entera de nada y está corrigiendo siempre creando un malestar y un mal ambiente que no ayuda a la vida comunitaria.
    Lo primero que nos dice y hace Jesús es que la corrección se haga por amor al otro y no por darle en la cresta y así desahogarnos. Ponerse en el lugar del otro es siempre sanarlo. Segundo cuando Jesús corrige a Pedro, en el lago Tiberíades, por haberle negado, lo hace de tal manera que no lo hunde en su culpa sino que le deja las manos abiertas para poder abrazarse a su Misericordia.
    En la corrección siempre hay que potenciar que desde el Amor de Dios todo tiene solución. Dejarle siempre a la persona la puerta abierta para ayudarle a salir de su defecto y siempre nos queda el decirlo a la comunidad.
    +Francisco Cerro Chaves
    Obispo de Coria-Cáceres

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