Mirar a Jesús desde el Corazón de
María. Mes del Rosario
¿De qué estará hecho el corazón de una
madre? Cada hijo tiene experiencia de ser amado de
manera especial desde el corazón de su madre. Es un amor único, rebosante de
ternura, que conoce al hijo mejor que nadie y le comprende, e incluso disculpa
sus defectos. Una madre habla siempre bien de su hijo y pondera sus cualidades,
no le importa quedar ella en situación inferior, porque a ella le llena de
satisfacción que su hijo sea más grande que ella.
Nos encontramos en el mes de octubre, mes del Rosario.
Feliz invento de santo Domingo de Guzmán, cauce de evangelización, oración para
los sencillos y los pobres, contemplación serena de los misterios de la vida de
Jesús desde el corazón de su Madre bendita. Cuando uno no sabe o no
puede rezar, todavía se pueden desgranar avemarías sueltas y seguidas, contemplando
algún momento de la vida de Jesús. En el rezo del Rosario se experimenta una compañía de
María, que rompe todo aislamiento. Estando ella, nos sentimos
felizmente queridos, aún en medio del sufrimiento.
Los misterios gozosos nos hacen partícipes de la
alegría del Evangelio: el anuncio del ángel, la
visitación de María, el nacimiento de Jesús, la ofrenda en el Templo, el
hallazgo de Jesús después de haberlo perdido. Todo el evangelio de la infancia
es comunicación de una alegre noticia, aunque no falten momentos de dolor.
Acercarse a Jesús desde el corazón maternal de María es mirar con lupa ampliada
esa alegría y pedirle a Dios que nos conceda por intercesión de María
participar en esa alegría durante toda nuestra vida.
En los misterios luminosos asistimos con María a
escenas de la vida pública de Jesús: el bautismo en el Jordán,
las bodas de Caná, el anuncio del Evangelio, la transfiguración y la
institución de la Eucaristía. Son momentos claves de la vida de Jesús, que
ahora miramos retrospectivamente desde el Corazón inmaculado de María.
Los misterios dolorosos nos introducen en el drama
redentor de Cristo, en lo más íntimo de su Corazón. Quién conoce
mejor que María la angustia de la pasión, la agonía del huerto, la
flagelación, la corona de espinas, el camino hacia el Calvario con la Cruz a
cuestas, la crucifixión y muerte de asfixia clavado al madero. Quebranto con
Cristo quebrantado, pedimos con san Ignacio en los Ejercicios Espirituales al
contemplar estos misterios. Cuánto consuelo para el que sufre saberse
acompañado por Jesús, que nos ha precedido en el dolor y nos acompaña siempre.
Y junto a Jesús está siempre su Madre.
Con los misterios gloriosos vislumbramos la meta: Cristo resucitado y ascendido al cielo, la venida del
Espíritu Santo, la glorificación de María en su asunción al cielo y su
coronación como Reina junto a su Hijo Rey. Nuestro destino no es la tierra, ni
nuestra aspiración es la de vivir interminablemente en este mundo (qué
aburrimiento!). Nuestra meta es el cielo, nuestro destino es la gloria, estar
con Jesús para siempre, transfigurados en él y superada nuestra condición
terrena, que está sometida a tantas limitaciones y penas. Por eso, Jesús se lo
ha comunicado ya plenamente a su Madre, para que sea también un motivo de
esperanza para nosotros.
El rezo del Rosario es muy sencillo. Enseñemos a los
niños y a los jóvenes, como María enseñó a los pastores de Fátima, pidiéndoles
que rezaran e hicieran penitencia por la paz del mundo, por los pecadores. A lo largo de mi ministerio
sacerdotal he iniciado a muchos en esta sencilla oración, y ya adultos
reconocen el gran bien que les ha hecho. Fomentemos durante este mes el rezo
del Rosario. Se trata de mirar desde el Corazón de María cada uno de los
misterios de la vida de Jesús. No hay mejor mirador. Y pidámosle a ella con toda
confianza que nos transmita los sentimientos de Cristo. También hoy hemos de pedir la paz del mundo, la
convivencia de los pueblos en España, la renovación cristiana de la familia, el
ardor misionero de la evangelización.
Recibid mi afecto y mi bendición:
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