TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

viernes, 15 de septiembre de 2017

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 17 DE SEPTIEMBRE DE 2017, 24º DEL TIEMPO ORDINARIO




«SEÑOR, SI MI HERMANO ME OFENDE, ¿CUÁNTAS VECES TENGO QUE PERDONARLO?»



Mt. 18.21-35

      En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?». Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
     Por esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El criado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”. Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo: “Págame lo que me debes”. El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré”. Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
     Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: “¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”. Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».


Otras Lecturas: Sirácida 27,33-28,9; Salmo 102; Romanos 14,7-9


LECTIO:
     Era realmente hermoso poder contar con una compañía de hermanos, que por amor te corrigen, ofreciéndote un acompañamiento hondo; esa forma de amor que se llama corrección fraterna.
     Reflexionando sobre la calidad humana que suponía vivir así, los discípulos se preguntaron: sí, perdonar, pero ¿cuánto tiempo, cuántas veces, con quiénes? No se trataba de limitar el ejercicio de un amor que se abre al perdón, sino de comprender la novedad de la propuesta de Jesús.
     Al proponer Jesús su novedad en un asunto tan cotidiano como el perdón, les propone una ley que nace de la abundancia del amor, capaz de provocar el estupor: "no te digo hasta siete veces –que era ya mucho en la simbología numérica hebrea–, sino hasta setenta veces siete", es decir, siempre.
     Los que andan midiendo los perdones, los que "perdonan pero no olvidan"..., no entenderán la propuesta de Jesús: perdonar así como somos perdonados (así rezamos en el Padrenuestro), tratar a los otros tal como Dios nos trata siempre. Por eso, la gran pregunta no es saber hasta dónde puede llegar nuestra generosidad perdonadora, sino cuánta experiencia tenemos de haber sido perdonados por el Señor…

MEDITATIO:
     El pecado no es un simple error. El pecado es adorar a los «numerosos ídolos que tenemos»: el orgullo, la vanidad, el dinero, el yo mismo, el bienestar… Pedir perdón no es un simple pedir disculpas sino que «es ser consciente del pecado, de la idolatría que construí, de las muchas idolatrías. (Papa Francisco)
     He aquí entonces la pregunta para cada uno de nosotros: ¿Cuál es la medida de mi perdón? La respuesta puede venir de la parábola relatada por Jesús…  El ejemplo es claro: Si yo no soy capaz de perdonar, no soy capaz de pedir perdón. Por ello «Jesús nos enseña a rezar así al Padre: “Perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”». (Papa Francisco)
     «Dios siempre perdona, pero pide que también yo perdone, porque si yo no perdono, en cierto sentido es como si cerrase la puerta al perdón de Dios. Una puerta, en cambio, que debemos mantener abierta: dejemos entrar el perdón de Dios a fin de que podamos perdonar a los demás. (Papa Francisco)
     El perdón no es una cuestión de sentimientos, sino de voluntad. Lo importante es querer perdonar y ofrecer al prójimo el perdón, aunque la propia sensibilidad siga alterada. Dios no quiere que no sintamos, sino que aprendamos a perdonar, independientemente del sentimiento. (Papa Francisco)

ORATIO:
y lo que no perdonamos plenamente, haz tu, Señor que plenamente lo perdonemos, para que por ti amemos de verdad a los enemigos y en favor de ellos intercedamos devotamente ante ti, no devolviendo a nadie mal por mal, y para que procuremos ser en ti útiles en todo.

Bendecimos a Dios, que es nuestro Padre,
revestido de benevolencia.
Ni siquiera nos angustian nuestros fallos y pecados,
porque Él perdona nuestras culpas
y cura todas nuestras dolencias.

CONTEMPLATIO:

«No te digo hasta siete veces sino hasta setenta veces siete».
     No tiene sentido llevar cuentas del perdón. El que se pone a contar cuántas veces está perdonando al hermano se adentra por un camino absurdo que arruina el espíritu que ha de reinar entre sus seguidores.
Pero preguntémonos: ¿es realmente cierto que en diversas situaciones y circunstancias de la vida tenemos en nosotros los mismos sentimientos de Jesús? ¿Es verdad que sentimos como Él lo hace? (Papa Francisco)
     Por ejemplo, cuando sufrimos algún mal o alguna afrenta, ¿logramos reaccionar sin animosidad y perdonar de corazón a los que piden disculpas? ¡Qué difícil es perdonar!  «Me las pagarás»: esta frase viene de dentro. (Papa Francisco)


  Perdonadlo todo de corazón, perdonad cuanto tengáis contra quien sea de corazón; perdonad allí donde Dios ve. A veces el hombre perdona de palabra, pero se reserva el corazón, perdona de palabra por respetos humanos y se reserva el corazón porque no teme la mirada de Dios. Perdonad completamente todo; cualquier cosa que hayáis retenido hasta hoy [] Haced, pues, lo que está dicho: «Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores», y pedid con seguridad: «Perdónanos nuestras deudas», porque en esta tierra no podréis vivir sin deudas (Agustín de Hipona).

1 comentario:

  1. El tema del perdón, de la Misericordia del Señor siempre nos interpela, asombra y hasta nos pone contra la pared. ¿Cuántas veces hay que perdonar? Es la pregunta del millón. Muchos consideran que tiene que haber tasas en el perdón, rebajas e incluso venganzas muy bien camufladas de justicia. A los hechos continuos de nuestra sociedad me remito.


    Jesús habla de perdonar hasta setenta veces siete. Es decir, el amor del Señor se expresa en un perdón sin límites. Lo que le decía el Papa Juan Pablo II a los sacerdotes de Gran Bretaña: “No existe ningún pecado que limite la Misericordia del Señor”. La Misericordia del Señor triunfa sobre el pecado


    El Señor nos remite a que el Amor siempre perdona y siempre nos da las alas de una libertad para amar sin medida. Recuerdo la famosa frase del Padre Lacordaire: ¿Quieres ser feliz un instante? Véngate. ¿Quieres ser feliz toda la vida? Perdona. Sólo los que perdonan son felices siempre.


    Es verdad que no siempre es fácil conciliar perdón incondicional, desde nuestra actitud, y olvidar. Siempre recuerdo a la madre de un hijo asesinado en Italia por las Brigadas Rojas que en una audiencia le dijo al Papa Juan Pablo II: ¿Cómo voy a olvidar ni un instante a mi hijo? Por tanto, tampoco me es fácil ahora olvidar la mano cruel que lo asesinaron, por eso me digo todos los días: aunque me cuesta olvidar, perdono. El Papa asintió. Es así porque la herida que ha dejado tanto sufrimiento no es posible, no es fácil, olvidarla. Hay que luchar más para que el Amor tome tanta posesión de la persona que no deje espacio a todo aquello que, tarde o temprano, se vuelve contra nosotros, que el que alimenta en su corazón el deseo de venganza acaba teniendo un cadáver en el corazón. El perdón es siempre dejar a la otra persona una posibilidad de mejora y de cambiar.


    El perdón de Jesús nos conduce a vivir una vida coherente con el Evangelio, a responder cuántas veces tengo que perdonar: setenta veces siete, Es decir SIEMPRE.


    +Francisco Cerro Chaves

    Obispo de Coria-Cáceres

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