LA CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA
A nadie es lícito participar de la eucaristía si
no cree que son verdad las cosas que enseñamos y no se ha purificado en aquel baño que da la remisión de los pecados
y la regeneración, y no vive como Cristo nos enseñó. Porque no
tomamos estos alimentos como si fueran un pan común o una bebida ordinaria, sino que, así como Cristo, nuestro salvador, se hizo
carne por la Palabra de Dios y tuvo carne y sangre a causa de nuestra
salvación, de la misma manera hemos aprendido que el alimento sobre el que fue
recitada la acción de gracias que contiene las palabras de Jesús, y con que se
alimenta y transforma nuestra sangre y nuestra carne, es precisamente la carne
y la sangre de aquel mismo Jesús que se encarnó.
Los apóstoles, en efecto, en sus tratados
llamados Evangelios, nos cuentan que así les fue mandado, cuando Jesús, tomando pan y
dando gracias, dijo: Haced
esto en conmemoración mía. Esto es mi cuerpo; y luego, tomando del mismo modo en sus
manos el cáliz, dio gracias y dijo: Esto
es mi sangre, dándoselo a ellos solos.
Desde entonces seguimos recordándonos siempre unos a otro estas cosas; y los
que tenemos bienes acudimos en ayuda de los que no los tienen, y permanecemos
unidos. Y siempre que presentamos nuestras ofrendas alabamos al Creador de todo
por medio de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo.
El día llamado del sol se reúnen todos en
un lugar, lo mismo los que habitan en la ciudad que los que viven en el campo,
y, según conviene, se leen los tratados de los apóstoles o los escritos de los
profetas, según el tiempo lo permita. Luego, cuando el lector termina, el que
preside se encarga de amonestar, con palabras de exhortación, a la imitación de
cosas tan admirables.
Después nos levantamos todos a la vez y
recitamos preces; y a continuación, como ya dijimos, una vez que concluyen las
plegarias, se trae pan, vino y agua: y el que preside pronuncia fervorosamente
preces y acciones de gracias, y el pueblo responde Amén; tras de lo cual se distribuyen los
dones sobre los que se ha pronunciado la acción de gracias, comulgan todos, y
los diáconos se encargan de llevárselo a los ausentes.
Los que poseen bienes de fortuna y
quieren, cada uno da, a su arbitrio, lo que bien le parece, y lo que se recoge
se deposita ante el que preside, que es quien se ocupa de repartirlo entre los
huérfanos y las viudas, los que por enfermedad u otra causa cualquiera pasan
necesidad, así como a los presos y a los que se hallan de paso como huéspedes;
en una palabra, él es quien se encarga de todos los necesitados.
Y nos
reunimos todos el día del sol, primero porque este día es el primero de la creación,
cuando Dios empezó a obrar sobre las tinieblas y la materia; y también porque
es el día en que Jesucristo, nuestro Salvador, resucitó de entre los muertos.
Le crucificaron, en efecto, la víspera del día de Saturno, y al día siguiente
del de Saturno, o sea el día del sol, se dejó ver de sus apóstoles y discípulos
y
les enseñó todo lo que hemos expuesto
a vuestra consideración.
San Justino, primera Apología
No hay comentarios:
Publicar un comentario